DE LUNES A VIERNES Y DE NUEVE A DOS...




Si algo tenía claro, era que la culpabilidad lo había poblado antes siquiera de poder darse cuenta.

Se colgó de sus pestañas, antes que sus actos empezaran a delatarlo de manera torpe.

Un silencio aquí, una mirada perdida tras un plato o una confesión demasiado sincera una copa después…

Había espaciado los tiempos y apretado con firmeza los labios para no pronunciar a destiempo y mal.

El nudo prieto de su corbata lo posicionaba allí donde debía estar durante las horas del día, y al llegar a casa tras la jornada laboral, aflojarlo lo sumía en un estado catatónico que no lograba quitarse de encima ni ojeando los mails, ni mirando noticias, ni sirviéndose una copa de whisky sin hielo.

Cuando trató de evitar lo inevitable, se encontró delante de un muro de hormigón armado que lo devolvía una y otra vez a los nuevos labios carnosos de aquella recepcionista nueva de planta.

Y se preguntaba si bajo el carmín y los escotes podía esconderse la mujer que lo había llevado a imaginarse cientos de escenas, una tras otra y tan diferentes.

Dejó sobre su mesa el portafolios y tras haber cerrado la puerta y entornado las persianas, se apoyó sobre el cristal de su despacho dispuesto a observarla a hurtadillas.

Apenas unos segundos lo separaban de aquel: Buenos días Señor Anselmo.

De su asentimiento y la entrega de correspondencia. Atusarse el pelo y sonreír. Llevarse la mano a la montura de sus gafas y colocarlas sobre una nariz perfecta, sobre una boca perfecta, bajo unos ojos almendrados, una tez clara y unos pendientes en forma de gota con pequeñas flores blancas dibujadas a mano…

Apenas unos segundos que habían colocado en su torrente sanguíneo más imágenes y latidos que los últimos veinte años de su vida.

La observó y se mantuvo allí hasta que el teléfono lo sacó del letargo…

_Señor, su esposa por la línea dos…

Tras eso, silencio. En un intento estúpido de imaginar su boca pronunciando aquellas palabras, con los ojos cerrados y una creciente necesidad intentando escapar de sus pantalones. Mientras miraba las persianas corridas de su despacho y la imaginaba desnuda en su cama,de nuevo, junto a las fotos de sus hijos y su mujer que junto al despertador, poblaban la mesilla de noche…
Cuídense.

Ciao.

;-P

Comentarios

  1. A veces las ilusiones y las fantasías nos dejan dos opciones o las realizamos o las abandonamos pero nunca dejar que se conviertan en obsesiones, porque pueden acogotar como el nudo de esa corbata.
    Has logrado con un lenguaje sencillo y sin distorsionar una lectura donde la culpa, el erotismo,la fantasía y la realidad se "cuelgen de las pestañas".

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  2. Decía Oscar Wilde que el único modo de vencer a la tentación es caer en ella. Y Wendy cree en Oscar Wilde,

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