DE LOS SILENCIOS QUE VAN A QUEDARSE SIEMPRE... ( 17 )



…el día que la policía echó la puerta abajo yo ya había colocado todas sus estrellas en el techo del comedor, ya había pintado decenas de piñas verdes y rojas, y las había esparcido bajo el árbol…debía ser mayo, o puede que junio…ya había arrinconado la mesa del comedor y el sofá, ya había colocado la vieja alfombra en el centro y había pasado noches enteras bailando desnuda por completo bajo ellas, ya había dormido bajo ellas, ya había recordado una y otra vez todas esas vidas que no tuve y esos lugares que nunca visité…ya había empapelado todas las paredes de folios pintados de verdes y azul cielo, y naranjas y rojos…los platos llenaban por completo la pica de la cocina, la ropa sucia se amontonaba por doquier en cualquier esquina, algunas luces permanecían encendidas y el olor nauseabundo se filtraba por debajo de cualquier puerta…

Maldije una y otra vez aquel mes por habérmelo arrebatado todo. No sé la de horas que pasé a su lado, ni las que estuve hablándole del daño, de todo el dolor, de su verde y mi azul cielo, en silencio, de todo lo que llegué a necesitarla a ella y a todo lo que no tuve…de mis planes…de lo que haríamos juntas una vez saliera de allí, aun a sabiendas que aquello no iba a ser posible…no sé la de veces que le pedí a mi dios, ese en el que ya no creía y al que me habían impuesto por miedo, que no me dejara sola, como debió hacerlo ella tantos años atrás con Jorge…y como entones, esta vez tampoco funcionó.

Lo reconocí por aquel olor a colonia, no sabía si barata o no, pero era demasiado penetrante y dulzona para un hombre. Había reconocido ese mismo olor en la pequeña habitación del hospital…sabía que jugaba con la desventaja. Un sobre, solo un sobre marrón, del que extraje algunas fotos en blanco y negro y algunas anotaciones…y una puede tratar de mantener las fichas sobre el tablero cuando entiende, más menos que más, a qué se enfrenta, pero no cuando todo apunta a un jaque mate formule la pregunta que formule…
                                                                                                                                       
_Siento la pérdida. _Y lo miré como el pequeño ratón que mira desde su jaula el mundo afuera. Sin entender nada. Sin ser capaz de articular palabra._ Es usted su nieta? _ Asentí tan levemente que deduje que ya sabía quién era, y solo trataba de hacerme más llevadero aquel momento._ Es la primera vez que ve un sobre como este?_ Asentí de la misma manera._ Mire de encontrar los otros. Hay ocho más. Llámeme cuando los haya encontrado si tiene alguna pregunta. _ Y se dio media vuelta y se agarró al pasamanos de la escalera para asegurarse al bajar las escaleras…

Cerré la puerta y me mantuve en aquel pequeño y oscuro recibidor. Mire una docena de veces que la llave estuviera pasada y con ella estuvieran pasados los goznes que debían separarme de todo el mundo que bullía tras esa puerta. Recordé entonces que aun llevaba la ropa negra que me había puesto para ir al cementerio. Apenas un par de las viejas vecinas que nos quedaban habían aparecido para acompañarme y hacerme aquel momento más llevadero, como si su sola presencia fuese a permitírmelo…y no. Nunca los vivos hacen más llevadera la huida de los que no están…
Me dirigí a la habitación tratando de no gritar o perder la calma. Volvía a temblar, y de entre todo el vacío, la certeza de que aquel sobre iba a abrirme las puertas de una habitación que estaba a oscuras, donde llevaba años depositando las dudas y los miedos, la espesura por la falta de contacto, y todo el miedo a desconocer lo hasta por entonces conocido, como si en cualquier momento cualquiera pudiera venir a cambiarlo todo, a marcar nuevos recuerdos, a darles una nueva forma tan diferente como dolorosa…y ya no sabía si iba a ser buena idea tener que reconocerme de nuevo…había pasado la mayor parte de mi vida tratando de hacer eso mismo, y ni había resultado fácil, ni había resultado…hiciera lo que hiciera me situaba de nuevo en el mismo abismo del que llevaba tratando de huir, desde siempre.
Abrí el agua templada y puse el tapón en la bañera, y cuando todo el jabón hubo cubierto de espuma la superficie del agua, me deslicé dentro esperando que a medida que la espuma blanca desapareciese, lo hicieran también las dudas…y cuando el agua empezó a enfriarse salí de allí sintiendo lástima de nuevo por intentar, o desear siquiera, que una estúpida idea viniera a cambiarlo todo…me envolví en una enorme toalla y me sequé el pelo mientras el reflejo del espejo me devolvía, como era ya costumbre, la imagen de la cobarde que era…
No tardé en dar con aquellos otros sobres. Algunos ajados por el paso del tiempo. Otros parecían no haberse abierto más que una vez, el pegamento de la tira adhesiva había vuelto a cerrarlos…los coloqué sobre la cama y los ordené por fechas. Reconocí en aquellos números los de la abuela…y llevé algunas fechas al pecho…los sobres olían a ella. Los había encontrado en el penúltimo cajón de la cómoda de su habitación, bajo las sábanas de hilo que bordara para el día de su boda y que desde que murió el abuelo, no volvieron a vestir su cama…
Me mantuve allí hasta que se hizo de noche, en el más completo de los silencios, sin apenas más sonidos que los se colaban de la calle. Tratando de entender si iba a ser buena idea abrirlos, porque no andaba segura de poder reconocerme en otros ruidos que no fueran los que ya conocía…me aterraba no saber si los nuevos silencios que cupieran dentro de aquellos sobres iban a barrerlo todo o si por el contrario el silencio iba a instalarse de nuevo, tan diferente al que ya conocía, más grande que nunca, más silencio que nunca, inundándolo todo…

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