CAMINAR SIN RUMBO...

Hace apenas una hora que llegué a casa.
Algunas albóndigas precalentadas y una cerveza.
Puse una lavadora con las sábanas de peque.
Debió pasar frío y esta mañana había vuelto a mancharlas.
No tardará en hacer efecto y espero poder conciliar pronto el sueño.
Acabo de hablar con él y parece divertido entre los juegos que le dan su tío y su primo.
Anoche volví a preguntarme qué dirección tomar.
Tuve que contener el llanto cuando de nuevo, volví a ver el miedo en sus ojos y sus manos temblorosas.
Como de costumbre el juego es el medio que nos lleva a desempeñar las tareas que a cada uno le corresponden.
Un juego que vale para hoy.
Mañana no será válido.
Y sigo sintiendo que es demasiado el dolor y poca la recompensa.
_Mientras mami prepara la cena, tú te cambias y te pones el pijama.
Tras cenar podrás jugar un poco.
Date prisa y no tardes.

Mientras ando en la cocina y escuchándolo hablar solo, canturrear y saltar en la cama, entiendo que sigue despistándose, y lo aviso de que cuando mamá suba, el pijama tiene que estar ya puesto.
Me acerco unos minutos después a la base de la escalera y lo aviso de que voy a subir a ver cómo lleva su tarea. La cena ya está lista.
Lo oigo suplicar con miedo que no suba y decido lanzarme escaleras arriba cuando lo veo aparecer envuelto en pánico y gritándome que no suba. Baja los escalones sin mirar y temo que tropiece y caiga…
Tiembla.
Intento calmarlo.
Le digo que no pasa nada.
_Encara no pugis mama… Encara no pugis… ( Aún no subas mama….Aún no subas…)
Cuando consigo calmarlo y hacerle entender que si no ha acabado su tarea mamá lo ayudará, parece respirar tranquilo.
Asiente y me deja acompañarlo a su habitación, donde vuelve a intentar quitarse los zapatos…
Rompo en llanto porque no entiendo qué ha debido entender él…
Hace días dejé de contar porque el pánico volvía a apoderarse de él, cuando mediante el juego, lo animaba a quitarse cada una de las prendas mientras contaba hasta diez…
Para hacer que se diera cuenta de que podía solito…
Que debía hacerlo así y no despistarse entre peluches y libros.
Intento que cada tarea le ocupe el tiempo necesario.
Y el juego que aplicamos hoy, mañana le da miedo.
Pánico.
Y cambiamos constantemente de estrategia para que entienda y aprenda a desenvolverse.
Y sigo viendo el miedo en sus ojos.
Una vez en la mesa, mientras cenamos, me pregunta si estoy enfadada.
Le contesto que no.
Y el miedo vuelve a aparecer cuando una de las cucharadas de la sopa cae sobre su pijama…
_Jo ho recullo mama. Jo ho recullo…
_Cielo no pasa nada. Se limpia y ya está. No te pongas nervioso.
Sigue cenando y mamá lo limpiará…
Pero llora.
Como cuando al salir del colegio media galleta cae al suelo y me pide con ese mismo miedo que la recoja…
_No cariño. Ya no puedes comértela. Ahora las galletas de dinosaurios de Pol se la comerán los pajaritos. No pasa nada. Así meriendas tú y los pajaritos también.
La explicación parece contentarlo y sigue caminando…
Yo sigo haciendo lo mismo.
Sintiendo que el alma se rompe en pedacitos cada vez que lo siento temer…
Cada vez que siento que en su cabecita algo se dispara cuando una simple galleta o un poco de sopa caen al suelo…
Días antes, lo mismo había ocurrido con el zumo, y me puse a hacer la payasa pidiéndole que cerrara los ojos porque iba a hacer magia y el vaso iba a estar lleno de zumo de nuevo, y tras sacar las tijeras del cajón, cortar el tetra brik y llenar de nuevo el vaso sus ojos se abrieron desorbitados…
No me siento útil.
No sé por dónde empezar.
Y una vez empiezo, el juego acaba antes de que pueda aprender a disfrutarlo porque el miedo vuelve a aparecer entre canciones, números y todas las payasadas que a estas alturas me cruzan fugaces para desviar su atención…
Me siento caminar sin rumbo.
Llevando de mi mano a mi hijo.
Sin saber demasiado bien hacia dónde moverme.
O de qué manera.
Y siento que el alma se rompe una y otra vez en millones de pedazos que brotan de mis ojos sin que pueda o quiera remediarlo…
Siento que camino sin rumbo.