SILENCIO AL OTRO LADO DE LA LÍNEA...



...Tras que las puertas se cerraran y dejara las bolsas en el suelo, hizo lo de siempre.

Y mientras, el mismo pensamiento de siempre. La horrible luz de aquel ascensor era incompatible con levantarle el ánimo a nadie

Una vez llegada a su piso las bolsas volvieron al suelo mientras volvía a buscar las llaves en el bolso.

Recordó que debía encender el teléfono.

Sin quitarse el fular y las gafas que había colocado sobre su pelo al entrar en el edificio, se dirigió a la cocina para dejar las bolsas sobre la mesa. Tomó un vaso de agua y camino de la habitación se deshizo del bolso, los zapatos, las gafas y el fular.

Dispuesta a tomar una ducha rápida y a preparar algo de cena, pasó por alto el desorden que reinaba en el baño.

Se desmaquilló.

Colocó el cepillo de dientes en su sitio y sacó el suyo.

Utilizó un coletero que sacó del primer cajón para recogerse el pelo.

Guardó el peine y la cuchilla de afeitar.

Colgó el albornoz tras la puerta y recogió algunos clips del suelo.

Al entrar a la bañera reconoció el patito de su hija.

Lo colocó junto a los demás juguetes y comprobó que aun quedara jabón de lavanda.

Dejó correr el agua unos segundos y se colocó debajo.



De vuelta a la habitación sacó unas braguitas del segundo cajón del armario, una camiseta del primer cajón de la cómoda, y un pantalón corto del tercero.

Las zapatillas esperaban donde siempre, y la vieron salir de la habitación descalza.

Una vez en la cocina colocó la comida en su sitio.

Al abrir la nevera cambió de estante la margarina.

Recolocó la leche en la puerta y sacó de allí los quesitos.

Tomó el envase donde guardó la verdura la noche de antes, y empezó a cocinar el pescado.

Se sirvió una copa de vino blanco frío y sacó los salva manteles y las servilletas de la cómoda lacada en blanco que había junto a la mesa del comedor.

Retiró de encima de la mesa algunos cuentos y libros para colorear y los dejó en el baúl blanco que había bajo la tele. Colocó los cubiertos y los vasos. Dobló las servilletas. Sacó del cajón de la nevera la fruta que comerían de postre. Y una vez la cena estuvo preparada la sirvió en los platos.

Apenas eran las ocho de la tarde.

Decidió esperarlos sentada el sofá.

Había aprendido a vivir del desorden propio y del ajeno, pero no lograba acostumbrarse a aquel ficticio.

Se levantó y encendió el teléfono.

Una docena de pitidos resonaron por el piso.

Sobre la pantalla algunos avisos de mensajes y tres llamadas perdidas. Todas de su hermana.

Decidió llamarla.

_Cómo estás? He estado llamándote todo el día. Quieres que vaya?

_No. Estoy bien.

_Qué has estado haciendo?

_Salí a comprar porque faltaban algunas cosas para la cena. No tenía yogures para la peque y a Alfredo se le había acabado el enjuague bucal…

Silencio a ambos lados de la línea.



_Cristina, cielo. Hace más de un año.
No puedes seguir castigándote así.
Se fueron. No van a volver…

Cuídense.

Ciao.

;-P

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