PEQUEÑOS BROTES...

Reconozco que tenía mucho más clara la idea cuando volvíamos con los peques dormidos en el coche.
Un atasco no siempre es bueno. En este caso y tras los nervios de esa misma mañana, kilómetros de charla y atascos para bromear y hacer algunas fotos.
Recuerdo los brotes pequeños de las moreras. Los miraba y pensaba que así empezó todo.
Con miedo a la vida. La que debíamos dar más allá de la nuestra.
Y poco a poco fuimos apareciendo una a una en la vida del resto, para acabar dando forma a esos brotes que más tarde se convertirán en grandes hojas y pasarán a formar parte de una sociedad como les tocó a nuestros padres hacer con nosotros.
Los árboles andan desnudos y apenas se divisa el verde. Nada contrasta con el tronco que se ata al suelo que le da la vida.
Y años después seguimos encontrando nuevos brotes que vienen a llenar de nueva vida y luz el camino andado hasta ahora.
Tomo en mis manos un pedacito de ella, de esa vida, y puedo acercarla a mi pecho, mirarla a los ojos y ver un sinfín de amaneceres esperando despertar en ellos.
Seguimos buscando entre nosotras la palabra que nos despoje del miedo. Nadie nos advirtió nunca y a día de hoy seguimos necesitando consuelo.
Un abrazo viene a darnos el calor que llevamos días esperando.
Y si hasta ese momento has mantenido el alma en vilo y temerosa, cuando percibes la sonrisa del reencuentro, la abres por completo para poder robarles un pedacito de esa paz a cada una de ellas porque sólo nosotras la llevamos dentro.
Algunos años después. Tras otros miedos. Tras otras vidas. Tras nuestras tormentas. Esas que intentamos compartir para sentirnos cercanas y mujeres a fin de cuentas.

Reconozco la complicidad en algunas miradas, y vuelvo a echarlas de menos.
Unas vidas que logran anclarse fuertes a las ramas. Aguantando lluvias y tempestades. Estaciones que las llevan a cambiar y a renacer a cada poco.
Otras que van cayendo marchitas y tristes, hasta quedar esparcidas en el suelo, esperando que el viento las arrastre y las convierta en nueva vida para otros…
Sin miedo. O tal vez con todos los que las poblaron haciéndolas caer…

Sea como sea el miedo compartido se hace más llevadero.
Reconforta saber que puedes contar con que alguien tome tu peso de vez en cuando y te permita descansar.

Recuerdo el camino de vuelta. Las luces rojas de los vehículos. Los conos. Volver en contra dirección por Diagonal.
Recuerdo las bromas.
Mirar el G.P.S esperando que por arte de magia marcara menos distancia y menos tiempo.
La salida nueve de Sarrià. Llegar hasta la salida dos de Roquetes…
Recuerdo…
Y podría parecer que sólo es eso lo que me llevo…
Sólo eso…

GRACIAS MOSQUETERAS.

Comentarios

  1. Qué bueno encontrarnos...
    Cuanto bien recibo de vosotras.
    Ha sido mágico veros.
    Todas para una y una para todas.
    GRACIAS!!

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