LUNAS BAJO LAS QUE NO SIEMPRE HALLAR LUZ...

Empezaste a desconocer las palabras nada más comencé a escribirlas.
Perdiste mi voz en el camino que tomaron de mi boca hasta llegar a ti.
Cerraste la noche a las lunas que llevo observando tantos anocheceres después.
Con anterioridad a la última tiniebla, brillaba espléndida.
Envuelta en un haz de luz que la bañaba haciéndola parecer mayor.
Y seguí buscándote en ella.
Acurrucada una vez más.
Tomé todas tus palabras, y partí hacia ella.
Con la intención de entregártelas para hacerlas de nuevo mías.
Y sentí miedo al no encontrarte sentado en nuestro banco de fina arena blanca.
Ese desde el que contemplamos los pequeños fuegos que guardan todos y cada uno de los hombres que pueblan la tierra.

Quedé inmóvil esperando un susurro a mis espaldas.
Y no llegó.
Tomé el camino de vuelta. Sola.
Con las manos llenas de palabras.
Con los ojos anegados de la soledad que anoche encontré en la cara opuesta de mi luna.

Sabiéndote perdido entre mares de nubes que tal vez te atraparon para no dejarte volver nunca.

Esperando escuchar tu voz susurrándole a la luna…
Esperando con las manos llenas…
Descalza…
Esperando de nuevo que el dolor, cubra de extraños amaneceres mi búsqueda.
Inexistentes si no logro encontrarte.
Muertos, si cuando consiga hallarte, siento que llegué tarde…

Saldré a buscarte de nuevo cuando pueda encontrar el camino…
Sabiendo que tal vez vuelva a caminar sola…
Sabiendo que no existen los milagros si no puedes creer en ellos…

Las palabras seguirán esperándote al otro lado de la luna.

Hasta que puedas verla, seguiré observándola todas las noches que tus marañas no me impidan llegar a ella.

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