UNA MALA NOCHE LA TIENE CUALQUIERA...

Y un peor despertar está asegurado…
Me desvela un segundero lejano.
Al abrir los ojos, apenas una penumbra ilumina la habitación.
Ando clavándome el reloj en el pómulo…
No recordaba que mi reloj hiciera ese ruidito que me impide dormir, y por lo que tengo que comprarlos completamente silenciosos…
Miro mi muñeca.
El reloj nuevo la viste.
Entorno las cejas intentando recordar qué acontecimiento me llevó a sacarlo del cajón y colocármelo…
A medida que la visión se acostumbra a la falta de luz y el lugar, reconozco que las sábanas me son desconocidas.
También esa mesita de noche.
Y las cortinas.
Y el cabecero…
Y juraría que o mucho ha cambiado mi vida, o el enorme reloj con números rojos tampoco es mío…
Oh Dios mío!
Meto la mano bajo el edredón y palpo mi cuerpo.
Llevo puesta la ropa interior e incluso las medias.
Aunque a estas alturas sólo encuentre una pegada a mi muslo.
No es hasta que me incorporo que noto el peso sobre mi cabeza.
Podría estallarme en cualquier momento.
Un regusto ácido me inunda la boca.
El cuerpo se mueve con una torpe inercia que me hace tambalearme hasta dar con el interruptor de la luz.
Mi ropa anda ordenada sobre una silla.
Intento combinar los movimientos justos para hacerla pasar de allí encima hasta mi cuerpo.
En ese momento la puerta se abre.
Ando en bragas y sujetador y me escudo tras el pantalón que aprieto sobre mi pecho.
Dónde andará la otra media?

_Buenos días. Cómo estás?

No encuentro definición exacta para que puedas hacerte a la idea del escepticismo, el asombro, la duda y el cabreo que por aquel entonces recorre no sólo mis ojos, sino mi boca y hasta mis mejillas.
Me giro dándole la espalda al hombre que acaba de preguntarme, y le respondo que bien.

_He preparado algo de desayunar. Tienes café y zumo recién exprimido en la cocina.
Quieres también tostadas?
_No voy a desayunar. Gracias. Me visto y me voy.
Si fueras tan amable de indicarme dónde está el baño.

Intento que mis palabras suenen frías y distantes.

_No hay prisa. Te vendrá bien comer algo para asentar el estómago. Y el baño está tras la puerta que tienes a tu derecha. Te espero en la cocina.

Cuando la puerta se cierra, deshago por completo la cama en busca de la media anarquista, y me meto en el baño…
Joder!
Menuda cara bonita.
Qué narices hiciste anoche?
Mierda!
Me abalanzo sobre la puerta una vez entiendo que mi cara no va a cambiarla un chorro de agua fría.
_Oye. Perdona. Esto…
_Alex. Me llamo Alex.
_Está bien Alex. Anoche…
Noto una sonrisa pícara en su boca y sus ojos no tardan en contagiarse.
Levanta las cejas.
_No. Anoche no ocurrió nada y ocurrió de todo…
Entiende por mi expresión que no ando en condiciones para adivinar nada por más que el reloj pase de las tres de la tarde.
_Te lo explico mientras desayunas. Ok? No tardes. Las tostadas van a enfriarse.
_Ya te he dicho que no tengo hambre. Gracias.
_No pienso dejarte salir de aquí hasta que hayas comido algo.
Montse y Carlos siguen durmiendo, claro que ellos se acostaron más tarde que nosotros…

_No encuentro la camisa. Sabes dónde está?
_ En la lavadora.
_Y por qué lavas mi ropa?
_ Ponte este jersey. Mientras desayunas te lo explico.
_ Pero vamos a ver. Qué parte no entiendes? No tengo hambre! Sólo quiero irme a casa.
_Vale. Ponte el jersey.
Tienes un cepillo de dientes nuevo sobre la repisa del baño. Úsalo si así lo crees conveniente.

Vuelve a cerrarse la puerta y entonces exhalo mi propio aliento sobre la palma de la mano…
Oh por Dios Santísimo!
Que llamen a Bush que he encontrado las armas de destrucción masiva!...

Demasiadas preguntas se agolpan sobre las sienes, y las noto palpitar una tras otra…
Tomo aire antes de decidirme a salir. Observo la cama despedazada la mire por donde la mire. Dejo recogido el baño y me dispongo a enfrentarme a un completo extraño con el que teóricamente he pasado la noche, o del que como mínimo, he usado baño y cama…
Ver para creer.
El olor a café inunda aquel pequeño comedor.
Una manta sobre el sofá me invita a pensar que tal vez él durmiera allí.
No tomo asiento y agarro la jarra de zumo de naranja y sirvo un vaso.

_Con qué tomarás las tostadas?
_Dónde está Montse?
_Duerme aún. Puedes mirar tras la puerta de la habitación de invitados.
Me dispongo a hacerlo bajo la atenta mirada de ese tipo.
Ya de vuelta, lo contemplo sonriendo.
_Qué te hace tanta gracia?
_Salís mucho tú y tu amiga?
_Y tú, acostumbras a traer a todos tus ligues a tu casa y los metes en tu cama?

Un silencio incómodo se hace con el ambiente, y desde él me sitúo para estudiar al oponente…

_En cuanto acabes el desayuno te acercaré a casa.
_Puedo volver sola.
_ No. No puedes. No sabes dónde estás.
_Y supongo que tampoco piensas decírmelo?
_Puedo.
_Y dónde carajo estamos?

Me indica con la cabeza que mire por la ventana, y una vez allí, descubro un mar plata que la baña de lado a la lado…
Tras montarnos en su coche, más de dos horas de camino y un mal estar que se ha apoderado ya hasta del rímel que mal viste mis pestañas, me tiende una tarjeta con un número de teléfono…
_Mira, te lo agradezco, pero no creo que sea una buena idea. Gracias por todo y…
_No te confundas Bella durmiente. Espero recuperar mi jersey. Supongo que tú querrás hacer lo propio con tu camisa…
La sensación que salpica mis mejillas es por entonces demasiado intensa para poder controlar ya nada, y me despido con un simple Ciao…

Y ando pensando en dormir esta noche con su jersey puesto…

;-P
Ciao.

Comentarios

  1. ¡Buáj! Suena a pesadilla y de las atroces... ¡Pobreta!

    ¿Sabes que pensaba a medida que iba leyendo tu relato? Pues que es muy probable que el tipejo ese, con disfraz de oveja, pero que en realidad oculta su verdera personalidad: la de lobo, te echara algo a tu bebida la noche anterior, o te emborrachara hasta que perdieras el sentido y la noción del mundo y de Kronos...

    Como supongo que este relato es verídico, sólo tengo que decirte, que ándate con cuidado, que hay muchísimo loco y fantoches sueltos por ahí. Te lo digo con cariño, y si este relato es inventado, entonces te felicito por la credibilidad en cómo lo has narrado.

    Baci e abraci,

    Amber

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  2. Una excelente manera de descubrir que no eres Heidi.

    ¿Te he dicho las suficientes veces necesarias que te prfiero por mucho a Heidi?

    Dile: (a) que no le devuelves el jersey si no te presenta a su santa madre para un té? (b) que no tienes ropa que ponerte y solo iras a verlo con su jersey (c) que has recordado la noche anterior y (c1)no quieres volver a verlo (c2) que cuando repetis.

    Me ha gustado la historia de tus normales noches, quiero mas.

    ¿Ya te han llegado las instrucciones de vuelo?

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