DE MIEDOS A LOS QUE NOS DA MIEDO EDUCAR... ( 13 )







Hubiese sido absurdo tratar de explicarle y que ella hubiera tratado de entenderme, porque era estúpido e infantil, pero no conocía de otra forma, y me quemaba, aunque siempre reconocí que no lo suficiente, porque por buscarle excusas, acabé encontrando la peor, la que me valía entonces, y aquello era cuanto necesitaba para cubrir mi parte animal, la menos racional. La más primitiva.


Pensaba en eso cada vez que llamaba al club.


Esta vez no tardaron demasiado en enviarme a una de sus chicas.


No recuerdo la de veces que nos habríamos visto antes, o si la miré a la cara, pero me resultó familiar solo con oler el perfume barato que llevaba.


La hice pasar dejando apenas espacio entre el marco y la puerta.


Ya sabía que no iba a ponérselo fácil. Debía estar acostumbrada a ello…





...Hubiese resultado absurdo que tratase de entenderme, explicarle que mis noches habían sido todas bajo su piel cubriéndome por completo, cuando me había reconocido bailando con ella sobre el colchón. En ese lugar al que llegamos juntos, sin ápice de nada que no sea la jodida felicidad...


Sabía que todo aquello iba a asustarla, que muy probablemente había empezado a hacerlo ya, y que entre no reconocernos y esquivarnos, solo había miedo. Un miedo que trataba de alejarle porque era la única manera de alejar el mío, y solo encontraba en esta, la forma de mantenerla a mi lado…


Al cobarde a ambos lados de la balanza le aterraba que pudiera descubrirlo.


Me hubieran tachado de loco si hubiera tratado de explicarle a nadie que me follaba aquellas mujeres porque soy un puto monstruo, desesperado, lleno de miedos, que se folla el miedo en sus ojos para deshacerse del miedo que han visto los míos. No. No iba a poder reconocerle nunca que en el fondo estaba cagado de miedo.


No podía decirle que no soy de los hombres malos. Que hace mucho que dejé de ser un poli bueno.


…sabe a lo que viene y acaba mi vaso. Se sirve otro y de un trago lo acaba también y lo deja sobre la mesita.


Recoge su pelo y empieza a quitarse la ropa, de manera tan mecánica como sombra de su cuerpo, pero ella no lo sabe…o lo mismo está tan acostumbrada a jodidos acomplejados que me lleva ventaja…


No tardo en acercarme y aun con el sujetador puesto, amaso hasta conseguir llevar a mi boca sus tetas. Le quito la goma del pelo y la tiro sobre la cama. Y solo hay miedo, silencio y miedo, mientras trato de vencer los míos sin pararme a pensar en el que hay en los ojos del otro. Tengo esa estúpida necesidad de vencerlo…y me gana siempre.





…no puedo decirle que fue un puto error. Que desde entonces todo ha sido siempre un puto error que enlaza con otros errores…uno tras otro.


Que necesito sacarlo fuera y que a ella no puedo mirarla a los ojos sin haberme desecho de lo que los míos guardan…que no quiero hacerle más daño. Que puedo intuirlo en cualquiera de las esquinas de cualquiera de nuestros espacios, pero me niego a verlo en sus ojos…


No puedo confesarle que puedo reconocer todas y cada una de las heridas que llevan mi nombre y visten por completo su cuerpo. Que es el monstruo el que me lleva a tratarlas con todo el desprecio del que soy capaz, y que siempre me sorprendo porque cada vez parece necesitar más. Y entre tanto no contarle, silencios que nos alejan y que me hacen temer perderla porque soy también consciente de que llegará el día, ese en que el miedo choque contra todos nuestros otros miedos, y rompa en millones de pedazos que van a desperdigarse ametrallando al otro.



Que así me siento menos culpable del otro lado de balanzas y líneas, menos culpable del otro lado, del de la torpeza, sin que pueda reconocerle nada de esto sin parecer un cobarde…

...uno espera poder confiar en el otro y que cuando la falta del aire dentro queme, se le permita respirar. Solo hay que mirarse a los ojos y confiar, y no soy capaz de mirarla y la siento pelear debajo de mi cuerpo tratando de entender qué va a ocurrir un segundo después. Un manotazo y un par de docenas de golpes en mi pecho y entiendo que ando sobrepasando esa delgada línea, que debo parar, y entonces solo necesito mirarla a los ojos...miedo...que trata de escapar por la boca...

La miro mientras aflojo la presión sobre su cuello. La noto respirar agitada. Oigo como el monstruo toma aire...como se calma...observo como dos lágrimas caen desde los extremos de sus ojos y cómo trata de morderse el labio inferior para impedir que el llanto aflore...

Se apresura a vestirse y casi olvida las bragas. Se sube a sus tacones y con el carmín y el rímel corridos por competo toma el dinero que le acerco. No la miro. No hay nada más que el miedo vencido...otra noche...otra larga y maldita noche...




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