DE GUERRAS ENTRE COMAS.
...Otra de esas listas.
El texto abierto en la pantalla, y releo tras haber releído
antes, y cambio una coma. Puede que de esa manera la frase se entienda como yo
la entiendo y la formulo en mi cabeza, mientras tras la falta de esa coma yo
imagino cientos de imágenes, y puede que el resto solo la necesidad de respirar.
Voy a la cocina para airearme. Friego los platos. La pica no
ha dejado nunca de estar llena, es lo malo de que no haya hueco para un
lavavajillas.
Saco de la nevera lo que creo que necesito para cocinar, y
lo dejo sobre el mármol.
Anudo una de las bolsas con cristal o envases que dejo en la
entrada con la esperanza de no olvidarla en alguna de las subidas y bajadas y
llevarlas hasta la zona de reciclaje. Una vez allí, la desanudo y empiezo a mirar
qué va dónde.
Pienso en esa coma, no puedo aclararme, me persigue, y la
pongo y vuelvo a quitarla hasta que finalmente me decido por alguna de las dos
opciones. Sin más. Ya volveré tarde o
temprano a empezar otra guerra con ella y con todas las de su especie.
No sabría decir cuántos documentos tengo abiertos, y salto
de un a otro, así que en menos que cante un gallo, habré empezado la misma
guerra en todos ellos. Soy bicho de costumbres, y lo que me vale en uno puede
ayudarme en otro, aunque tengo claro que eso sería lo mismo darles la misma
profundidad a unos y otros por igual, así que tras pensar esto, voy guardando
cambios y cerrando páginas.
En uno de los documentos nada. Ni un solo punto al que
disparar y hacer desaparecer. Recuerdo entonces la idea que me llevó a abrirlo,
y pasa fugaz la duda de si no debiera dejar de escribirte por más que pienso
que lo mismo piensas y reconoces que si no te escribo es justamente porque te
pienso. Sigo siendo bicho de costumbres raras, en eso también. No creo que llegue a
cambiar nunca. Lo mismo acabo volviéndome algo más erizo, si es eso posible,
por fuera, porque por dentro, todo lo de fuera se convierte en maniquí de
segundas que quiere aparentar todo lo nuevo de cualquier primera… no ando clara
de que andes buscándome entre comas que desconoces. Acabo de tener la seguridad de no tener
que releer este texto, porque puede que ande segura y que entiendas de que ando
segura, de que cambiar cualquier coma, le restaría rabia. Mover una sola preposición
o un solo sustantivo sería una gran equivocación. Y te harías con alguna que
otra imagen que quedará de la mía todo lo lejos que pueda hacerte entender la
dureza de la piel.
Es extraño, me doy cuenta de que no necesito recordar-te
para escribir, puede que lo haga solo dos millones y medio de veces a lo largo
del día, pero no para escribirte. Necesito atarme a lo que creció y aun anida,
pero no necesito atarme a ti para hacerlo.
Vuelvo a levantarme y vuelvo a tomar aire, esta vez entre la
ropa que anda tendida y que me dispongo a recoger y a depositar en su lugar, a
ver si entre alguna arruga o algún calcetín, encuentro la forma de ponerme de
nuevo esa piel y dejo de pensar por un momento que realmente puedas entenderme
y saber que hablo de lo que hablo. Me alejo de la pantalla, porque no queriendo
releer ahora lo mismo me pregunto si no sería lo mejor.
…Dejo la aguja enganchada en la tela, espero que no se haya
ido cuando llegue el momento, pero decidí coser el dobladillo y el bolsillo de
la bata de trabajo. Me di cuenta el miércoles cuando con la escoba en la mano,
el reflejo del gran espejo de la entrada de casa de la Señora Puri me devolvió
la imagen…vuelvo a los cuadros rojos y blancos porque entiendo que acaba de
escurrírseme entre las manos. A veces me siento estúpida por estar esperándola
a la zaga, supongo que corre más que yo y no puedo dejar de sentirme como El Coyote…
He tenido que pasarme todo el invierno tratando de aprender
eso. Ha sido curioso que te dieras cuenta solo con tomarnos un café en aquella cuca
cafetería.
No me he atrevido a decirte que hay un cajón que esconde
todas mis palabras, supongo que en el fondo no es más que miedo.
Recuerdo el color avellana y verde de tus ojos cuando
acompañados solo por las velas me preguntabas si le tenía miedo a algo. Y te
mentía, sabía que iba a mentirte cuando me planteé que esa pregunta podía
llegar. Sé que sabías que te mentía, porque hay cajones llenos que desconocerás
siempre, y no lo haré para ocultarte, si no para esconderme. Sé que sabes eso y
sé que sabes que lo sé.
Aguanto el hilo blanco entre los labios, me ha dado pereza
levantarme a por unas tijeras. Acabo la última puntada del corto hilo y me dispongo
a enhebrar de nuevo. Medí mal, bueno no, no medí. Aproveché un hilo solitario que
se había enredado entre algunos alfileres y otras agujas y bobinas.
Recuerdo que permanecíamos bajo el nórdico oyendo crepitar
la chimenea y viendo como las sombras danzaban en el techo, y acariciabas mi
brazo apoyado en tu pecho mientras jugaba con el vello que lo cubre.
_Me gusta tu piel. Es suave y huele bien aun después de que
toda la habitación huela a sexo. _Entonces una sonrisa ahogada me hacía balancearme
sobre ti. Y te incorporabas de la misma manera que yo, solo que apoyando el
codo contrario.
_No vas a decirme nada? _Te negaba socarrona y entonces
mirabas de leer en mis ojos.
_Ya veo. Supongo que crees que es dura. No te falta razón. _
Te estirabas entonces y te colocabas hacia arriba mirando al techo. Me mirabas
sin necesidad de mover tu cabeza, de reojo, divertido, prestando atención a mis
cejas levantadas invitándote a jugar al juego en que hemos convertido esto, mientras te seguía recorriendo el torso.
_No es blanca como el mármol, ni siquiera es fría, por más
que lo intentes, pero debes seguir picando, nena.
_Habló el especialista picapedrero!
_Perdona? _ Y sin tiempo a reaccionar, me volvías a colocar rehén
bajo tu cintura, que apretabas mientras tus pies trataban de anudar los míos,
en un intento aprendido tras la necesidad de los restos de la anterior huida…
Y te imploraba llorando de la risa que me dejaras ir, a
sabiendas que merecía un castigo por mi grave error, el de divertirme con tus
palabras. Y tras alguno que otro intento por zafarme, lograbas llevar mis manos
sobre mi cabeza, y tras asegurarte de que me tenías bien cogida, volvías a
repasar un costado, y luego el otro, solo que esta vez buscando dar otro tipo de placer.
_Se está usted riendo de mí, señorita. _ Y te negaba con la
cabeza porque abrir la boca hubiese sido contraproducente. No podía acallar la
carcajada que escondía en mi garganta e iba a delatarme con solo separar mis
labios, y por consiguiente, deberías fingir estar más enfadado aun…y tal vez
eso era llevar el asunto demasiado lejos.
Me fijaba en las arrugas que pueblan los extremos de tus
ojos y cómo en ellos veo la felicidad que hacemos solo nuestra, bajo yugos no
específicos porque no hay necesidad de llevar esto más allá de los ojos.
Mientras intentábamos adivinar de la vida del otro con miedo
a pronunciar, por si eso pudiera convertir esto en algo común… Con la necesidad
pactada en el más absoluto silencio para no encontrar nunca fronteras que
debiéramos atravesar…
Acabo de coser el dobladillo de la bata mientras me
reconozco despistándome, entelando sin darme cuenta entre cuadros rojos y
blancos, y situándome en aquella cama…
Cuando tras comernos a besos volvemos a enroscarnos el uno
sobre el otro, te miro mientras guardo
silencio y tú debes andar preguntándote por qué andamos en silencio…
Pongo en marcha la lavadora con las sábanas.
No sé si puedes entenderme, o de
si hablarte del miedo al blanco iba a cruzar alguna frontera imaginaria que yo
me impongo, o si hablarte de la posición de las comas iba a encontrarnos
atrincherados en alguna nueva batalla, así que respondo nada. Mientras
intentas ahondar en mis ojos por si en alguna esquina se esconde algo y
yo ando haciendo míos estos segundos entre guerra y juego…tampoco creo que
explicarte eso nos diera una tregua, y por consiguiente, tras esta coma, sigo
callando…
Cuídense.
Sean Felices.
Ciao.
Cuando sientes un amor profundo por alguien, no hay modo de escapar de él. Puedes buscar el modo de seguir tu vida asimilando que las cosas son así y que así están bien. Pero no olvidas. Tu corazón no olvida. Pero es que el amor es así. El bueno, el que remueve, el que te da vida. Saber que en algún momento has amado con esa intensidad es saber que tu vida ha valido la pena. Aunque quedase atrás, eso no importa, lo has vivido. Has sido afortunada. Quédate con eso y sigue adelante. No debes verlo como algo negativo, como una herida. Visualízalo como una etapa, como tantas otras que han pasado y que están por llegar. Te deseo lo mejor porque te lo mereces. Quiérete. Y ya vendrá lo que tenga que venir. Un besazo.
ResponderEliminar