DE EXTRAÑOS, NIÑAS Y ESTRELLAS...( 16 )
...no lo pensamos demasiado porque no creemos que sea la
manera, o no nos la han enseñado, o no hemos querido aprenderla, o no hemos
tenido la necesidad, o la valentía, y de
ahí que nos dé tanto miedo. Perdonar… y cuando nos atrevemos a probarlo, como
si fuera un dulce con un nuevo sabor del que desconocemos si va a acabar por
gustarnos o no, nos llega en forma de
golpe en la boca del estómago, y la energía que se desprende por ello, nos
llena de nuevo de esa luz que siempre hemos llevado dentro, sin la que nos volvemos torpes en la penumbra, y vuelve para descorrer las viejas y pesadas cortinas
llenas de polvo. Vuelve, para recordarnos de todo lo que permanece dormido en
el último de los vagones, de la infancia…ese sea probablemente el momento más cercano a aquel,
porque lo convierte en casi palpable, certero y cercano…y viene a abrir las ventanas
de nuevo para llenar de nuevo aire todos nuestros rincones…
De esto hará apenas dos inviernos y medio, apenas dos diciembres
y medio, más de veinticinco noviembres después…cuando ya hemos entendido pero
nos queda aprender a aceptar que todo aquello que llevamos a cabo para
salvarnos, mantiene en las trincheras a
los otros, únicos que volverán a sacarnos de todo el lodo desde el silencio. Porque
somos otros con nosotros, esa es la clave…que hay otros otros con otros
silencios, otros monstruos, otros amarillos o tal vez verdes, otros blancos o
fucsias, o puede que solo otros negros… nos queda entender y aprender a aceptar
aunque con todo el miedo del mundo a estar equivocándonos de nuevo, que cuando
la oscuridad lo viste todo, tal vez sea el momento de permitirle al azul cielo…y
nos queda aprender a perdonarnos porque hayamos necesitado de tanto tiempo
después por habernos estado alimentado solo del gris…
…Llevaba tiempo sabiendo que estaba yéndose, y la encontré
completamente desnuda, sentada en la bañera. Había intentado agarrarse a la
cortina para no resbalar, y esta había vencido haciendo un ruido infernal cuando
se llevó por delante la pequeña estantería de plástico donde colocábamos los
geles. Me llevó apenas un par de segundos llegar desde la mesa del comedor al
baño. Busqué su mirada tras descubrirla debajo de las cortinas, entre argollas,
champús, acondicionadores y un par de manoplas, y lo que resultó miedo, mutó en
ese extraño tiempo que solo ocurre en la mirada, y en sus ojos pícaros,
entonces, vi a su niña. Creo que fue la primera vez que llegamos a reconocernos
y pudimos vernos desnudas por completo, una de azul cielo, y la otra de un
verde intenso y más vivo de lo que pudiera haber visto nunca antes. Le pedí que
no se moviera, puse el tapón y abrí el agua templada, retiré las argollas que
habían salido disparadas en todas direcciones, recogí las cortinas, puse en
orden los geles y busqué su manopla. No tardé en echarle jabón al agua tratando de hacer toda la espuma que pudiera, y ella solo miraba
divertida…como si aquello fuese algo completamente nuevo, como si hubiese
estado deseándolo sin saberlo y llegado aquel momento, hubiera entendido que
aquello, justo aquello, era lo que llevaba toda una vida buscando. Limpié el
suelo con algunas toallas que saqué del armario y me arrodillé al lado de la
bañera, casi que tiritando, ya no sé si de frío o de miedo, porque las ventanas
abiertas invitan a aprender a tomar aire de nuevo.
…_Jorge llegó vivo al hospital…luego se fue y me quedabas
solo tú…nadie quiso decirme la verdad, pero yo sé que no fue un accidente…aquel
hombre me lo dijo…y me quedé allí pidiéndole a dios que no me dejara sola…aquel
hombre me lo dijo...y tu padre y tu madre…no quería que tú también te fueras…
No hay fragilidad que no empiece desde dentro agrietando
todo a su paso, haciéndose latente en los ojos y la piel cuando ya es demasiado
tarde.
…tomé la esponja y le pedí que me diera el brazo para
enjabonarlo. Su piel parecía papel de seda, y sus manos tan huesudas y
arrugadas…luego se poblaron también de temblores, y acicalarse o peinarse
resultaba tarea complicada. Y olvidó cómo abrochar los botones, qué zapato iba
en el pie derecho o cuál era el día que le seguía al martes…y llegué a plantearme
que tenerla así, en aquel estado, me daba la posibilidad de vivir juntas, de
nuevo, su infancia, y hacerla nueva, y llenarla de los colores que ella eligiera.
La desnudez, la completa, nos permite vestirnos de nuevo…
Y le enseñé a hacer estrellas doradas y rojas que luego
colocamos en el enorme árbol que compré ese octubre y que se mantuvo valiente en una de las esquinas del
comedor. Y llegaron los copos de nieve, azules y naranjas, y las piñas secas
que pintamos de verdes y amarillos…
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