BUGANVILLAS EN BOTES DE CRISTAL...

Escogió la música.
Encendió las velas.
Disponiéndolas en lugares que a lo largo de sus noches a solas, se habían definido perfectos.
Atusó su melena una vez la hubo liberado del coletero.
Deslizó entre el pelo las palmas de las manos con los dedos abiertos, ladeándose a la par que miraba su reflejo en el espejo…
…Sabía lo que había bajo ella.
Y la había vestido con nuevos aceites para entorpecer los sentidos del adversario.
Sobre ella había colocado con delicadeza unas braguitas negras de encaje y un sostén a juego.
Unas pequeñas perlas colgaban del lazo entre sus pechos.
Se vistió entonces aparentando total naturalidad y despreocupación, pero había buscado en su camisa y en su pantalón, las formas que la hicieran apetecible.
Depositó sobre su mesita los aceites que aquella tarde utilizaría.
Los había elegido a conciencia.
Había sonreído, incrédula tal vez, en el momento en que los adquirió.
Sintiendo lástima.
Debían perdurar hasta herir.
Por poco que fuera.
Sólo así habría victoria envenenada de pérdida…
Fugaces segundos a los que invitar cada vez menos.
Hasta caer en el olvido absoluto.
Para cerrar de vez en cuando los ojos y seguir sintiendo la pérdida de batallas dulces…


…Tras guiarlo escaleras arriba, y sin pronunciar palabra, lo invitó violentamente a estirarse en la cama.
Sabía que aunque aparentara luchar, se dejaría vencer de inmediato.
Así que no tardó en verse sentada a horcajadas sobre su oponente.
Y ahí estuvo, tomando sus manos sobre su cabeza y escrutando unos ojos que ya habían hablado toda su verdad.
Ya lo había visto otras veces.
Y se olvidó de todo cuanto no fuera el cuerpo del que alimentarse.
Cerró los ojos y depositó las palmas abiertas sobre su pecho.
Tardó algunos segundos en percibir lo que esperaba.
Entonces los abrió de nuevo.
Miró sus manos que empezaban a aferrarse sobre la ropa.
Lo invitó a sentarse y le quitó la camisa mientras intentaba evitar el contacto de unos labios que no le apetecían si no era ella quien los buscara.
Volvió fugaz la inocencia perdida.
Y sonriéndole, le hizo recostarse sin opción alguna a contacto.
El aceite calentado por la fricción desprendía todo su aroma.
Y lo hizo suyo aspirando con lentitud, hasta llenarse de él para devolvérselo al otro luego…
Recorrió sus hombros y su cuello.
Y se detuvo en su pecho desnudo…

;-P

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