MALETAS LLENAS...

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_Para qué sirven las uñas de los pies?...
Tras un rato pensando, y animarlo a buscar la respuesta, me contesta que para ponerse de puntillas…
…
Dicen que la intuición es la mejor aliada de la suerte. Difiero.
Yo creo que es más un sexto sentido que crece exponencialmente en el momento en que te conviertes en madre…

No recuerdo el momento exacto, pero siempre tuve claro que quería serlo.

Como con tantas otras cosas en esta vida, no se necesitan demasiadas clases previas. Como aliada, la intuición. Y si corres la suerte de tener dos dedos de frente, ves crecer a tu hijo en menos que canta un gallo.

Dependiendo de la vida que hayas llevado antes, te da por ser una madre tipo A, o pasas a formar parte del grupo de madres tipo B.

Seguramente ya sabrás de lo que te hablo.

No te diré en qué grupo me encuentro, porque si bien tienes claro qué quieres hacer y cómo quieres hacer las cosas, el destino, ese que está en contra de la intuición y se lleva a patadas con tu suerte, irrumpe constantemente para tocar lo que no suena, y dar al traste con tus pensamientos guays de ser una madre feliz…

Que no digo yo que toda mi suerte sea mala, pero que la buena debe andar jugando al despiste y en ocasiones a una se le hace la vida demasiado cuesta arriba.

De ahí que hace sólo unos días, decidiera ponerme en manos del silencio cósmico para aclarar un poco las ideas.

Necesitaba desconectar y que el virus que andaba rondándome dejara en paz esa parte del disco duro femenino que nos hace creer que somos super womans cuando en el fondo no somos más que mujeres ( con un par de buenos ovarios eso sí), dispuestas a lo que haga falta ( que a cabezonería nos ganan pocos) para que ésta mísera vida nos dé un respiro…

Cuando una se prepara para ser madre, prepara con celo el nido. Teniendo en cuenta el bienestar del pequeño y preparándote mentalmente para el cambio que va a suponer en tu ya de por sí estresada vida, la llegada de un nuevo miembro, alrededor del cual girarán de ese momento y hasta el resto de tus días, las preocupaciones, decisiones y movimientos en tableros imaginarios.

Hasta ahí todo guay. Puesto que eres una mujer guay que desea con todas las fuerzas del mundo convertirse en una madre guay a la que no va a importarle lo más mínimo cambiar el rímel y el brillo de labios por toallitas húmedas, el apiretal, la cartilla de vacunaciones, la tarjeta sanitaria, los peluches, los zumos y algunas galletas.

Con comprar un bolso más grande, todo lo guay queda dentro de los cánones de belleza establecidos…

Leí que tener un hijo con problemas, es algo así como prepararte para realizar un viaje, y llegados a destino, darte cuenta de que nada de lo que has metido en la maleta sirve…

Y si ya es jodido no tener a mano nada de lo que necesitas, no saber qué tienes que usar en cada momento, la saca a una de quicio…

Así que echas mano de la tan socorrida intuición y empiezas a dar palos de ciego a diestro y siniestro, acabando por tener que meter en la súper bolsa, un anti ojeras que servirá para bien poco, pero disimulará las noches de insomnio…

Llevo años no sintiéndome demasiado útil. He dejado de lado el sentimiento de culpabilidad que los más osados te echan encima por eso de no tener ni puta idea del trabajo diario y constante que el papel de madre lleva implícito consigo.

Y aunque conozco de mi suerte, lo cierto es que no me quejo. Podría hacerlo porque tengo motivos suficientes, pero de nuevo cruza veloz la intuición, y las súplicas a día de hoy poco han servido…

Una no espera que por ser madre tenga que batirse en un duelo constante con esta vida.

Así que cuando logras hacerte a la idea, pasa como con lo de la maleta. Y vuelves a dar palos de ciego a diestro y siniestro…

La intuición aparece en momentos de clarividencia, y con buena fe, y los dos dedos de frente (cada vez con más arrugas )empiezas el juego.

Un juego constante que te hace buscar información hasta dar antes de que lo hagan los especialistas con la problemática de tu hijo.

Y que te lleva a creer que estás loca porque sólo tú pareces observar que algo no funciona bien.

No siendo especialista más que en la intuición que como madre se te otorga en la misma sala de partos y que te acompaña como la maleta inservible…
…
Pocas personas andan preparadas para enfrentarse a la palabra discapacidad sin que el alma, el corazón, la boca del estómago o la cabeza les dé un vuelco. Debido a mi suerte, yo no iba a ser menos. Por otra banda reconozco que en este juego de a dos, se me han dado cartas blancas a las que poder asirme de tanto en tanto y respirar para tomar fuerzas de nuevo y emprender la pelea una mañana sí y otra tal vez menos, pero también a fin de cuentas.

Enfrentarte con palabras tan raras y mal sonantes como Asperger, autismo, retraso mental, TEA, TGD y un sinfín de trastornos y enfermedades varias te hacen conocer de estereotipias, pictogramas, terapias varias, miedos muchos y ayudas pocas.

Vuelves a plantearte lo de la suerte y aunque sientes que si la tuvieras delante la agarrarías por el pescuezo hasta hacerla vomitar algo bueno, ésta se escabulle y te deja con marrones muchos, maletas inservibles más y horas de trabajo por delante acompañadas de muchas horas de especulaciones, búsqueda de soluciones y vuelta a dar palos a diestro y siniestro… Por eso de no variar…

Y casi que te encierras en tu mundo, olvidando a muchos, recogiendo consejos de otros, probando terapias miles y avanzando a cada poco que un paso atrás no nos lleva al desespero…

En lo de olvidar a muchos, me incluyo, llegando a ser tanto el desasosiego, que acabas por tocar fondo, cuando aprender a aceptar la discapacidad hace que te enfrentes con todos y cada uno de los monstruos y miedos que han ido colmándote a lo largo de las largas noches.

Y sigues trabajando y forzando la máquina, no sólo la tuya, sino la que llevas de la mano por eso de evitarle dolor…
A una la preparan para todo menos para ver sufrir a su hijo, y si trabajando podemos evitar que derrames una sola lágrima, vamos a intentarlo…

Y te olvidas de que vivir es eso…Vivir.

Con más o menos capacidades, pero felices.

Sin que asumir una o perder otra lo sean todo.

Porque tenemos toda una vida para hacernos con ellas y aprenderlas…
…
Nadie te enseña cómo deben hacerse las cosas.

Y si la intuición ( de nuevo sabia consejera) me hizo frenar en seco, es tal vez porque quería llegar demasiado pronto a destino, perdiendo durante el trayecto todas las tardes de juegos, de pintar macarrones, de contarte cuentos, de ir a la playa, de hacer madalenas o macedonias, o de montar puzles de dieciséis piezas…

Ser madre significa adaptarse, evolucionar, estar, comprender, aceptar, valorar y sobre todo, crecer.

A las buenas, a las maduras, y llevando siempre maletas llenas de intuición, paciencia, amor desmedido y algún anti ojeras que otro…

En ocasiones haber sido hija te aleja del camino de ser madre.

Y también en ocasiones, las cartas blancas se alían para hacerte encontrar de nuevo el camino…

No está siendo fácil.

Nadie dijo que debiera serlo.

Volvemos.

P.D: Quiero que hagan suyas éstas palabras, todas y cada una de las mujeres que conocen y saben, intuyen y crecen, y me ayudan a encontrar el camino de vuelta…
Gracias.

Ciao.