NOCHE BAJO LAS ESTRELLAS...

Pasan de las diez de la mañana cuando llego a casa.
Sin apenas haber desayunado.
Retozar bajo las sábanas nos llevó más tiempo del esperado.
Y aunque el juego empezó nada más las luces asomaron tímidas filtrándose por las rendijas del pórtico de madera que cerraba la terraza en la que la noche anterior cenamos y discurrimos para llegar sólo a conocer un poco más del miedo del otro, las sábanas parecen habernos hecho prisioneros de un deseo del que no hemos podido desprendernos casi tres días después.

Me dirijo a la jaula de los hamsters.
Ya han abierto los ojos.
Y los veo llevarse a la boca, con sus pequeñas manitas, los cereales más pequeños, y roerlos mientras la madre los arrincona a todos para tenerlos controlados.
Alguno de ellos, el más audaz tal vez, se ha enfilado a la rueda y no sin algunos problemas, mira de hacerla rodar.
Como pasara meses antes con la pareja de roedores que le regalaran a mi hijo, la velocidad dentro de la rueda es tal, que en ocasiones salen disparados, yendo a parar sobre las briznas en las que han convertido el algodón o el papel de cocina.

Alguno se esconde dentro de los canutos de papel higiénico vacíos que les hemos puesto.
Verlos entrar por un extremo y salir corriendo por el otro, me arranca una sonrisa.
Ya tienen pelo. Y son tan pequeños…

Han sido tantos los pensamientos, que no creo que pueda colocarlos en orden a todos.
Muy probablemente, y mientras suena la música de Noa que me grabaste en el pc, intento cerrar los ojos y empezar desde el principio.
O puede que lo mejor sea empezar por el final e ir echando la vista atrás.
Sea como sea, dentro de un orden que desconocerás y que me llevará a escribirte moviéndome entre uno y otro pensamiento, intentaré relatarte cuántas emociones han vestido éstos, mis últimos tres días.


Domingo.
Sólo unas decenas de horas antes.
Te espero.
Llevo unos días agotada.
Finalmente y mientras trataba de poner orden en algunos bolsos, encontré valiums.
Respiré aliviada pensando que podría relajarme tras algunos días en los que contracturas varias y preocupaciones muchas, me llevaban a pelearme con las sábanas en una continua guerra que ganaban ellas, haciéndome despertar zombi y movida por la inercia.

Esa noche y tras la cena, las velas, las risas, las fotografías en blanco y negro de nuestra infancia, tras llevar esperando días tu piel, y la complicidad que la viste cuando la hago mía, un par de myolastanes y un valium después, caigo rendida en los brazos de un Morfeo al que le has ganado la batalla.
Y te siento.

Despierto y no hay rastro de Morfeo. Ni de sábanas en las que se hayan librado otras guerras que no colmaran de victorias los ojos, las manos, los labios o nuestras cuevas…
Pero es demasiado temprano.
El sueño ha cundido.
Tengo calor y has parado el aire acondicionado, así que prefiero dirigirme en el largo camisón de raso negro al sofá.

Unas horas después, tras abrir los ojos, te encuentro ante mi.
Sentado en el butacón.

_Qué haces?

_Verte dormir…

El tren sale pocos minutos después de las tres de la tarde.
Y mientras te espero bajo una enorme arboleda donde revolotea la vida y la cotidianidad de una gente a la que desconozco, la veo sentarse a mi lado.

Me pregunto cuántas lágrimas no habrán resbalado por esas mejillas.
Parece cansada del tiempo.
Se llama Joaquina.
Setenta y nueve años, y fracciones de una vida que comparte conmigo, entre sonrisas y recuerdos que empañan sus ojos.

Enamorándose ya mayor.
Compartiendo una sola fracción de un tiempo, demasiado pequeño, con el hombre con el que decidió casarse para no tener hijos porque ya eran ambos mayores.

La tomo de la mano.
La animo a buscar a ese amigo con el que habla a diario.
Lleva unos días sin aparecer y no conociendo donde vive, espera en ese mismo banco algunas horas durante la mañana.
Hoy ha habido suerte y lo ve cruzar por la acera de enfrente.
Se despide presurosa.

_No se preocupe mujer. Vaya usted.


Vuelvo a la lectura todavía con sus pedacitos danzándome en las manos.
Bajo los árboles.

No tarda en regresar apoyada en su bastón y con una sonrisa en los finos labios.

_Ha estado unos días algo bajo de ánimos con este calor.
Por eso no lo veía.

Sonrío a sabiendas que es de lo poco que a estas alturas le queda.
Horas de charla junto a un hombre que como ella conmigo, compartirá sus montoncitos de arena.
Ando segura de que Joaquina sabrá hacerlos suyos y los sacará de alguno de sus cajones. Llenos de polvo. Y podrá verse en la misma ciudad. Bajo la misma lucha y los mismos miedos que a día de hoy comparten ambos.

Se despide agradecida.
Probablemente no entienda que sus palabras son para mí más valiosas de lo que piensa.
Las hice mías.
Y hoy me llevan a recordarla.

Tomamos el tren y las atenciones son continuas.
Miro el panel donde se nos informa de la velocidad del ave.
Tu mirada te delata.
Andas divirtiéndote.
Pedimos cava.
Tras él la merienda.
Algunas personas que perdidas llegan tarde al vagón, intentando hacernos cómplices a todos de una naturalidad que conozco demasiado bien.

El hotel apenas está a dos calles de la Basílica del Pilar.
Sexta planta. Desde podemos ver las torres que lacadas en tonalidades verdes despuntan sobre algunos de los tejados.
Una gran terraza.
Algunas fotos.
Algunos paseos.
Risas.
Que compartimos.
Todas.

Y tras una cena en la que volvemos a deshacernos de nuestra piel, volvemos a recordar.
De camino al hotel pienso que no me apetece estar en la habitación, así que dispongo la manta que han dejado en el armario y los cojines, en el suelo de la terraza.
El cierzo no ha parado de estar presente en nuestras caminatas sobre los puentes y el borde del rio, así que nos cubrimos con el edredón de la cama, y nos disponemos a mirar el cielo estrellado, y las luces de las grúas que salpican el cielo.
Pavarotti se suma para ponerle una banda sonora a una de nuestras fracciones compartidas.
Y caigo rendida bajo un cielo estrellado.
No acierto a adivinar cómo llegué a la cama.
Pero amanecí en ella cuando los obreros del edificio de enfrente se dedicaban a quitar a base de maza todos los encofrados.

Desayunamos junto a Quique.
Un hombre que encontró su filosofía de vida…

Tras algunas gestiones y pasar por su consulta para que mi espalda volviera a la normalidad bajo sus manos sabias, nos encaminamos a comer.

Y me lleno de todos los detalles de su viaje a la India.
En ese justo momento y mientras acaricio con mi pierna la tuya bajo la mesa, me siento lejos.
Viendo sus fotos.
Escuchando su historia.

Es un tipo interesante.
Peleón.
Pero interesante a fin de cuentas.

Seguimos tras mi viaje lejos de ti aunque teniéndote al lado, paseando por las calles de Zaragoza.
La despedida llega apenas media hora antes de tener que tomar el tren de vuelta.

Tras turnarnos a ratos para dormir sobre el regazo del otro, llegamos a una Barcelona en la que la noche ya ha caído como el cansancio sobre nosotros.

Descartamos la idea de venir hasta casa, así que tras pedir pizzas, compartimos tus espacios.
Me hago con la terraza. Allí dispongo la cena mientras tomas una ducha.
Y seguimos hablando de lo que hemos creído perder.
Sin saber demasiado bien si volverá a nosotros en cualquier otro momento.

Tengo la impresión de que me sientes como un barco a la deriva.
Y es que no quiero llegar a puerto.
Sólo navegar.
Me deshice de las velas echándolas al primer mar que encontré en este nuevo camino.

Y mientras los sombreros visten las cabezas, escucho entre susurros que cambias el nombre de Sara por el mío…

Me parece tierno. Como la mañana de días antes, cuando te encontré al despertar sentado a mi lado…

Esta es mi filosofía.
La que he querido infundirle a mi vida.
Porque la hay.
No hace falta que te lo preguntes.
Cuando la encuentres podrás invitarla a que te acaricie cuando así lo desees.
Y podrás envolverte de ella las noches de deseos compartidos con miedo y palabras que se lanzan a otra vida…

Sólo debes aprender a escucharla en otras bocas.
Entonces sabrás que la hay.
Puede que entonces puedas llenarte de ella hasta el punto de sentir dentro que llegaste a compartirla.

Sólo debes entenderla.
Crearla para que se amolde a tu piel…

La sientes?

Comentarios

Entradas populares de este blog

MERECES...

CONSTELACIONES... ( 3 DE MAYO DE 2009)

QUÉ TEXTURAS PINTAN LAS NUBES?...