DE GRISES, AZULES Y BLANCOS...




...Hay palabras que cruzan la piel de la espalda como latigazos. Deberías saberlo a tu edad.

Miradas y reproches que vienen a clavarse como lo hacen los aguijones de los insectos más rastreros. Esto también deberías saberlo si has logrado vivir un poco hacia afuera.

Desplantes que nos hacen menguar dentro de cualquier chaqueta. Juicios que convierten tres números más grandes los zapatos.

Deberías conocer también eso de la vergüenza ajena. Que empapela por completo el rubor de las mejillas de cualquiera mientras nos decidimos a mirar hacia otro lado.

Dentro poco queda tras decenas de miles de estocadas. El oído sabio y siempre atento entonará cualquier de las escalas para evitar aquello que de no obviarse, iría a tomar la cima de las estupideces en las que se amontonan todo este tiempo después, tus victimismos.

Mirarse el ombligo y sacar la pelusilla que viene a oler mal, es necesario y básico. Fuera excusas, morderse la lengua y pelotillas fuera. Está chupado! Todo esto seguido del café de la mañana. Es la única forma de empezar bien el día y no cojear con las mierdas que pudieras imponer o derramar el día anterior.

Avisos en forma de súplica silenciosa para no tener que añadir batallas o guerras, o para restarle razón a la certeza de haber equivocado el zapato siete vidas y media atrás.

Silencios grises que aburren porque no has aprendido qué hacer de la nada ni todo lo que guarda.

Armas que no matan, solo hieren. Una y otra vez. Y que empuñas sin saberlo porque no eres capaz de sopesar siquiera el peso…

Caminos que empiezan a bifurcarse una noche tras la cena, y agrandan la mesa en la que desayunamos la mañana siguiente dibujándonos como un pequeño punto en el horizonte.

Noches en blanco, en verde, en rojo, en fucsia y hasta en naranja.

Chocolates con los que tratas de confundir a tus papilas gustativas cuando la hiel rebrota una y otra vez de tu estómago, mientras achacas tu mal a las prisas y el estrés. Sigue engañándote estúpido mortal. Mira a ver si ha desaparecido ya tu ombligo…

Sigue contando los minutos y ponles precio, y desea que cuando llegue la vejez real, el hastío se haya hecho con tu mente y te premie con el regalo de no poder recordar nada.

Porque hay vidas en blanco, en sepia, en negro, insignificantes, perdidas, inútiles y hasta naranjas.

Oblígate a olvidar los números de todos los teléfonos y cuando estés perdido…eso. Cuando estés perdido maldícete y arráncate el alma a gritos esperando escuchar una voz que te calme y te devuelva al camino…

Corta todos los lazos, de raíz, y trata luego de seguir hacia adelante cuando la cobardía te recuerde que fuiste el mayor de los valientes por seguir caminando sin echar la vista atrás.

Tras haberlo olvidado todo.

Tras olvidar las mañanas en blanco, entre sábanas, bajo el nórdico, delante de las tostadas mientras la radio te pone al día de lo que ocurre ahí fuera. Cuando solo un punto en el horizonte te haga plantearte por qué la mesa es tan grande. O por qué no hay calor en un abrazo, o la más absoluta nada en las manos de quienes antes lo eran todo.

Aprende a desaprenderte. Enseña entre la gramática y el abuso. Y entiende que las lecciones aprendidas no siempre nos acercarán a nada que no sea el mayor de los vacíos que tú te encargas de llenar de nada.

Mientras, sin tu permiso y sin necesidad de aprobación, yo trataré de llenarme de todo ese nada mío, que para ti no es más que nada…

 

 

…Que en la vida puedas recoger aquello que te empeñas en sembrar toda esta tierra árida después.

 

Cuídense.

 

Sean Felices.

 

Ciao.

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