ÁNDENSE CON OJO...
Hay días raros. Días vacíos. Días completos de locura. Días risueños y días que desearías olvidar en una de las cajas que ya todos conocéis, nada más acaba.
El de hoy fue divertido por situaciones varias y encadenadas que consiguieron que a media tarde y camino de vuelta a casa, sola y en el coche, me tronchara de risa hasta el punto de llorar…
Todo empezaba a media tarde, cuando estando sentada en el suelo del baño ( obviaré los motivos que me llevaron a situarme allí habiendo cómodos sofás), suena el timbre y en el momento en que intento levantarme del suelo, ese amigo que todos conocemos y que tan bien guarda nuestros rollos de papel higiénico, se vuelve un arma en el instante en que presurosa intento llegar a la puerta.
Sí. Me golpeo con el portarollos del papel higiénico en la sien.
Miro por la mirilla y desconozco a quien se encuentra al otro lado de la puerta.
Al abrir mi cara debe delatar todavía el dolor porque lo primero que intenta decirme la chica, queda sólo en unas palabras…
_Buenas tardes. Soy de círculo de lec….
Se encuentra bien señora?
Asiento y evito comentarle que acabo de ser atacada por el portarrollos del puñetero papel higiénico de dos caras, acolchadito y con dibujitos de perros…
_Es usted lectora habitual?
Asiento por temer que el hilo de voz que en ese momento intenta ahogar el llanto y la risa contenidas la hagan parecen molesta.
_Qué es lo último que ha leído señora?
En ese momento me cruza por la mente contarle que no he leído sino contado las baldosas de la pared donde de manera estética y ordenada se encuentra el dichoso portarrollos, pero es demasiado largo y no creo que le interese. Podría hablarle de que he contado estrellitas de colores que lo inundaron todo sobre el negro…
Por otro lado, todo y estar liada con más de cuatro libros a la vez, soy incapaz de que el disco duro, golpeado y avergonzado le dé un autor o un título…
Finalmente me decanto por Marc Levy.
Satisfecha ante mi rápida respuesta y el comentario final, incierto por supuesto de que ya somos clientes del Círculo, la chica me agradece la atención y se va.
Vuelvo al baño y miro odiosa el cacharro plateado…
Me miro en el espejo y justo sobre la sien me ha salido un bultito que o deja de crecer, o en breve empezará a mutar con ojos y bracitos y en menos de lo esperado me llamará mamá...
La situación es demasiado cómica pero el dolor demasiado real.
No quiero reír. Tampoco me apetece llorar.
Voy al congelador y saco un par de cubitos de hielo.
Regreso al baño y tras tomar un trozo del magnífico papel blanco y suave y envolver los cubitos, me siento en la mesa de la cocina y aplico el invento sobre el golpe.
Algo me dijo que la chica volvería.
No voy desencaminada y tras algunos minutos en los que el dolor del golpe pasa a ser abducido por completo por el que me produce el frío, el timbre vuelve a sonar.
Vuelvo a mirar por la mirilla.
Es la misma chica.
Tranquila. Tienes dos cubitos de hielo envueltos en un trozo de papel higiénico.
Si quiere atacarte podrás defenderte…
Qué malo es el frío para las neuronas.
Abro la puerta y la chica me mira.
Sonrío.
_Uy!!!! Perdona chica. Es que voy más perdida que un pulpo en un garaje!!!
He vuelto a la misma planta…
Pero por ese entonces, mi cabeza, no sé si debido al frío o al dolor, ya ha imaginado y visualizado a un señor pulpo en un garaje…
Tardo en contestar.
No encuentro las palabras.
_Nada mujer. Tranquila.
Ambas reímos y cierro la puerta.
Y lo cierto es que horas después, en el atasco que producen las obras de la carretera que a diario tomo para ir a trabajar o volver a casa, y el recuerdo vuelve, la risa finalmente se apodera de mí y empiezo a desternillarme como una loca dentro del coche…
P.d: Tengan ustedes cuidado con los elementos que silenciosos, vienen a poblar nuestras vidas y que resultan en ocasiones inofensivos, y otras pocas veces, armas letales de doble filo todo y que en su interior guarden suaves papeles higiénicos. No se fíen…
El de hoy fue divertido por situaciones varias y encadenadas que consiguieron que a media tarde y camino de vuelta a casa, sola y en el coche, me tronchara de risa hasta el punto de llorar…
Todo empezaba a media tarde, cuando estando sentada en el suelo del baño ( obviaré los motivos que me llevaron a situarme allí habiendo cómodos sofás), suena el timbre y en el momento en que intento levantarme del suelo, ese amigo que todos conocemos y que tan bien guarda nuestros rollos de papel higiénico, se vuelve un arma en el instante en que presurosa intento llegar a la puerta.
Sí. Me golpeo con el portarollos del papel higiénico en la sien.
Miro por la mirilla y desconozco a quien se encuentra al otro lado de la puerta.
Al abrir mi cara debe delatar todavía el dolor porque lo primero que intenta decirme la chica, queda sólo en unas palabras…
_Buenas tardes. Soy de círculo de lec….
Se encuentra bien señora?
Asiento y evito comentarle que acabo de ser atacada por el portarrollos del puñetero papel higiénico de dos caras, acolchadito y con dibujitos de perros…
_Es usted lectora habitual?
Asiento por temer que el hilo de voz que en ese momento intenta ahogar el llanto y la risa contenidas la hagan parecen molesta.
_Qué es lo último que ha leído señora?
En ese momento me cruza por la mente contarle que no he leído sino contado las baldosas de la pared donde de manera estética y ordenada se encuentra el dichoso portarrollos, pero es demasiado largo y no creo que le interese. Podría hablarle de que he contado estrellitas de colores que lo inundaron todo sobre el negro…
Por otro lado, todo y estar liada con más de cuatro libros a la vez, soy incapaz de que el disco duro, golpeado y avergonzado le dé un autor o un título…
Finalmente me decanto por Marc Levy.
Satisfecha ante mi rápida respuesta y el comentario final, incierto por supuesto de que ya somos clientes del Círculo, la chica me agradece la atención y se va.
Vuelvo al baño y miro odiosa el cacharro plateado…
Me miro en el espejo y justo sobre la sien me ha salido un bultito que o deja de crecer, o en breve empezará a mutar con ojos y bracitos y en menos de lo esperado me llamará mamá...
La situación es demasiado cómica pero el dolor demasiado real.
No quiero reír. Tampoco me apetece llorar.
Voy al congelador y saco un par de cubitos de hielo.
Regreso al baño y tras tomar un trozo del magnífico papel blanco y suave y envolver los cubitos, me siento en la mesa de la cocina y aplico el invento sobre el golpe.
Algo me dijo que la chica volvería.
No voy desencaminada y tras algunos minutos en los que el dolor del golpe pasa a ser abducido por completo por el que me produce el frío, el timbre vuelve a sonar.
Vuelvo a mirar por la mirilla.
Es la misma chica.
Tranquila. Tienes dos cubitos de hielo envueltos en un trozo de papel higiénico.
Si quiere atacarte podrás defenderte…
Qué malo es el frío para las neuronas.
Abro la puerta y la chica me mira.
Sonrío.
_Uy!!!! Perdona chica. Es que voy más perdida que un pulpo en un garaje!!!
He vuelto a la misma planta…
Pero por ese entonces, mi cabeza, no sé si debido al frío o al dolor, ya ha imaginado y visualizado a un señor pulpo en un garaje…
Tardo en contestar.
No encuentro las palabras.
_Nada mujer. Tranquila.
Ambas reímos y cierro la puerta.
Y lo cierto es que horas después, en el atasco que producen las obras de la carretera que a diario tomo para ir a trabajar o volver a casa, y el recuerdo vuelve, la risa finalmente se apodera de mí y empiezo a desternillarme como una loca dentro del coche…
P.d: Tengan ustedes cuidado con los elementos que silenciosos, vienen a poblar nuestras vidas y que resultan en ocasiones inofensivos, y otras pocas veces, armas letales de doble filo todo y que en su interior guarden suaves papeles higiénicos. No se fíen…
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