NEGRA NOCHE.
Decidida a no dejar pasar la oportunidad, me encamino a la dirección que he apuntado.
La noche está tranquila todo y haber partido.
Me muevo sigilosa entre el juego, así que nadie se percata de mi.
Casi y por sorpresa tras los pasos que acompañan mi cabizbaja vista, y me encuentro ante la puerta.
Veo al malabarista de palabras nada más llegar.
Es un local con “solera”.
Que cada uno entienda cuanto las palabras sean capaces de transmitirle.
El tiempo parece resbalar por las paredes y los techos.
La inocencia parece haberse impregnado en ellas, y sólo los tonos granates y marrones parecen verse reflejados en el gran espejo que preside la entrada.
Las tulipas de la lámpara parecen albergar historias extraordinarias llenas de melodías y arpegios que rasgan palabras una noche tras otra…
Sabias bajo el manto del olvido.
Al otro lado de las sombras…
Las islas vacías se disponen esparcidas con orden sobre el largo mar de sillas desiertas que tiempos después empezarán a poblarse de desiertos únicos, esperando que oasis y mareas, ráfagas y palabras vengan a inundarlas…
Perros y mujeres desnudas se insertan rojos sobre las desconchadas y sucias paredes.
Abandonados por completo al abandono de los ojos.
La oscuridad lo envuelve todo y sólo una escalera al fondo parece emerger para dar vida al baile de pensamientos que espera tras la latente barra.
El silencio cubre la gran bóveda y los gritos ocultos esperan para aflorar.
La respiración parece verse reflejada en oleadas negras que llevan a llenar negras páginas que se escribirán esta noche y no se repetirán nunca.
Ya nada será igual.
El segundo es eterno y único.
La equivocación sube los peldaños de ese caracol que se pierde en el alto oscuro.
La noche nos acompaña dentro y fuera.
El frío acaricia el pensamiento y la esencia corre de mano en mano para acercarnos a la gran puerta de las páginas en blanco que aún quedan por escribir.
La voz envuelve al acorde que guarda celoso dentro de sí un oasis muerto de frío y oscuridad al que no han llegado aún los acentos o los puntos. En el que se han perdido livianas las comas que entorpecen la escritura mientras buscas dentro de ti de qué llenarlas…
La noche está tranquila todo y haber partido.
Me muevo sigilosa entre el juego, así que nadie se percata de mi.
Casi y por sorpresa tras los pasos que acompañan mi cabizbaja vista, y me encuentro ante la puerta.
Veo al malabarista de palabras nada más llegar.
Es un local con “solera”.
Que cada uno entienda cuanto las palabras sean capaces de transmitirle.
El tiempo parece resbalar por las paredes y los techos.
La inocencia parece haberse impregnado en ellas, y sólo los tonos granates y marrones parecen verse reflejados en el gran espejo que preside la entrada.
Las tulipas de la lámpara parecen albergar historias extraordinarias llenas de melodías y arpegios que rasgan palabras una noche tras otra…
Sabias bajo el manto del olvido.
Al otro lado de las sombras…
Las islas vacías se disponen esparcidas con orden sobre el largo mar de sillas desiertas que tiempos después empezarán a poblarse de desiertos únicos, esperando que oasis y mareas, ráfagas y palabras vengan a inundarlas…
Perros y mujeres desnudas se insertan rojos sobre las desconchadas y sucias paredes.
Abandonados por completo al abandono de los ojos.
La oscuridad lo envuelve todo y sólo una escalera al fondo parece emerger para dar vida al baile de pensamientos que espera tras la latente barra.
El silencio cubre la gran bóveda y los gritos ocultos esperan para aflorar.
La respiración parece verse reflejada en oleadas negras que llevan a llenar negras páginas que se escribirán esta noche y no se repetirán nunca.
Ya nada será igual.
El segundo es eterno y único.
La equivocación sube los peldaños de ese caracol que se pierde en el alto oscuro.
La noche nos acompaña dentro y fuera.
El frío acaricia el pensamiento y la esencia corre de mano en mano para acercarnos a la gran puerta de las páginas en blanco que aún quedan por escribir.
La voz envuelve al acorde que guarda celoso dentro de sí un oasis muerto de frío y oscuridad al que no han llegado aún los acentos o los puntos. En el que se han perdido livianas las comas que entorpecen la escritura mientras buscas dentro de ti de qué llenarlas…
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