ME PIDO SER RANA... ;-P

No dejamos de ser animalillos.
De vez en cuando me pregunto si racionales o por el contrario, hemos inventado ese término para crecernos ante los más débiles o como los que a diferencia de nosotros, no se comunican mediante signos que en ocasiones ni nosotros mismos comprendemos. Bajo una lengua que siendo la misma, parecemos desconocer sólo con diferenciarnos sexualmente y para colmo, con estados anímicos que nos hacen actuar como sabemos que no debemos…En fin, ver para creer…Animalillos racionales…Lo que yo digo.

Tarde de primavera ya.
Por fin!
Y lo hace bajo un cielo que amenaza lluvia de nuevo.
Menudo año.
No ha estado mal, pero creo que empiezo a parecerme a una rana.

De esos días en que permites a tus sábanas que se apoderen de tu cuerpo y tu subconsciente ( otro detalle por el que nos diferencian de los “ irracionales”)…
El caso es que tienes mil y una cosas por hacer, pero tu cabeza está tan poco acostumbrada a la falta de estrés, que te colapsas hasta el punto de salir de la cama pasadas las tres de la tarde, mirarte en el espejo del baño mientras intentas que por arte de magia desaparezca la hinchazón bajo tus ojos, tu nariz vuelva a su estado normal, los pelos sean los tuyos propios y no los del viejo y jubilado león de la Metro y tras el espectáculo te metes de cabeza en la ducha.
Tras acabar de comer_merendar, decides que una de las cosas que tienes pendientes es ir a limpiar el coche, o el día que los del C.S.I busquen pruebas de un crimen, van a encontrar todas las marcas posibles de galletas y zumos habidas y por haber en el mercado, además de restos de patatas, ganchitos y el día que mi madre me pilla despistada intentando concentrarme en la carreta, los lacasitos que se le caen al peque, y que por ser invierno no son peligrosos, pero que tan buen recuerdo guardo de ellos desde el verano pasado...

...Coche aparcado a pleno sol.
Más de treinta y cinco grados en el exterior y lacasitos que se habían caído en el coche unos días antes.
Sin comentarios.
Porque hacérselo entender a mi madre es hablar con una pared llena de animales irracionales que no entienden de asientos de piel o ante.

Paso a ver a papá y le pido un café. Le pregunto si los aspiradores de la estación funcionan y su mueca me hace pensar que tendré que dirigirme a la otra estación a aspirarlo.
Meto el coche en el tren de lavado a sabiendas que va a llover, y en ese instante aparece en mi mente la pared llena de animalillos en los que encuentro a mi madre. A su lado estoy yo.

No sé por qué las estaciones de lavado me llaman de esa manera los días de lluvia. De racionalidad estábamos hablando, no?
Por Dios que me estudien ya!
Costumbres arraigadas que nos llevan a actuar siempre de la misma manera. Nos funcionan y nos valen.
Llave en el contacto, radio puesta, fuera alfombrillas, limpia cristales y papel de cocina, spray para el salpicadero, otro para la piel, otro para el ante, toallitas varias. Queda ambientador.
Subo el volumen de la radio cuando me decido a meter la moneda de euro en la máquina aspiradora. Estoy sola. Puedo incluso contonearme sin que nadie observe. El canuto del rollo acabado de papel de cocina sirve de micrófono…
Era racionalidad, no? Y supongo que la vergüenza ajena no tiene cabida. La propia menos, y es que entre los grititos y el volumen de la radio sumado al ruido del aspirador, hacen que no me percate de que al lado hay un chico con un coche metido en el lava, mientras observa el número de la Spice girl descarriada, arrítmica y con una voz maravillosa siempre y cuando no salga de su boca.
Acabo el trabajo de limpieza y aspiración de ganchitos, restos de galletas y abrillantamiento de asientos, y cuando meto la llave en el contacto…
Mierda!

Apago de nuevo el coche.
Lo intento algunas veces, y con un coche impecable sin una motita de polvo, ni restos de nada que delaten que allí mi hijo se monta las fiestas de la merienda todas las tardes, empieza a llover…

El coche no arranca!
Debe estar flipando por la aspiración y ha decidido morirse allí mismo.

No enciendo la radio.
Debe ser la batería.
Llamo para que alguien venga a ayudarme y una hora después, cuando mi hijo y su padre aparecen, vuelvo a la anterior estación en busca de unas pinzas. Compro líquido refrigerante y limpia para los parabrisas.
Llevo una lata en el coche y si mal no recuerdo es aceite.
Puesta a punto a tope!
Sigue lloviendo y tras algunos intentos el coche se pone en marcha.

_El peque está raro. No ha querido comer demasiado. Ha merendado poco.
_Tranquilo lo llevo para casa y lo ducho. Intentaré darle la cena y si mañana está igual lo llevo al médico.

Me despido de mi asistente en carretera y monto a peque en el coche para dirigirnos a casa.
Ha estado media hora en la estación pintando con colores en una libreta que mami lleva en el lateral de la puerta trasera. Me ha pedido agua. Lo noto pocho.
Salgo de la estación y lo miro por el retrovisor. Está con la cabecita ladeada e intenta decirme algo…

_Mami….

Y eso es todo. Después de su intento por avisarme, lo poco que ha comido ese mediodía va a parar sobre las fabulosas alfombras recién aspiradas, sobre esa piel gris que cubre los asientos, sobre ese ante, sobre la parte posterior de los asientos delanteros y llega hasta la radio, el cambio de marchas y la ropa de mami…
Llego a casa dos horas después de haber salido, con el coche peor de lo que lo llevaba y lo primero es bajar al peque y meterlo en la ducha.
Parece que tras haber vomitado, está mejor.
Algo debió comer que no le sentó bien.
Vuelta al coche.
Por dónde empiezo?
Y si lo vuelvo a llevar al lavacoches y lo meto con las puertas abiertas?
Y por qué me empeño en lavar el coche los días de lluvia?
De la lista de tareas pendientes y me emperro en hacer lo único que estaba claro que no podía salir bien.

Nota escrita por un animal femenino que anda pensando en su irracionalidad y que ha llenado el coche de ambientadores.

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