VIOLENCIA...




Sabiendo de los secretos que guardan cada uno de los puntos suspensivos de cada una de las frases, de cada uno de los textos, de cada una de las manos que los escriben, de cada persona que los olvida, los obvia, los pisotea o se columpia en ellos...
Supongo que esa debe ser la forma de entender al otro. Ojo, calculo, que no por ello debo estar en la buena dirección. Solo tanteo el terreno para poder entender algunas acciones y las palabras que los acompañarán después.

Leo sorprendida como siempre que algo de esto ocurre, que lo que hubiera hecho falta, hubiese sido un par de guantazos bien daos o una alpargata a tiempo…y el único punto suspensivo que viene a poblarme es el de la lástima.

Lástima porque aquellos que tengan la necesidad de decir, lo hagan desde el mayor de los desprecios. Personas que no se plantean que su falta de tacto o de empatía, pueda deberse también a un par de guantazos no daos a tiempo. Puntos suspensivos que vienen a traer rabia. Solo rabia, por la mezquindad de la que hacen uso. Como si estuvieran llenos de ella y no quedara espacio para nada más.

No me cabe. Debo ser más corta que el resto, pero no me cabe la alegría en estas situaciones. Discúlpenme. Porque seamos de donde seamos, o hablemos la lengua que hablemos, ante la violencia, el miedo siempre es el mismo. Nace de igual manera.

A aquellos que se atrincheran en una idea para subir a personitas perfectas y llenas de puntos suspensivos en este mundo tan ruin e imperfecto, con el "todo vale" o "yo aprendí así",permítanme aclararles algo:

El dolor de un guantazo, pasa. Es algo así como tomar conciencia de la naturaleza y los límites del otro. Tomar contacto con las herramientas de que se dispone para arreglar un roto o remendar un descosido, (ya sea a tiempo, o fuera de este), desechando todas las demás.
Empieza con el golpe acompañado del sonido. Luego solo queda la marca y el escozor.

Solo?
La frustación no pasa, y en dosis altas, se vuelve compañera de por vida.

Tras cada uno de esos golpes, uno pierde toda la dignidad, por completo, cada vez.

Uno acaba sintiendo que si aquellos que deben educarte, quererte y guiarte te tratan como un animal, probablemente no les falte razón. Ellos son los adultos. Ellos los que saben. Ellos los que te quieren y deben protegerte...

Tal vez alguno llegue a pensar que un golpe es solo eso, un golpe. Sin ser capaz de atisbar las consecuencias de que se acompañará solo una décima de segundo después..

Dónde quedan las palabras y por qué no podemos encontrarlas para servirnos de ellas?

Si un adulto me golpea haciéndome entender que es la manera, es muy probable que siga y repita ese mismo patrón a lo largo de mi vida. Me han enseñado que es la respuesta. Que abofetear es válido.

Aunque tras cada una de esas vejaciones yo note como el mundo se me cae encima porque no logro entender qué ha ocurrido para que me traten así, o no hayan sabido o querido encontrar otra manera. Y me volveré huraño, y mal educado, e irresponsable, y pensaré que la violencia es el camino, el arma que debo utilizar, por que si aquellos en quienes confío y a quienes quiero, me tratan así, es que los demás también deben hacerlo, aunque todos callen. Aunque no sea algo de lo que se hable o se presuma. Además, seguro que me lo merezco...

Un bofetón merma. Nos hace pensar que no somos buenos si necesitamos que la violencia física se imponga sobre nosotros. No somos válidos. No somos aceptados. No somos respetados…

A partir de ahí, todo lo que venga, nos llevará al mismo momento en que recibimos aquel primer bofetón o aquella primera paliza, donde pudimos comprobar como quienes debían protegernos, se convertían en monstruos.

Tras el primer golpe vives con un miedo atroz, y no porque duela. El cuerpo se acostumbra. Es por el miedo a que pueda repetirse y te haga sentir lo mismo que la primera vez, porque volverás a vivir la sensación de desconfiar de tus adultos. Ellos lo inundan todo. Tan perfectos. Me lo merezco…

No te imaginas lo complicado que es recuperar a alguien cuando ya ha empezado a creer que lo merece.

Ni de lo mucho que hay que hablar para que se cambien unas armas por otras, y puedan entender que lo mismo que las palabras duelen, también son capaces de solucionar millones de problemas.

No puedes llegar a imaginar el terror que siento cuando aquellos con los que convivo, y que deberían haber entendido que la violencia solo engendra más violencia, se cruzan a diario conmigo en la calle, o en la cafetería mientras tomo un café y compro la barra de pan, o en el institito...

A veces me asombro y me muerdo el carrillo por dentro para no tener que pedir a gritos que deje de utilizarse en cualquier forma. A veces, cuando no siento miedo, incluso soy capaz de pensar en las palabras... esas que están a un solo clic, a espaldas del momento en el que observas cómo levantan la mano y sabes que van a cruzarte la cara. Por no estar haciéndolo bien. Por no ser lo que quieren. Por no poder verlos felices porque tienen que levantarte la mano…por estar…por equivocarte…por no hacerlo como esperan…por no ser el hijo que esperan…

Entonces ese primer bofetón te golpea de nuevo por haber perdido toda oportunidad de que alguien te siente sobre sus rodillas y te mire con todo el amor y el respeto del mundo ( algo de cabreo también, para qué negarlo) y se acerque a ti para hacerte razonar acerca de tu comportamiento. Dándote así muestras de una confianza que debe hacerte sentir un igual…porque solo quieres que te expliquen cómo hacerlo...y a cambio solo puede crecer dentro la frustración que te carcome a diario por no saber hacerlo mejor.

La palabra puede convertirse en golpe. El golpe nunca en palabra.
Las palabras que golpean nunca son buenas palabras.

Supongo que no entiendes que no te entienda. De hecho, déjame decirte que no es lo que me toca. Eso debe tocarte solo cuando eres padre. Y deberían venirte debajo del brazo unos pocos dictados, para que te resulte fácil y puedas serlo. Aprende a darte antes de esperar recibir. Aprende del valor de las palabras. Enséñamelas. Y entiende que en el mundo, ya hay demasiados niños que han perdido la fe en sus adultos…

 

Cuando leo o escucho a alguien hablar de los dos guantazos o los dos bofetones que deberían haberse dado a tiempo, me pregunto qué no estamos haciendo mal para que nuestra sociedad piense, alabe y comparta esa idea.

 Hay algo que estemos haciendo bien?
 
P.D: Es el miedo el que nos lleva a tomar las armas. # D.E.P# Institut Joan Fuster
 
Cuídense.
 
Sean Felices.
 
Ciao.

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