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Mostrando entradas de marzo, 2010

BUENAS NOCHES SEÑORA ARAÑA...

Llego agotada. Sale a recibirme porque me ha visto por la ventana, y viene hacia mí gritando. Su carita se ilumina cuando le enseño la bolsa de caramelos que le traigo. No debería, pero es un día, y ha estado todo el sábado sin verme desde que esta mañana temprano saliera para trabajar, dejándolo dormido y con un bibe entre sus muchos peluches. Una ducha y vuelta al trabajo. El más duro. El mejor del mundo cuando te sientes recompensada, y hoy es uno de esos días en los que los planetas se alinearon. Le encanta escribir en el ordenador, así que le abro un Word y con letras enormes empezamos a unirlas. La M con la A… La C con la A… Cuando se cansa bajamos a pintar y observo que fija más su atención y mira de no salirse de las rayas aunque sus trazos siguen siendo largos y de vez en cuando, cuando el rotulador sobrepasa la raya, levanta la vista y le digo que no pasa nada, que continúe… Luego hacemos números. Sigue confundiendo el cinco con el dos, y si le pido primero que haga

GALLETAS...

Buceaba cogido de la mano de mamá por las entrañas de aquella ciudad. Cientos si no miles de obreras se dirigían prontas a sus trabajos. Los oía hablar y discutir entre empujones y caras que delataban sus tristes vidas. Esas a las que debían llenar y que tan poco les aportaba en casi la totalidad de las ocasiones. Habíamos entrado por aquella boca llena de escaleras y cuando intenté detenerme para mirar aquellos coloridos carteles que apenas podía leer, mamá estiró de mí sin mirarme. Intenté decirle, y resultó en vano. Cuando alguna de las obreras se movía dibujando un nuevo recorrido en su camino, era golpeado por sus maletines negros. Miraba entonces sus zapatos alejarse presurosos hacia los andenes. El ruido de los trenes aumentaba a medida que la distancia hasta ellos disminuía. Llevaba en la bolsa de tela que colgaba de mi cuello, algunas galletas una botella de agua y las instrucciones necesarias. No tuve tiempo de advertir el beso en mi mejilla, ni siquiera me percaté del abrazo

...

Alargo el brazo en la oscuridad y recibo el contacto de la fría sábana. Llevo mi mano hasta la almohada pensando que tal vez allí pueda encontrarte. Mis dedos buscan la maraña de tu pelo. La habitación está en penumbras y acierto a ver los números rojos que el despertador me ofrece. 3:17. Divago algunos largos segundos y cuando entiendo que no voy a poder conciliar de nuevo el sueño, enciendo la luz de la mesita de noche, coloco mis pies dentro de las zapatillas y recorro el piso esperando que una tenue luz me indique tu paradero. Observo algunas cajas de cartón aún en el pasillo. Intento no tropezar con ellas. Sólo el comedor parece estar habitado, y me dirijo a él sigiloso. Te miro desde la puerta. El televisor anda encendido. Sostienes en una mano el libro que querías acabar de leer. Aún llevas en la cara algunas manchas de la pintura blanca con la que empezaste a pintar esta tarde una de las habitaciones. Apenas has cenado y cuando te dije que me acostaba, contestaste que no tarda

ME PIDO SER RANA... ;-P

No dejamos de ser animalillos. De vez en cuando me pregunto si racionales o por el contrario, hemos inventado ese término para crecernos ante los más débiles o como los que a diferencia de nosotros, no se comunican mediante signos que en ocasiones ni nosotros mismos comprendemos. Bajo una lengua que siendo la misma, parecemos desconocer sólo con diferenciarnos sexualmente y para colmo, con estados anímicos que nos hacen actuar como sabemos que no debemos…En fin, ver para creer…Animalillos racionales…Lo que yo digo. Tarde de primavera ya. Por fin! Y lo hace bajo un cielo que amenaza lluvia de nuevo. Menudo año. No ha estado mal, pero creo que empiezo a parecerme a una rana. De esos días en que permites a tus sábanas que se apoderen de tu cuerpo y tu subconsciente ( otro detalle por el que nos diferencian de los “ irracionales”)… El caso es que tienes mil y una cosas por hacer, pero tu cabeza está tan poco acostumbrada a la falta de estrés, que te colapsas hasta el punto de salir de la c

HUELGA DE COLORES

Discuten las tres. Enojada la primera y rabiosas el resto. Y es que ha decidido no presentarse este año! A quién si no a ella podía ocurrírsele semejante locura? Será el primero. Nunca antes se había visto algo parecido. Y encima con el trabajo extra que representará para las tres que quedan, que han empezado a repartirse los días, los cantos, los colores y la poesía que sólo ella es capaz de acercar a quienes la contemplan con ojos ávidos de días llenos de luz. _Yo podría empezar algo antes, pero resultará complicado hacérselo entender a los hombres… _Yo podría robarte tiempo mucho antes de lo esperado y así enlazaríamos la una con la otra sin que nadie se percatara de la ausencia… _Estáis tan locas como ella…Todos se darán cuenta. No podéis repartiros su trabajo. Le toca a ella durante esos meses hacer acto de presencia. Es sólo de ella ese tiempo. No lo entendéis? Se buscaban unas a otras temerosas por acabar decidiendo cuanto sabían desde mucho antes… _Por qué nos abandona? Y nadie

EL LABERINTO DE LAS GOLONDRINAS(II)

Advertí entonces que mi madre únicamente fijaba la vista en las hojas muertas que descansaban sobre el mármol blanco. Dentro esperaba aquella anciana que a duras penas se sostenía sobre un bastón y se acompañaba de aquella mujer que la cuidaba. De tez pálida y pelo cano enredado en forma de ocho y aguantado por un broche lleno de piedras del color de los zafiros, oronda como su marido, dulce y no sólo en su olor. Besó en la mejilla a mi madre y nos acompañó hasta una de las salas que comunicaban con aquel recibidor que presidía una gran escalera con una forma que se hacía más ancha en la base que en la cima, y con unas barandas de robustas maderas lacadas que la custodiaban a lado y lado, dándole aire de solemnidad. Una vez allí nos ofreció acercarnos a aquella gran chimenea para que entráramos en calor. Tras darnos a beber algo de leche caliente, se alejaron dejándome ante aquella maravilla de almas naranjas que flotaban e intentaban escapar, mientras crepitaban sus pecados, hasta q

TE VEO DORMIR...

Te veo dormir en la cama… Pelearte con ella, y es que no hay manera de que duermas tranquilo ni una sola noche ( tu abuela lo llama “ bregar”)… Esta mañana decidí no llevarte al cole. Yo tampoco podía ir a trabajar, así que decidí que pasaríamos el día juntos. Me planteo a diario si lo estoy haciendo bien, y las dudas son continuas. Te abrigo, y tras comer, salimos de camino a la piscina. Caminamos. Vamos contando las luces del puente. 49. Y te enfadas a diario porque te corrijo cuando dices “ ventidiez” en lugar de treinta. Y “ treintadiez” cuando quieres decir cuarenta… Intento que aprendas a través de juegos, pero siempre acabas encontrando el motivo por el que pararlo… Me asaltan las dudas… Te aprieto la mano invitándote a continuar y pareces haber aprendido la señal… Si tomamos la ruta del semáforo, esperamos a que se ponga en verde….. _Tú me avisas, vale? Y te veo esperar mirando esa luz, y noto que tardas demasiado en contestar una vez el color ha cambiado… Todo irá bien. Te ayu

EL LABERINTO DE LAS GOLONDRINAS (I)

...Recordaba el día que llegamos a aquella casa. Contaba 8 años. Lo recuerdo bien porque los cumplía ese mismo día. El frío cortaba el aire, y resguardado junto al cuerpo de mi madre, bajamos de aquel vehículo. Aquel hombre que se había mantenido en silencio durante todo el trayecto, depositó en el húmedo suelo los bultos con los que viajamos durante aquellas largas horas, en las que únicamente el viento se que colaba por las ventanillas, y el humo a tabaco rancio, nos acompañó. Mi madre tomaba mis manos entre las suyas, intentando calentarlas. Su rostro desmejorado y la falta de luz en sus ojos, me advirtieron que sería mejor no recordarle la promesa que meses antes me hiciera. A medida que bajaba del auto, se despertaron por completo mis sentidos medio adormecidos durante el viaje. Me llamaron la atención las estatuas de piedra que coronaban la entrada de aquella vieja y enorme casa. Una puerta de hierro algo oxidada blindaba la entrada a cualquiera que no intuyera, entr

DIME QUE SABES DE LO QUE HABLO...

_A qué le temes? Pensativa buscó escapar de aquella pregunta. _No le temo a nada. Y mientras pronunciaba aquellas palabras, sus ojos buscaron el suelo. Se llevó una mano a la otra… Conocía bien aquel gesto automático. _Y entonces?... Sonrió y sus ojos mostraron toda la tristeza que acumulaban. _Entonces qué?... _Dímelo tú. _Qué quieres que te diga? _A qué le tienes miedo?... _Si te dijera que temo no volver a encontrarlo? Que temo despertar un día y dejar de buscarlo. Olvidarlo. Haberlo olvidado. Ambos quedaron callados a merced de los segundos y los recuerdos. _ Y tú, qué estás temiendo ahora? _Temo que le temas al miedo. Temo que la hayas desterrado y le sea imposible regresar. Temo que cuando quieras buscarla no la encuentres. Sus ojos dejaron de sentir tristeza y volvieron a sentir miedo. _No te das cuenta? _De qué? _De que ahora mismo está escapando. Negó con la cabeza. _Sin duda alguna pude sentirla... Sabes qué es eso? Sabes lo que significa? Y la miró a los ojos hasta contagia