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Mostrando entradas de mayo, 2012

NUESTRO FANTASMA...

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Lo veo perderse de tanto en tanto sin saber a dónde va. En ocasiones lo oigo reírse a carcajadas y cuando aparezco en escena para preguntarle de qué se ríe, para en seco incapaz de darme respuestas. Como si su amigo invisible, nuestro fantasma, lo hiciera callar. Manteniéndolo a su lado y alejándolo de mi. Poniendo de por medio barreras de invisible silencio, palabras que no entiendo, enfados y preguntas a las que no puedo dar respuestas… Tras algunos meses de estudio, la última psicóloga que lleva a mi hijo finalmente, y tras más de cinco años y medio dando vueltas y buscando ayuda, lo diagnostica de algo que descartó hace menos de un año… Qué iba a saber yo si solo soy madre? Si solo me he vuelto loca buscando la manera de acercarme a él una y otra vez. Recibiendo la mayor parte de veces más silencio mientras pedía a gritos… Tengo la sensación de haberme quedado muda. Que el peso constante ante la incertidumbre me ha vue

LO QUE NO SE CUENTA SE OLVIDA. LO QUE NO RECUERDAS NUNCA PASÓ...

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[…] _Cómo se llama? _Nunca preguntas el nombre. Por qué hoy? _Porque la lleva en la maleta. _No es el primero. _Cierto. Pero esta vez parece…diferente. _Qué te pasa? _Nada. _Estás segura? _Sí, es solo que no sé… _Vuelves a plantearte cosas. Deberías centrarte en tu trabajo. Ya sabes qué ocurrió la última vez. Te están vigilando. Nos están vigilando a los dos. _Pero y si por una vez no fuese necesario? No sé… Quiero decir que lo mismo solo se equivocó de estación. _Nadie se equivoca cuando baja en esta estación. Tal vez no saben de qué manera acabará todo, pero una vez ponen los pies en ese andén, ha llegado el momento, y están dispuestos a perder. Esa es la señal de que ha llegado el momento. Y tú no deberías pensar en nada más. Te ha quedado claro? _Sí. _La fiebre empezó nada más llegó. El café hizo el resto… Klaus sigue estando en forma. _ Klaus ya no sabe diferenciar a un muerto de un vivo. _Mald

UNA CIUDAD LLAMADA OLVIDO...

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[...] No había decidido detenerse allí, pero tras el largo recorrido le pareció lo más sensato. Parar, descansar, tomar fuerzas y continuar el camino, fuese este el que fuese y lo llevara a donde tuviera a bien llevarlo. Tomó su maleta roída de piel marrón, echó un último vistazo a los pasajeros que habían estado viajando con él en aquel viejo vagón, y descendió las dos escaleras. Levantó el cuello de su chaqueta   y se apresuró a sacar del bolsillo los guantes nada más pisó el andén. Mientras lo hacía, el silbato volvió a sonar. Se giró y vio que el tren emprendía de nuevo la marcha. Desconocía dónde se encontraba. Apenas un par de letreros a lo lejos parecían avisarle del destino que había escogido solo momentos antes. Otros como él parecían dirigirse a ellos. Los siguió. Sacó del bolsillo situado junto a su solapa las gafas y se las colocó. Había llegado a la estación de una ciudad llamada Olvido. Reparó en quienes allí s