INVITAD@ QUEDAS...( DE NUEVO)

...A ratos sentía que estaba maldita.
Que nada de lo que tocaran sus manos podría darle paz.
Otras, se negaba pensar, no por ello dejando de sentir a los cuervos negros susurrándole en sueños.
Los veía revolotearle nada más cerrar los ojos para intentar encontrar un sueño que se le escapaba entre sollozos, madrugadas y augurios de batallas que se abrían en frentes en los que no se veía capaz de luchar.

Sentía malditos sus pasos.
El aire se corrompía nada más rozarla y al llenarse de él, ya lo había convertido en ausencias que la maldecían allí por donde fuera.

Se alejaron de su vista los amaneceres, las noches, los torreones de los campanarios, los jaleos escondidos en parques desiertos.

Empezaron a confundirse las horas.
El tiempo que en ellas se cruzaban inescrutables.
Miríadas de palabras sin sentido.
Huecas de razón y en cambio llenas de augurios y presagios que venían a hablarle en bocas de cuervos negros de afilados dientes…

Se creía maldita.
Lejos de la vista de cualquiera que no advirtiera tras mucho escrutar, para acabar encontrándola entre nadas y alas negras.

Las calles tornaron en un color sepia.
Vacías.
Sin olor a esperanza.
Sin el color de ésta.
Sólo salpicadas por destellos anaranjados que de vez en cuando la hacían acercarse a una esquina u otra para comprobar que sólo las habitaban perros famélicos.

Se sentía tan maldita que había hecho desparecer de los árboles a todas las palomas.
Todas las hojas.
Y ni aún así lograba que los rayos del sol la acariciasen o la salpicasen.

Viejas hojas desparramadas por doquier.
De viejos diarios.
Que contando viejos augurios, la devolvían a un tiempo remoto.
Demasiado remoto incluso para recordarlo.

Miraba sus pies descalzos.
Y sentía que la tierra sobre la que caminaba seguía siendo la misma.
Maldita como lo que llevaba dentro.
Corrompida como el aire al tomar contacto con su cuerpo.

Nauseabunda como las esperanzas que hicieron desaparecer a las palomas.
Famélica de la misma muerte que tras los ojos hundidos mostraban los perros de los callejones.
Desesperada por la falta de aire que barriera de olvido aquella ciudad.
Deseosa de una brisa que llenara de hojas los árboles.
Falta de vida y sobrada de demasiado cansancio.
Hambrienta como los canes.
Sepia como el color de sus calles.
Desnuda como los árboles.
Desahuciada por el aire que la recorría por entero como a aquella maldita ciudad…

Guiase a donde guaira sus pasos.
Uno tras otro.
Para recorrer en círculos destellos de esperanzas quebradas.
Almas que tras sucios ventanales venían a olvidarse a sus vidas como ella hiciera.
Las fachadas de los altos edificios recordaban el terror.
Barricadas en las entradas.
Tablones que intentaron impedir la entrada.
Y todo resultó en vano….
Podía ver su aliento envenenado escapar entre sus labios.
En busca de un espacio mayor e igualmente yermo.
Acompañada sólo por aquella vieja muñeca de trapo que por ojos tenía dos botones negros.
Las alas…
Los cuervos…
La negrura de los rostros que tras sucios ventanales se escondían del paso del tiempo…
Las palabras que aquellos animales le susurraban para descubrir al amanecer…
Y creerse maldita…

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