DÉJAME DECIRTE...
...
_Tienes deberes?
_Sí. De matemáticas.
_Puedes ponértelos a hacer ahora? _ Busca en su mochila y
mete y saca algunos de los libros que trae.
_No puedo hacerlos.
_Por qué?
_Porque me he olvidado el cuadernillo de matemáticas...
Permíteme que te hable de lo que significa ser madre de mi
hijo con Trastorno del Espectro Autista.
Déjame decirte que no es fácil. Que hay mañanas que tras
haberse vestido, tengo que decirle que se ha puesto la camiseta del revés. O
que no se ha lavado bien la cara, o que vaya a peinarse o a buscar sus gafas.
Una media docena de veces.
Déjame decirte que tengo que levantarme con mucho tiempo de
antelación, porque las prisas no le son buenas. Colapsarse le hace sentir mal,
así que nos levantamos con una hora y cuarto de tiempo cuando el colegio lo
tenemos a dos minutos en coche.
Déjame decirte que es capaz de llenar su bol de cereales él
solo. Dos veces. Tres. Y que muchas mañanas se da cuenta de que no va a
acabárselos. Que hay mañanas en que soy yo la que le llena el bol y viene a
decirme si puede repetir. Y vuelvo a llenárselo. Que cambiar su silla de lado
de la mesa lo pone nervioso. Las rutinas le facilitan muy mucho la vida.
Saberse encontrar en sus espacios, también.
Déjame que te cuente que cada mañana le meto el almuerzo en
una fiambrera que no vuelvo a ver, y que recojo del cajón de los objetos perdidos, si hay suerte,
algunos viernes. Déjame que te cuente que hay tardes en la que si abre su
mochila para repasar qué deberes tiene y logra encontrar dentro su fiambrera,
sonríe sintiéndose mejor.
Deja que te cuente que no hay comunicación con su profesor o
con el centro. Nada de lo que demando llega a buen puerto y la mitad de las
veces, ni cambios, ni reuniones, ni adaptaciones, ni… siempre recibo las mismas
palabras. _Su hijo tiene suerte de tenerla como madre.
Déjame que te diga que no quiero que la vida de mi hijo dependa
de la suerte, ni de la suya ni de la de nadie.
Déjame decirte también que de camino al colegio la temática
es a temporadas la misma. O pide música y lo veo mirar por la ventana mientras
trata de seguir el ritmo y la letra, o bien me habla de las evoluciones de los
Pokemon.
Deja que te cuente que tiene estereotipias que no puede
controlar, que han ido cambiando con el paso del tiempo y que lo que empezó
siendo un aleteo, ahora mismo le lleva a morderse el dedo gordo de la mano, llegando
incluso a hacerse un callo que tratamos con crema hidratante y vendando la
zona.
Deja que te diga que desconecta, que sigue riéndose solo,
hablando solo, montándose sus historias, como queriendo recordar qué ha dicho o
qué debe decir si alguien le pregunta algo.
Quiero que sepas que sigue teniendo problemas de autoestima,
y no porque no hablemos, o no le diga, o no lo anime, o no le susurre que creo
y confío en él. Es solo que el resto no lo hace, y lo llevan a frustrarse
cuando demandan sin entender que él no está para contentar a nadie, que sigue
esperando entender este mundo.
Déjame decirte que tenemos que marcar en un calendario los
días que faltan para hacer algo. O los contamos. Eso de pasado mañana o antes
de ayer, no va con él.
Me gustaría que entendieras, que siento que no está cerca,
que ni siquiera puede entender que como madre le demande besos o abrazos, así
que ya no lo hago, que llegan cuando llegan, sin hacerle sentir mal por eso, y los
recibo. Sin sorprenderme, porque entiendo que es cuando siente que debe darlos,
o cuando le apetece, o cuando le sale de dentro. Deja que me sincere y te diga
que en ocasiones he pensado que con eso no bastaba. Entiende que me he
acostumbrado, eso es todo. Como me acostumbré a que no hablara, o a que se
fuera lejos mientras lo tenía a mi lado.
Deja que te diga que noto que vamos hacia adelante cuando
los papeles y las listas desparecen de las paredes. Deja que te diga también
que es duro. Que hemos abierto un abanico de posibilidades y llevamos a cabo
aquellas que le gustan o motivan, que la música o la piscina llenan sus tardes.
Y las visitas a la biblioteca. Y que si no es el contrabajo será la guitarra o la
batería.
Que cuando acabe la rueda de instrumentos quiere probar con
el rocódromo. Y que lo mismo cuando acabe este curso, no podrá seguir en
segundo de Lenguaje Musical. Que entonces lo mismo nos planteamos el canto.
Deja que te diga que por más que yo equivoque en ocasiones
mis palabras por más que las piense o dibuje, él no ha aprendido aun a
contenerse, y dice lo que piensa, _…porque el aire que sale de mi boca no puede
hacerle daño a nadie, mami. Pero si solo es aire!!!
Deja que te diga que algunas texturas siguen pareciéndole
feas, aunque sean gustativas.
Que sus manos siguen siendo flores, o que de vez en cuando
vuelven a aparecer sus arcoíris. Años después y sigue colocando los colores en
el mismo orden…
Déjame decirte que odia las bromas. No hay sitio dentro para
entender la necesidad de hacerlo sentir ridículo, mal o herido… y todo lo que
ello comporta. Frustración. Más.
Que sigue haciendo nudos en sus dedos al hacer un lazo, o al
abrocharse los botones.
Que si te pide que no juegues con sus sentimientos, solo
entiende que los sentimientos son eso, notar un nudo dentro al que no puede
ponerle nombre porque no puede tocarlo, por más que tengamos un diccionario de
emociones.
Déjame decirte que sigue confundiendo palabras, o
inventándolas…
Que hay momentos en los que está enfadado y no sabe reconocer el motivo.
Que no le gusta el "russian red" sobre mis labios.
Que no necesita de orden para trabajar. Que es capaz de meterse de lleno en su libro sin tener en cuenta lo que le rodea.
Que no puede parar de moverse y el sofá acaba siempre perdiendo los cojines.
Que puede hacer seis viajes a la cocina con cada uno de los utensilios que utiliza para comer cuando le toca desparar la mesa. Que puede encender y apagar la luz cada vez que va a dejar un vaso o un cubierto a la pica.
Que se siente atraído por los espejos.
Que los avisos por megafonía siguen poniéndolo nervioso si el centro comercial está a punto de cerrar por temor a quedarse dentro.
Déjame decirte que siguen asustándole las voces altas, o los
ruidos que no puede saber de dónde provienen.
Deja que te diga que pienso que nuestro mundo va a quedarle
siempre lejano, que no podrá hacerse con él y que eso no me da miedo, porque
habré luchado intentando fabricarle uno a medida. Habré intentado que entienda que
debe tomar de este lo que necesite y llevarlo al suyo, esté donde esté, si con eso
consigo darle un espacio para que sea feliz.
Déjame que te diga
que no creo que entienda nunca lo anterior…
Déjame decirte que una orden tras otra. Que puede sentirse
mal si no es capaz de poner todos los cubiertos juntos, así que lo ayudo
repasando la mesa antes de sentarme a cenar. Y que en ocasiones lo despisto
para colocarle el tenedor que olvidó sobre su servilleta sin que se dé cuenta.
Quiero que sepas que aunque le encanten los espaguetis, no
los tomamos demasiado a menudo. No quiere que se los trocee y debo vigilar
porque apenas los mastica.
Que le encanta probar a hacer batidos.
_Por qué se dice: Antes y después de…?
Déjame decirte que contestar a sus preguntas no siempre es
fácil. O quizá no me haya acostumbrado a creerlo capaz de entender mis
explicaciones, por lo que busco la imagen más sencilla. Siempre. Deja que te
diga que desde que simplifico sus cosas, he aprendido a simplificar también
algunas de las muchas mías.
Que entiende como la mayor de las ofensas que no se le
escuche, porque plantear pensamientos en su cabeza es complejo. Seguir la
historia a veces se complica porque no sabe dónde se ha detenido a pensar qué
está contándote, y vuelve al principio porque no recuerda qué te ha contado, y
mejor andar sobre seguro, para que acabes por entenderlo.
Que no puede atender a más de una cosa a la vez, y que pone
todo su empeño en entender aquello a lo que le presta atención, así que si lo
distraes demandándole atención, lo mismo le cuesta reaccionar o incluso
agradarte con su respuesta, porque puede que a veces tampoco la haya.
Puede que si te lo cuento, lo mismo acabes entendiendo que
para él no hay posibilidad de cambio cuando algo no va bien, y se centrará
únicamente en la idea de que no es capaz de hacerlo. No de que haya otras
formas. Y ahí es cuando como madre vuelvo a tomar parte en la escena cuando
tras más de una docena de veces, sigue colgando la chaqueta en el colgador y
esta acaba en el suelo…
Si decide cantarte, escúchalo, porque está dándolo todo de
él. Y la vaca "Florinda" es muy importante. Solo intenta que acabe siéndolo
también para ti.
Entrar en su vida no te resultará fácil si no te esfuerzas.
Háblale y trata de captar su atención con algo que lo sorprenda. Ya te lo
habrás ganado y poco a poco aprenderá a reconocerte y a ubicarte como alguien
que forma parte de su vida.
Déjame decirte que he aprendido a cambiar las palabras, y
donde antes siempre colocaba un “no”, ahora coloco un “puede”. Donde antes
había un “ y si no logra…?”, ahora hay un “ pues seguiremos trabajando”.
Que los ratos en que hablamos y le pido que me cuente cosas
del cole, cuando le cuesta arrancar lo animo preguntándole si un platillo
volante ha aterrizado en el patio, y entonces sonríe, y me dice que no,
mientras lo despisto para que vaya comiéndose el arroz con champiñones, entonces me cuenta que han hecho en el
gimnasio “Futbás”. Y se siente interesante al formular la duda que a él le
parece básica.
_No creo que puedas saber si jugábamos a básquet con una
pelota de fútbol o si jugábamos a fútbol con una pelota de básquet… ( Déjame
decirte que es acabar entendiendo que primero chutan a la portería con una pelota
de fútbol, luego corren hacia la canasta y lanzan una de básquet, luego hacen
el circuito y vuelven a la cola…)
Déjame decirte que cada madre aprende de aquello que su hijo
necesita. Que es complicado y que no siempre se acierta. Déjame decirte también
que intento ayudarlo desde el respeto, intento verlo crecer desde el amor de
mis a veces locos actos. Déjame decirte que no trato de cambiarlo. Que eso le
haría estar doblemente perdido. Deja que te diga que en ocasiones no entiendo
el cómo o el por qué. Que hay mañanas que amanecen completamente grises y que
la rutina del ascensor me saca una sonrisa antes de llegar a la portería. Que a
veces me siento como un faro sin saber decirte qué parte de luz prefiero, si la
que lo hace a las aguas, o la que ilumina tierra adentro…
Sonrío cuando lo veo darle las buenas tardes o los buenos
días a algún vecino. La siguiente pregunta es a qué piso va, y deja claro que
si al otro no le molesta, será él el que apriete los botones en el panel.
Déjame decirte que he necesitado aprenderlo ni más ni menos que
como todos necesitamos que nos aprendan. Con tiempo y toneladas de paciencia.
Que tal vez no sea el niño más rápido detrás del balón, que puede que no te
resulte interesante lo que te cuenta porque su forma es lenta, puede que
incluso no entiendas de lo que te habla, que no sea el más cariñoso, o que te
extrañe o resulte falto de educación por su falta de agradecimiento.
Déjame decirte que a mí nunca me gustaron los balones, que
me hago a la idea de que no todos necesiten hablar de lo que yo necesito, que
mis formas sean siempre las mismas, que no sea la más cariñosa, y que en
ocasiones mi carácter o mi falta de educación me lleven a no agradecer siempre
que deba…
Deja que te cuente que a pesar de todo, porque debes pensar
que no es poco, tras todo, este es el más trabajo gratificante cuando sin
venir a cuento, me encuentro sintiendo míos algunos momentos, mientras leemos o
mientras trato de hacerle entender algo, o cuando cocinamos juntos, o cuando cantamos
juntos en el coche, o incluso cuando tras darle un beso, limpia la zona de la
cara en la que se lo he dado. Y es solo aceptación. Una manera como otra
cualquiera de observar una vida, diferente, igual de válida, y en ocasiones,
muchas, extrañamente bella y extraordinariamente grande.
Déjame recordarte que no hay nada de lo que hace mi hijo, si te paras a pensar, que no hagas o hayas hecho a lo largo de tu vida...
Cuídense.
Sean Felices.
Ciao.
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