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Mostrando entradas de septiembre, 2016

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Ahora ya no me produce nada en absoluto. Nada dentro que asombre a mi parte racional o inhumana, pero reconozco que las primeras veces sentía fascinación por mirar en sus ojos y ver que allí ya no había nada. Me costó llegar a comprenderlo, y una vez lo hice, perdió casi toda la emoción. Vuelvo a empalmarme solo con darme cuenta de que en el justo momento en que agonizan, el cuerpo sigue vivo solo por inercia, y porque debe ser más perfecto de lo que hemos creído hasta ahora. Nos negamos a morir porque va contra natura si no es el propio cuerpo quien decide hacerlo. El cuerpo lo niega porque de una u otra manera debe permanecer atado a algo que lo hace suyo y que no quiere dejarlo escapar. O no todavía. O no allí, o no de aquella manera. Cuando sea lo que sea nos abandona, los ojos permanecen tan lejanos y tan vacíos, que al principio da miedo. Los espasmos por llenarse de nuevo de ese algo nos mantiene algunos segundos tratando de luchar para intentar completarnos. Lo que el cuerpo

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Esta sería otra de esas historias tan rosas como vomitivas   e inaguantables a la larga si las cosas hubieran ido diferente. Si las coordenadas hubieran sido las correctas, eso por no hablar de exactitud, y los errores hubieran estado fuera del alcance del pobre mortal que soy. En ocasiones es la misma fiebre que me recorre la espalda cuando trato de no ser mientras de reojo la miro, la que me recuerda el momento exacto en que di el volantazo que echó aquel vehículo de la carretera. La misma fiebre serpenteante que me recorre la columna, mientras a mi mente solo llega el ruido de la madera al quebrarse, y el aire colándose bajo las ruedas, sabiéndome dios porque sabía qué iba a suceder segundos después, aunque la distancia haya alargado esos segundos a lo largo de todos los que han venido detrás, tras haber arrasado las vallas de seguridad del margen izquierdo de la carretera equivocada. Esta sería otra historia sin duda, una tan diferente que podría llegar a no ser, de no ser por

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2 A veces puedo escuchar lo que anda pensando y me gustaría saber si es todo tan culpa suya cuando bajo el velo en sus ojos por el recuerdo, me reconoce que es la mayor de las torpes emocionales. Tan de tanto en tanto, que realmente creo que haya acabado por hacer morada en un duelo que la está barriendo por completo, inhabilitándola, no sé demasiado bien para qué, o cómo…mutilándola. Imagino cómo sería tener delante a quienes la hicieron ser quien es hoy, solo para mirarlos a la cara y reconocerme entre ellos, como uno más. Otro alguien que no va a contarle lunares o descontarle guerras. Otro que solo va a follarse sus pecas, sus retales y su jodida y sabrosa boca. A veces me recorre la duda de lo que podría haber sido, de todo lo que podría haber sido, entonces reconozco que para ambos es tarde, y lo peor es que lo sabemos. E imagino cómo sería destrozarla y derrumbarle sobre el sucio suelo toda esa tierra y esos jodidos castillos que tiene a bien guardar en lo más recóndito del l