CIELOS... ( 18 DE ABRIL DE 2009)

Grandes corales blancos inundan mis cielos.

Los trae la primavera en la que me sumerjo todos los días.

Restan olvidados los cielos que siendo claros se me antojaban negros.

No hay sombras que yo no dibuje.

Ni claroscuros que no salgan de mis manos.

Las grandes extensiones me muestran todas las gamas de azules que se entremezclan con blancos y grises hasta tornar negros al caer la noche.



Cierro los ojos y oigo el trinar de las aves...

Percibo los olores dulzones que recorren a un lado y a otro cuanto me envuelve.

He decidido estirarme bajo ese gran manto de olores y tonalidades...

Junto a ese gran espejo donde se multiplican los índigos que parecen adormecerse en calma.

Salpica mis manos la arena, e intento retenerla hasta sentir que me duelen las manos...

No es mía...

Puedo pisarla, pero no es mía.

Cierro los ojos mientras me acurruco sonriendo.

Puedo oír el rumor de las olas que vienen a romper de forma acompasada y rítmica a mi orilla.

Corales de espuma se dibujan entonces.



Descalzo mis pies y el agua moja el bajo de mis pantalones.

Camino largo rato con los zapatos en la mano.

La primera impresión, la que hace que te plantees que tal vez es algo temprano para caminar por la playa, queda en el olvido al llegar el negro.

Horas después.



Escucho a las gaviotas que se arremolinan en el puerto en busca de comida.

Algunas revolotean cerca, las que menos.

Deben estar hambrientas y los faros de algunos barcos las invitan a probar la suerte que no las ha acompañado durante la noche.



Pierdo de vista el final de los oscuros mantos.

No acierto a adivinar donde empieza uno y donde acaba el otro.



Hace frío...

Vuelvo a casa...