PALABRAS SUICIDAS...

Caen lentas las vocales dentro de la habitación.
Las consonantes no corren mejor suerte...
Algunas resbalan por las paredes o sobre la pantalla del viejo televisor.
Las más buscadas se suicidan desde las aspas del ventilador que se ata al techo silencioso como una araña…
Las que yacen inertes mojándome los pies siguen la misma dirección, y se escabullen bajo la puerta…
Negro tras las ventanas.
No hay cicatrices de luz que puedan colarse por los agujeros que le hice a la pared…
Tampoco sobre el cristal roto.
Y tras éstos, sólo muros de negro hormigón...
La música que sale por los altavoces de la radio lo hace sin aliento y apenas fuerza…
La luz de la lamparita de la mesita parpadea empapada…
Barajo la posibilidad de meterme en la cama, y pienso que aunque las sábanas estén aún secas, quedarme entre ellas no impedirá que acabe calada hasta los huesos…
El polvo que lo cubriera todo tiempos antes, ha pasado a mejor vida, y decido abrirme una cerveza y comprobar la masacre en la que has arrinconado a todas las palabras…
En la balda de la nevera las “ H” se atan entre sí para no acabar resbalando y cayendo al rio que se lleva a tantas otras…
La imagen es dantesca.
Donde antes sólo objetos con todas sus letras, ahora nada.
En esto has convertido las imágenes y las palabras.
En aguacero de tinta negra que lo tiñe todo allí por donde pasa…
Sin nubes que amenazaran segundos previos para cerrar ventanas…
Me acurruco en el sofá orejero antes de que pase a formar parte del torrente.
Y cuando decido saltar de él para no acabar bajo ésta, las sábanas, la alfombra, el techo y parte del suelo han desaparecido…
Corro veloz hacia la puerta y tras girar el pomo compruebo que todo el torrente huye escaleras arriba.
Negro y voraz mientras algunas palabras aún con vida devoran a otras que quedaron debajo…
Siento como esas mismas letras suben por mis piernas arañándome y mordiéndome los dedos de los pies.
La barandilla ha desaparecido y me acerco a la pared para no caer al vacío del peor regalo que me has hecho.
No veo los escalones y temo tropezar para acabar oculta bajo el rumor que me golpea desde que decidieras guardar silencio.
Mi piel empieza a teñirse cuando logro llegar al piso superior.
Sólo una puerta blanca bajo la que se cuelan todas las ciénagas y lodazales que provienen de los pisos inferiores…
El pomo no gira.
Y antes de que la falta de oxígeno se apodere de mis últimos segundos e inunde el cielo de mi boca, una de las pocas palabras aún con vida, echa la puerta abajo…
Quedo tirada en el suelo mientras me pisotean palabras incompletas, sin sentido, huecas, viejas, olvidadas y rotas…
Saltan todas desde una ventana desde la que la luz del sol las ciega sin posibilidad alguna de ver a dónde van a ir a parar…
Y vuelven a suicidarse, porque tras esa ventana, luz y nada…

Ciao.

;-P