DÉJAME DECIRTE... ( IV )
Como cada miércoles, nos dirigimos a terapia al salir del
cole.
Ya llevamos mejor eso de tomar el tren, aunque sean siempre
las mismas pantallas las que miramos, no porque no tengamos claro hacia dónde
dirigirnos, es únicamente que lo necesitamos ( peque más que yo).
Hemos aprendido a hacer trasbordo, e incluso hemos dejado de
preguntar a la gente que hay en los andenes si el tren que tomamos, hace parada
donde necesitamos.
Ya sabemos diferenciar las paradas que hemos realizado, las
que están en verde y las que parpadean, de las que no se iluminan. Y lo hemos
hecho solos, bueno, casi.
Yo he aprendido a llevar algo más que un sándwich, un zumo y
un yogurt bebible. Ahora además, le sumo a la cena que peque toma en el coche
de vuelta, otro sándwich.
A día tres de junio, y una de las muchas preguntas a la que la casi
totalidad de los padres temen, llega, y lo hace fuera de fechas, lo que ya de
por sí, le pilla a una más fuera de juego que de costumbre.
_Es verdad que los regalos no los trae Papa Noel?
_Cómo?
_Que si es verdad que Papa Noel no existe y los regalos los
traen los padres?
En esos casos las
madres torpes nos vamos por las ramas haciendo preguntas estúpidas que no
vienen a solucionar el problema, pero que te dan tiempo. Para qué? Ni puta idea
porque unos segundos después peque sigue esperando contestación, y a ti, saber
que se lo ha escuchado decir a unos compañeros del cole, no te aclara nada en
absoluto ni te deshace ese nudo en el que se han convertido las maneras, las
ideas, y algunos textos que madres en la misma situación que tú, plantean y
cuelgan en el grupo secreto de Facebook. (ppppp1oo55555 (esta es Ónix caminado
sobre el teclado. En breve, Memorias Gatunas.))
Y lo más inteligente que se te ocurre contestarle, es que
vas a buscar un texto que lo explica a la perfección y que si luego tiene
dudas, podréis hablar de ello tranquilamente.
Observo el rostro de mi hijo para ver si hay enojo o
decepción. Nada. Solo ganas de leer un texto que ahora mismo no encuentro. Así
que pido ayuda a otras madres. Y en menos que canta un gallo, tengo enlace que
me lleva directa al texto. Uffffff.
Mientras espero la hora y media que peque está en terapia,
lo mismo de siempre, no vaya a moverme demasiado y acabe perdida en la gran
urbe. Terracita en la que a días alternos es más fácil leer, y otras, dejarse
llevar por el bullicioso tránsito, algunas sirenas o charlas en estéreo, por más que una no ande interesada
en la vida de nadie, ni en los novecientos euros que le dan mensualmente,
además de los cien mil que le han dado este año, porque claro, teniendo
cuatrocientos mil… y luego nos vamos a la India porque ellos se van a casar
allí, y lo mismo ya no vuelven… así que Guillaume Musso vuelve al bolso por la
misma página por la que lo abriera al llegar.
A excepción de que peque saliera corriendo el primer día de
terapia, espitoso perdido, sin querer darme la mano, que yo tratara de detenerlo porque Vía Augusta está
demasiado transitada, y que él me recriminara que no lo dejaba correr porque YO
tenía miedo, nada. Y entiendo que la evolución es lenta, y cuando hablo con él,
me dice que se lo pasa fantásticamente, pero como todo lo que es lento o lleva
un proceso algo tedioso, vuelven a aparecer las dudas, más cuando esperando en
la sala de espera a la vuelta, oigo a madres darse un tiempo máximo para
empezar a recoger los frutos del trabajo de otros. Un trabajo que no vemos. Un
trabajo que con peque dividen en cuarenta y cinco minutos de sesión individual
y otros cuarenta y cinco minutos de sesión grupal, al módico precio de cuarenta
y un euros la sesión…
Debe ser que llevo un mes de reuniones arriba y abajo,
tratando de cuadrar mi trabajo para poder llegar a todo, que hemos dejado a un
lado las clases de repaso porque habían
empezado a olvidar sus necesidades.
Que tras la reunión con el tutor, la cap d´estudis y la
directora, me comprometí a comprar una libreta en la que iríamos anotando los
buenos momentos que vivimos en el cole o en casa porque a peque parecen pasarle inadvertidos, y yo he cumplido, la primera
nota es nuestra, del día veintiséis de Mayo, donde hablábamos de la adopción de
Ónix. No han escrito nada más en el diario.
Que peque lleva toda esta semana olvidando de nuevo la
carpeta con los deberes, o la agenda, o que hoy ha participado en una obra de
teatro en el cole a la que los padres estaban invitados. No he asistido. Nadie
nos avisó. A peque se le olvida cómo haya ido o cómo haya podido pasárselo, y
solo habla de que yo no estaba…
_ Ha sido desastroso porque se me olvidó decirte que estabas invitada...
No he visto aun las pautas para presentar los trabajos, ni
la plantilla con las fotografías para reconocer a sus compañeros, o el nuevo
horario, o la cuadrilla con las rutinas, y no dejan de venírseme a la cabeza la
docena de veces que se disculparon con nosotros porque no hubiera suficiente comunicación familia_centro, para que ni dos semanas
después, hayamos vuelto a lo mismo. Desespera, porque no solo no ponen en
práctica toooodo lo que a bien te dicen para contentarte, tampoco ponen en
práctica nada de lo que les aconsejas…y te planteas que no puede ser tan
complicada la educación de tu hijo. Que en casa somos capaces, y solo estamos
él y yo. Si yo he sido capaz…
De vuelta en el tren, le dejo leer la carta que les explica
a los niños por qué quienes hacen los regalos, son los padres. Me mira una vez
termina. Le pregunto si necesita que hablemos acerca de ello. Me devuelve el
teléfono y niega.
Segundos después, mientras mira por la ventana, suelta una
de esas perlas que me hacen pensar que en el fondo, algunas batallas estamos
ganando.
_Tú sabías que ser madre daba tanto trabajo?
Asiento.
_Y lo sabías y quisiste ser madre?
Vuelvo a asentir.
Me observa unos segundos antes de devolver la vista a la
ventanilla por la que cruzan veloces las montañas, algunas carreteras y cientos
de árboles…
Sonríe.
Sonrío…
Cuídense.
Sean Felices.
Ciao.
Comentarios
Publicar un comentario