MERECES...





Te mereces por más que en ocasiones olvides, que tienes todo el derecho del mundo a guardar silencio si te castigan como si fueras una niña chica, y lo hacen haciendo uso de ese mismo silencio y ese mismo derecho. Lo bueno de los derechos, en que en la mayoría de las ocasiones van y vienen en ambas direcciones, y aunque no lo creas, eso es probablemente lo mejor que tienen.
Te mereces, sí, ocultarte del mundo cuando este se te venga encima, y te mereces decidir el tiempo que vas a estar o no alejada de quienes ponen ese mundo sobre tus espaldas.

Por merecerte, te mereces no dar explicaciones, mantener el aire dentro, y echarlo fuera cuando sientas que hay espacio para ese aire, sin juicios, sin reproches, sin daño.

Te mereces echar de menos por más que en ocasiones no sea lo mejor, porque esto como los derechos, debería ser solo si fuese también de ida de vuelta.
Te mereces empezar de nuevo tras haber dejado que el dolor de otros te alcance, y te alcancen sus silencios, sus partidas, su llanto, sus miedos, a la vida, una y siempre maldita, y a las partidas, mil y una veces temidas.

Te mereces la anestesia si con ella sobrellevas mejor algunos baches, algunas etapas, algunas mañanas tontas, algunos días rotos, algunas etapas desordenadas o algunas noches de insomnio.

Por merecerte, te mereces los lugares que te permitieron ser sin miedo, aquellos que te enseñaron que a crecer, la vida va dando pequeños sorbos, siempre.
Te mereces buscar el espacio, el momento, el lugar e incluso la hora. Todo eso es tuyo, y aunque en ocasiones creas que no te pertenecen ni el tiempo ni el silencio, están siempre a tu servicio. No olvides pero, pagar el precio una vez hayas hecho uso de ellos.

Te mereces libretas en blanco, cafés en blanco, palabras en blanco, mañanas en el más absoluto de los blancos. Extiende sobre ellos cuantos cubos de pintura creas necesarios, y empieza de nuevo. Esto también siempre.
Por merecerte, el sigilo de algunos y tu andar de puntillas cuando así lo necesites, ya sea para no despertar al otro, o no despertarte a ti misma.

Te mereces apagar el despertador, y procrastinar tanto como creas necesario aquello con lo que no tienes demasiado claro si merece o no la pena lidiar de nuevo.

Te mereces dudar, porque las dudas también vienen en pequeños sorbos que pueden acabar ahogándote si no los bebes de a poco.

Mereces poder ensayar miles de veces esa charla que seguramente nunca tendrá lugar.

Mereces imaginar si eso te lleva a sonreír, a recordar también está permitido volver, pero solo si es para que la curva de tu boca se dibuje de igual manera a la anterior.

Te mereces el hueco, ya lo llenarás de nuevo. Vigila que no crezca más de lo que puedas permitirte.
Te mereces empezar de nuevo, tantas veces como sea necesario, siempre que lo necesites.

Te mereces dejar a medias lo que te venga en gana.

Te mereces no ser si no quieres o no te apetece.

Te mereces no castigarte por no entender al otro, por no querer entenderlo, por no poder entenderlo.

Te mereces soñar, dormida o despierta, eso ya también te toca decidirlo a ti.

Te mereces todo eso y más. Por duras, raras y feas que se pongan las cosas.
Se te permite el miedo, el colapso, y la ansiedad saciada a base de donettes.

Se te permite no buscarte en ningún espejo, y no auto sabotearte cuando empieces a encontrarte en ellos, porque se te permite merecerte.

Se te permite recordar los tres lunares del pulgar de su mano izquierda, o la mancha de nacimiento en la parte oculta de su rodilla…



Ya seremos en otras vidas. Ya nos permitirán ser, y sabremos que somos merecedores de ello...




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