ESCONDIDA ENTRE EL RUMOR Y EL LLANTO DEL VERDE...




Llegará el día en que deje de escribirte.
Y no ando segura de que entonces sienta que haya ganado nada.
Como no lo siento a día de hoy.
No puedo ganarte nada tras que me lo hayas arrebatado todo.
Todo…

Cuando desperté sobresaltada y encendí la luz, el reloj marcaba sólo las cuatro y media de la mañana.
Inmóvil bajo el edredón intenté entender algo, y cuando rato después me venció el sueño y vencí al miedo, la luz permaneció encendida.
El lugar del que salías había cambiado de sitio.
Ahora, ubicado en la calle donde la vieja tienda de juguetes se ha convertido en una lavandería, viste altas puertas de hierro gris.
Fui allí, entre la niebla que siempre envuelve ese lugar.
Busqué en el calendario, sin saber siquiera qué debía buscar porque lo olvidé por completo.
Y corrí.
Corrí en contra dirección para esconderme bajo la negra capa y así pasar desapercibida a tus ojos, en la escalera que antaño daba paso al acceso subterráneo para cruzar la carretera que debíamos tomar para ir al colegio cuando los días de lluvia inundaban la riera repleta de olmos y plataneros…
Cuando me incorporé te vi correr por aquel antiguo puente que las nuevas tecnologías y los impuestos de los habitantes han hecho posible…
Gritando entre la muchedumbre que como tú intentaban llegar al otro lado…
Nadie parecía verte…

Te reconocí.
Y me asustó comprobar que al despertar todavía estabas a mi lado.
No he descubierto tantas horas después a qué se debe tu visita.
Aunque reconozco que el sueño es la manera más práctica para hacerlo…
Perdóname si la visita se produjo para regañarme.
Debo ser para ti la niña que era cuando decidiste irte.
Siendo en cambio para mí, sólo una acuarela bajo la lluvia del tiempo que incesante cae…
Quisiera pensar que conoces de mis palabras.
Y también cuanto llevo dentro.
Así que por favor, quédate tranquilo.
Gracias por tu visita tanto tiempo después.
Mantente en la frontera y no pongas un solo pie en estas tierras.
Algún día te veré apoyado sobre ese cierre de madera.
Estoy segura de que sabrás el día y la hora de mi llegada.
No temas.
No faltaré a la cita.
Te echo de menos.

Resulta extraño que no me percatara ayer, cuando todos los árboles hablaban por boca de la más vieja de las sibilas…
Entonces no pude escucharla…

Ciao.

;-P

Comentarios

  1. No me fío de las sibilas. Te explicaré por qué. Creo que les paga Apolo. En especies. O en amenazas. Nada bueno puede salir de eso.

    "Nadie parecía verte". A ese sentimiento le pasará lo mismo. Tú no lo sabes, pero resulta que un día no duele nada. Y dejarás de escribirle, porque ahorrarás papel y musas para escribirle a los dioses. Elige el tuyo.

    Está nublado y, sin embargo, le quiero.

    Te abrazo sin bulerías.

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  2. ♫♬ ♪ QUIÉN ME VA A ENTREGAR SUS ILUSIONES, QUIÉN ME VA A PEDIR QUE NUNCA LA ABANDONE ♫♬ ♪♫♬ ♪♫♬ ♪

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  3. Sólo decir que la intensidad del fuego es proporcional al tiempo que tardará del todo en extinguirse. Y eso es importante.

    Las historias sólo forman parte de nuestra historia con marcas imborrables de fuegos inextinguibles.

    Luego está todo eso del tiempo y el olvido... y lo de que todos los gatos son pardos. Hay que creérselo con reticencias...

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  4. verde que te quiero verde!

    Bonito post, Heidi.

    Besos y nasnoches,

    Amber

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