...O QUE DONDE LAS DAN LAS TOMAN CON CHURROS Y CHOCOLATE...( XI )
...
Al subir al coche encuentro un
post-it enganchado en el volante que me recuerda que los intermitentes funcionan
correctamente. Sonrío. Dejo a peque en el servicio de guardería y me dirijo al
trabajo.
Como era de esperar me pasan al
almacén nada más ven mi cara. No me lo tomo a mal. No ando demasiado animada y
estoy segura de no llegar a vender los lotes que nos imponen a diario. Trabajar
en la sección de perfumería solo tiene de bonito que te mueves entre las
últimas novedades. Por lo demás, es más duro que cualquier otro trabajo,
avivado por el estrés de cambiar continuamente los precios, y saber que el
puesto depende de las ventas que a una la obligan a hacer. Penoso que la
política de la empresa sea esa, pero como las hay que hacen el trabajo llegando
a los topes marcados, pues a callarse toca.
En la sala de descanso encuentro
un par de horas después a Clara que le da vueltas a la cucharilla del café
mirando a un punto en el que parece haber un mundo paralelo que solo ella puede
ver.
Me siento a su lado.
_Qué te has fumao?
_Hola preciosa! Qué tal? Cómo te
encuentras? Y peque? Has desayunado? Te traigo un café? Te duele?
_Clara, estás bien?
Y me mira con aquellos ojos
llenos del brillo que la hacen irradiar una felicidad absoluta. Frunzo el ceño.
Ella asiente. Y suspira. Mierda!
_Clara, mmmm, esto…
_Sí Neni, sí. Y no vengas a
joderme el momento. Alguna vez tiene que salir bien, no? Dime que no está bueno
y te llevo a que te mires la vista. Es que es tan moooooono…..
_Creo que necesito robar de la
sección de licores algo fuerte. Ahora vengo. _ Me coge del brazo cuando hago
ademán de levantarme. _ No seas tonta. Estoy bien. Es solo que bueno, esta vez
parece diferente.
_Clara…
_Vale Neni. Vale. Lo sé. Déjame
revolcarme entre todas esta miel empalagosa. Ya luego si eso te cuento y te
lloro y moqueo si hace falta y llega el momento. Pero necesito mi chute de
mimos y buen rollito. Soñar es gratis. Y Quique es… qué ojos, qué brazos…mmmmm.
Pa comérselo hasta con la gorra del uniforme puesta! Pero solo nos estamos
conociendo. Somos amigos.
_Ya. Amigos. Ándate con ojo.
Solo eso._ Y tú sácate el palo del culo, bonita. Que eres incapaz de ver a un
elefante por más que te lo pongan delante. Por cierto, alucinante el momento
ahogo de ayer. Ojjjj. Qué mal ratito me hiciste pasar jodía. Qué tal tus
intermitentes?
_Una gran mierda. Ahora que son
normales la que no se entera soy yo.
_ Sí, es lo que tienen los intermitentes que
están en su sitio. La confunden a una. _ La miro para comprobar que habla sin
saber lo que dice, abstraída por ese mundo paralelo que trae consigo el
encoñamiento, y la dejo por imposible. Acabo mi café y vuelvo al trabajo. No se
da ni cuenta.
Mi semana pasa entre sumas y
restas, tardes de lectura y alguna salida en bici acompañando a mi hijo. Trato
de seguir el ritmo y correr a su lado pero se cae en repetidas ocasiones. Brad
dejó se seguirnos el ritmo el primer día, demasiada vida sedentaria y patitas
cortas, y cuando aposentaba el culo en el suelo no había quien lo moviera así
que ahora salimos solos y me centro en llevar buena marcha sin llegar a correr
demasiado.
El sábado de terror en casa de
Clara llega pronto y para entonces mi cara está algo mejor y es el resto del
cuerpo el que da problemas. Estoy agotada. Cuando por la noche llegamos a su
casa acompañados de Brad y de un par de cajas de pizza, me abre la puerta y
entiendo que estamos en las mismas.
_Semana dura?
_Dura no. Lo siguiente.
_Guay.
_Has traído dardos
tranquilizantes?
_No he encontrado la farmacia
que me los pase por contrabando, así que solo nos queda esperar que el
cansancio los haga caer.
_Pues como no les echemos
somníferos en la sopa…
_Pero si he traído pizzas!!!
Los peques de Clara vienen a
nuestro encuentro nada más cerramos la puerta.
Tiene dos hijos. Una niña de
once años que se llama Ariadna pero a la que todos llamamos Ari, y un pequeño
terremoto de nueve y que se llama Pau. Hacen buenas migas cuando no se están
matando, y tenemos un ratito de cada durante la cena.
Una sábana apoyada entre las
sillas y sujetas con pinzas de tender la ropa y el sofá, nos hace de cueva.
Apagamos las luces y dejamos encendidas algunas velas a las que los niños no
tienen acceso. Tiramos los cojines del sofá en el suelo y nos tumbamos encima.
Empezamos la noche de terror explicando historias de miedo que a buen seguro
hará que los tres compartan la cama de Clara hasta que caigan rendidos y los pasemos
a cada uno a la suya. Con las linternas nos iluminamos la cara y ponemos caras
raras y voces de ultratumba que en más de una ocasión nos produce tos porque
debemos estar dejándonos las cuerdas vocales en el intento. Pero una noche de
terror sin voz de ultratumba no es una noche de terror como está mandado. Nos
turnamos para que los niños no sospechen nada y tras ponernos algunas pelucas
que hemos comprado en los chinos y volver a colocarnos pintura roja en la comisura
de los labios y grandes ojeras que nos dan un aspecto aterrador, irrumpimos por
turnos en nuestra cueva. Acompañadas de arañas y verrugas postizas. Nos
pintamos de negro algunos dientes y voalá. Mientras los niños gritan de la
emoción nosotras nos reímos y los vemos divertirse. No es la primera vez que
celebramos fiestas de pijamas que con el tiempo han ido volviéndose algo más
macabras porque la pequeña corte que conforma nuestro público cada vez resulta
más exigente y ya no les vale con cuentos infantiles.
Y a medida que va venciéndoles
el sueño, eso de “cinco minutos que cierro los ojos y me levanto para llevarlos
a la cama”, se convierte en toda una noche entre cojines, patadas y algún que
otro puñetazo. Habrá que ir pensando en sacos de dormir.
Me quito una de las piernas de
mi hijo de encima, y sin hacer demasiado ruido voy al baño. Cuando vuelvo
observo que alguna va a tener tortícolis esta mañana. Le hago una foto a Clara
con el móvil. Anda entre medio de sus dos hijos, recostada sobre uno de los
cojines del sofá con la cabeza colgándole a un lado. Las ojeras le llegan a
mitad del pómulo. Algunas de sus verrugas todavía aguantan en su sitio. Uno de
los brazos de Pau descansa sobre su cuello. Ambos tienen la boca abierta. Ari
duerme en posición fetal pasando una de sus piernas por encima de las de su
madre. Menudo cuadro. Más allá anda Leo. Completamente despatarrado y con los
brazos y las piernas formando una equis. Voy a la cocina a preparar café. Miro
la hora. Las nueve menos veinte de la mañana. Nos dormimos a eso de las dos.
Después de tomar la cafeína
suficiente para aguantar un par de horas, me dirijo a la ducha. Cuando salgo de
allí, me visto, bajo a pasear a Brad y aprovecho para parar en la churrería.
Ando en la cola para comprar
churros entre fiesteros que vuelven a casa y señores mayores que ya a esas
horas y con ese frío, madrugan. El teléfono vibra dentro del bolsillo de mi
pantalón.
_Cómo estás?
Contesto.
_Quién eres?
Contesta.
_Soy Chema.
Contesto algo sorprendida.
_Cómo tienes mi número de
teléfono.
Contesta.
_Se lo pedí a Clara.
Contesto algo cabreada.
_Hay algo más que le hayas
pedido a Clara y que yo debo saber?
Contesta.
_Veo que sigues igual de
descarada que de costumbre. Arreglaría tu humor un café?
Contesto sintiéndome poderosa.
_No. Lo harían unos churros y un
chocolate. Estoy en casa de Clara. Tráete a Quique. Del resto me encargo yo. Si
en veinte minutos no habéis llegado empezamos a devorar los churros y las
porras. No le digáis nada a Clara, será sorpresa. Ciao.
Contesta sabiendo que no puedo
estar pensando nada bueno.
_Miedo me das.
Contesto antes de adquirir un
kilo de porras y uno de churros con muuuucho azúcar.
_Donde las dan las toman.
Espero en la portería de Clara a
que lleguen. Apenas veinte minutos y ya están allí. Subimos en silencio y al
abrir la puerta les indico que no hablen.
Pasan y les indico que esperen
en la esquina más apartada del grupo. Enciendo una de las luces del comedor y
tras abrir mucho los ojos y mirarse el uno al otro, vuelven a mirar la escena.
Veo como Quique se muerde el labio para contener la risa. Chema mira la escena
divertido. Me encamino a la cocina y cojo una olla y un cucharón.
Veo como los hermanos abren
todavía más los ojos, incrédulos ante lo que voy a hacer.
Aporreo la olla hasta que los
peques se incorporan y Clara abre los ojos, desubicada, asustada y sin entender
qué pasa. Los peques me miran divertidos. Clara maldice y se tapa con la sábana
dándonos la espalda, enfadada.
Dejo de aporrear la olla y los
peques parecen esperar algo más. Pongo voz de “ anunciante” oficial y tras
aclararme la garganta:
_Se hace saber a todos los que
anoche fueron valientes y escucharon las historias de miedo en nuestra noche
del terror, que en cuanto se hayan aseado y vestido, unos churros con chocolate
caliente los estarán esperando en la mesa del comedor. Si por alguna razón
alguno llegara a la mesa sin haberse lavado la cara y los dientes, se quedará
sin premio. Así pues, niños valientes….Preparados…_Pau intenta salir
escopeteado_ listos…_Ahora es Leo…_Ya!
Todos se escabullen corriendo
hacia el baño. Los oigo discutir porque delante de la pica no deben caber
todos. Devuelvo mi atención a lo que ocurre en el suelo del comedor.
_Neni, te odio con todas mis
fuerzas, que lo sepas.
_Clara es de mala educación que
hables a tus invitados dándoles la espalda.
_Vete olvidando de poder hacer
esto de nuevo. El próximo finde jugaremos a indios y te ataré a la pata de la
mesa.
_No me perdonas?
_Ni de coña.
_Vale. Pues me voy a preparar el
chocolate. Chema me ayudas?
Y es oír ese nombre e
incorporarse como un muelle.
_Chema está aquí?
_Buenos días Clara. O debería
decir señora Mapache?
Los tres observamos cómo trata
de ponerse en pie y la sábana se le hace un nudo a la altura de los tobillos.
Traspiés después aterriza sobre los cojines desparramados por el suelo.
_Qué hace él aquí?
_He venido a acompañar a mi
hermano. Neni me ha dicho que nos invitabas a desayunar.
La veo palidecer y ahora es mi
turno de alzar las cejas y pedirle un poquito de esas formas con las que se
debería recibir a los invitados. La veo girar sobre sí misma y de manera muy
lenta buscar a Quique. Acorralada. Ya sabe lo que se siente.
_Juro por esos tres vendidos que
han salido corriendo hacia el baño, y por la madre que parió a dos de ellos,
que esta me la pagas, Neni. _ Me mira muy seria intentando taparse con la
sábana y señalándome con el dedo. Me doy por satisfecha y me atrinchero en la
cocina. Chema me sigue. Suspiro contenta y con una muy amplia sonrisa en mis
labios.
_Pareces satisfecha.
_Ojjjj. No te imaginas cuánto.
_Habrá represalias?
_Seguramente. Pero estoy segura
de que serán emocionantes. Somos como un matrimonio mal avenido que no para de
hacerse putaditas para mantener la llama.
_O sea que en el fondo os mola.
_ Ya no sabríamos vivir de otra
manera. _ Busco la bandeja para poner los churros y saco el brick de chocolate que he comprado en la
churrería. Enciendo la vitro y utilizo la misma olla que antes golpeé, para
prepararlo. _A Clara si no es a base de devolverle la putadita con
la misma moneda, no hay manera de hacerla entender. Y una de dos, o aprende a
no buscarme cosas que no necesito, o el próximo día le meto en casa a un grupo
de madres que necesiten espacio para realizar sus ejercicios de preparación al
parto.
Una risa gutural escapa de su
boca. Me lo quedo mirando. Lo conozco. Yo a este tipo lo conozco.
_Oye Chema, juraría que te
conozco de algo pero no sé de qué. No sé, tu cara me resulta familiar pero no
logro saber de qué.
Me mira unos segundos antes de
contestar y sus labios pasan a formar una sonrisa que le llega de lleno a los
ojos.
_Digamos que antes de la fiesta
en el ático, ya nos habíamos visto.
_Ah sí, y puedo preguntar dónde?
_Pues fue en una clase.
_En una clase? De qué?
_De geometría avanzada.
Lo miro y achino los ojos.
Pienso mientras remuevo el chocolate intentando ubicarlo.
Finalmente alzo las cejas y
arrugo la boca. Señal inequívoca de que pienso que ha debido confundirme con
alguien.
_Siento decirte que te
confundes.
_No.
_Sí.
_No.
_Que sí. Chema que yo no he dado
clases de geometría avanzada. Dejé los estudios en segundo de B.U.P.
_No, yo te hablo de algo mucho
más reciente. Era una clase con muy pocos alumnos.
Lo miro. Parece divertido. Cada
una de sus frases me descuadra más.
Los peques llegan a la cocina en
el momento justo. Empiezan a abrir las bolsas de papel de los churros y los
detengo diciéndoles que antes deben poner la mesa. Le doy a cada uno su taza y
su servilleta de papel. De camino al comedor una de las tazas se estrella en el
suelo. Cuando llegamos allí Clara y Quique observan la escena. Callados.
_No pasa nada, Leo. Si me
acompañas cogeremos otra. A Clara no le importa, verdad Clara?
Esta reacciona de inmediato
diciéndole que esa taza era vieja y que hay una con dibujos de Disney muy chula
que es mejor.
_Pero se ha roto. Ha sido sin
querer._ Leo está paralizado. Mira la taza.
_Ya lo sabemos. Los accidentes
pasan. No le des más importancia. Busco la mirada de mi hijo y le transmito
tranquilidad. Miro a Clara que se acerca a recoger los trozos más grandes de la
taza.
_Está rota. Lo siento. Yo no
quería romperla. Se me ha escapado. _ Empieza a sollozar como siempre ocurre
cuando siente que haya hecho algo mal. Para él, eso es un mundo dentro de su
pequeño mundo _ Shhhh, es que hay tazas que son un poco revoltosas y saltan
cuando menos te lo esperas. A mí me pasó ayer. No tienes que preocuparte. Está
bien que lo sientas, pero es una taza. No pasa nada. Hay más. Vale cariño?
Mientras trato de hacerlo entrar
en razón y llamar su atención fija en los movimientos de Clara, repite sus
estereotipias. Dos minutos después noto en su mirada que ha vuelto a mi lado.
Logro llevarlo hasta la cocina y
abrir el armario donde Clara guarda los platos y las tazas, y saco una donde un
señor Donald juega con una pelota de playa de vivos colores con su amigo Mickey.
_Te gusta esta? Es muy
divertida, mira. Donald y Mickey jugando con una enooooorme pelota de playa. Yo
creo que tomar chocolate aquí debe de ser muy divertido. Vamos al comedor?
Leo asiente.
_Agárrala fuerte porque lo mismo
esta también quiere saltar.
Sonríe y la pega a su cuerpo
cubriéndola con las dos manos.
Paso por el lado de Chema y veo
en sus ojos esa mirada que observo en muchas de las personas que conocen a Leo.
Es una mirada que conozco demasiado bien, entre la lástima, la incomprensión y
el miedo que les nace hacia él y que si no paro a tiempo, tarde o temprano
acabarán contagiándome a mí.
_Chicos vigiláis que estos valientes
glotones no se coman todos los churros antes de que traigamos el chocolate?
Vuelvo a la cocina y Chema y
Quique se quedan acompañando a los niños en el comedor.
Clara viene en mi busca en el
momento en el que cojo el salvamanteles y la olla y ella se hace con las tazas
y las servilletas que faltan.
_Estás bien?
Asiento.
_Sólo ha sido una taza, no te
pongas así.
_Clara, sabes de sobra que no ha
sido solo una taza. Los has visto? Si hasta han reculado a la par cuando Leo ha
empezado a moverse. Mi hijo no necesita que sientan lástima de él, ni se merece
que le tengan miedo. Es un niño por el amor de Dios! Y eso mismo es lo que ha
sucedido. Estoy cansada de tener que lidiar a diario las mismas batallas.
_Ellos no lo saben. No les he
dicho nada.
_Clara, entiende de una maldita vez
que si Chema y Quique andan por aquí es porque intento que entiendas de una vez
por todas que no tengo espacio para nada más. Ni tiempo. Y solo espero que de
ahora en adelante respetes mi vida.
Me mira y me da un beso en la
mejilla magullada. Apenas duele y el color ha pasado por todos los tonos posibles
desde el morado al amarillo pasando por el verde. Me sonríe. Sé que me
entiende, o que lo intenta al menos. Asiente.
_Vamos a desayunar?
Sonrío, como hago siempre. Los
niños lo hacen, como hacen siempre. Y seguimos con la función.
_Llegan las señoras del castillo
de chocolate. Quién será el primero en probar nuestra pócima mágica?
_Yo. Yo. Yooooooo.
Los tres alzan los brazos y
gritan para llamar nuestra atención.
_Por qué es mágica? _Quique
pregunta curioso. Chema está por completo fuera de juego.
_Por qué? Me estás diciendo que
de verdad no sabes por qué esta pócima de chocolate es mágica?
Quique me mira asintiendo. Parece
haber olvidado lo que ha ocurrido hace solo unos segundos.
Chicos, decidle a estos valientes
glotones por qué es mágica.
_Pues porque te convierte en un payaso.
En un payaso. _Leo repite divertido la última frase.
_Es verdad. _Responde Pau
_Si cuando acabes de comerte los
churros y el chocolate no tienes cara de payaso, la pócima no habrá funcionado
contigo y no podrás venir a nuestras noches de terror con cuentos que dan mucho
miedo y no serás valiente como nosotros. _ Ari gesticula para ayudarlo a
entender. Quique parece no creérselo, y los chicos lo animan a probar.
_Pero puede que sí funcione.
Verdad mamá? _Es Pau el que hace la pregunta.
_Conmigo siempre funciona. Y con
Leo, y con mamá.
_Preparados entonces?
Todos asienten.
_Maga Clara, haga desaparecer
las servilletas. _Acto seguido cuando los niños y los invitados miran la mesa,
se percatan. Las servilletas han desaparecido mientras servíamos el chocolate
en las tazas.
Dejo la olla sobre el salva
manteles y nos dedicamos a desayunar. Sin posibilidad de limpiarse la boca ni
levantarse de la mesa hasta que todos hayamos acabado, las caras empiezan a
ensuciarse. Lo hacen las puntas de la nariz cuando bebemos de la taza, y
alrededor de nuestras bocas, aparece el cerco del chocolate que tachán tachán...
hacen de la pócima un brebaje mágico que nos ha convertido en payasos. Hacemos
algunas fotos. Leo y Clara toman un churro con la boca por cada uno de los
extremos y van mordiéndolo hasta que Leo estira y se queda con el trozo más
grande. Repiten el juego en un par de ocasiones más. Algo de chocolate cae de
la taza. Sin tiempo que darle para reaccionar, coloco encima una de las
servilletas. _Magia!
Evito mirar a Chema y Quique. No
quiero ver lástima en sus ojos, ni tener que explicarme más, ni ver que
necesitan sentir una compasión que me paraliza y me impide seguir adelante en
la complicada tarea de tener que cuidar de mi hijo. Un niño a todas vistas
normal. Saludable, fornido, de unos ojos azules como el cielo que me dan la
fuerza necesaria para levantarme a diario de la cama. Un niño que no entra en
los parámetros de quienes se creen en la posición adecuada y los catalogan
entre normales o no. Una personita diferente a la que trato de abrirle paso en
esta vida a zarpazos si es necesario. Y desgraciadamente, en ocasiones, con eso
no es suficiente.
Una vez acabamos el chocolate,
el ambiente parece haberse relajado. En fila de a uno pasamos por la pica de la
cocina a lavarnos las manos, y la cara, nariz incluida. Me quedo allí ayudando
a Clara a lavar las tazas y ponemos en remojo la olla. Tras adecentar el
comedor y devolverlo a su estado natural los peques sacan el cuatro en ralla y
lo colocan sobre la mesa. Algunas de las fichas redondas empiezan a correr por
el suelo. Quique empieza a correr tras ellas gritándoles que no se escapen.
A los niños les divierte y se
ríen y empiezan a dejarlas caer de manera disimulada. Lo que consigue que algunos
acabemos por el suelo. Tras la lluvia de fichas llega la calma y los peques se
entretienen entre tácticas y el marcador manual que lleva el que no juega y
hace de árbitro. Y pasamos así el resto de la mañana hasta que llega la hora de
comer, y declino la oferta de quedarnos porque tenemos cosas que hacer en casa.
Clara lo entiende a la primera. Los peques no tanto.
De camino a casa, vamos hablando
de las cosas que tenemos que hacer en cuanto lleguemos. Tenemos que acabar un
cuadernillo de sumas, y luego podemos salir en bici. O podemos jugar con el
guante a atrapar la pelota. O podemos ir a los columpios. O podemos preparar
una macedonia…O…
_Podemos pasear en bici?
_Claro, pero Brad no querrá
venir. A Brad no le gusta mucho correr detrás de ti cuando vas en bici.
Cuídense.
Sean Felices.
Ciao
;-P
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