DE NIÑOS QUE NUNCA IBAN A CONVERTIRSE EN SUS MONSTRUOS...( 11 )
Hay líneas tan delgadas para separar tanto, que creo que la mayor parte de las veces que trato de no cruzarlas, lo hago pensando ya desde el otro lado… En ocasiones antes de volver, paso unas horas en mi piso, mirando a un punto inconcreto de la pared, entreteniéndome con una de las muchas motas de polvo que bailan entre la luz que se cuela entre la ventana y mi cuerpo. Me preparo o alargo el tiempo, porque es volver y tener la impresión de que somos dos extraños que a fuerza de verse por el pasillo o en la cocina acabarán reconociéndose, tratando de adecuar eso que somos a lo que es el otro, a quien es el otro en el momento en que volvemos a verlo. A veces resulta demasiado dura la vuelta, para ambos, y nos movemos llevados por la inercia y evitando rozarnos en espacios tan estrechos, que me da la impresión que bailamos para negarnos, hasta que un leve roce o una mirada esquiva que choca con la del otro, nos delata como propios… No digo la mitad de lo que llevo dentro,