AGUA...( XXIV)



 

Apenas me reconozco vestida con ese traje. Es todo tan ridículo que no dejo de pensar que en el momento menos pensado alguien va a salir diciendo eso de “ sonríe a la cámara, gilipollas!”…vuelvo a llevar el pelo recogido en un moño alto y tan sumamente abrillantado que si una mosca decidiera posarse encima, acabaría resbalando y cayendo. Sé que no hago más que pensar tonterías, sé también qué me lleva a pensar en ellas. No he sido nunca una buena estratega, creo que eso ha quedado patente a lo largo del recorrido que me ha traído hasta aquí. Me observo en el reflejo que el espejo me devuelve, e intento no reconocerme, a la vez que siento que sí lo hago, para que la fugaz idea de que soy eso, ese reflejo, yo, me entristezca hasta un punto de no retorno.

Enciendo el teléfono antes de salir. Me extraña comprobar que no hay llamadas y entonces observo que no hay cobertura. Lo dejo en silencio y vuelvo a guardarlo en el bolso de mano que llevo conmigo…demasiado satén y acero para mi gusto.

Unos nudillos golpean con suavidad la puerta del baño. Acabo con el rímel y me dispongo a salir. Allí plantado y atractivo como siempre, Alejo.

Sonríe. Mi cara debe ser un poema.

_Estás lista?

_Define lista.

_Estás preciosa.

_Es todo fachada._ No puedo evitar el desdén en mi voz. Espero que le quede claro que no voy a ponerle las cosas fáciles. Me siento imbécil solo por pensar eso.

_Ya nos encargaremos de eso más tarde.

Lo miro. Solo eso. Esperando que el desdén haya llegado a mis ojos. Puñetera una y mil veces mentira que intenta colarse por más que una intente evitarlo. Algo no acabado, eso es lo que es él. No acabado porque no he querido, porque está claro que si he podido dar carpetazo aunque a medias a otros en mi vida, él no debería ser más, o menos…y fui tan jodidamente dependiente, que mi estúpido instinto vuelve a entonces…

Bajamos las escaleras y uno de sus hombres nos abre la puerta. El coche espera ya. Me detengo y la falta del tacón repiqueteando contra el suelo lo hace volverse.

_Contéstame a algo. Llegué. Por qué ahora, de nuevo?_ No es el mejor momento para hacer preguntas, y vuelvo a sentirme insulsa y patética, ridícula, de nuevo. Por tener la sensación de no haber sido capaz nunca de haberme cuadrado y haber dicho lo que pienso o siento, intentando convencerme de que puedo, cuando está claro que no he sabido antes. Descubro esto cuando una rápida mirada a quienes esperan los invita a alejarse o a dejar de mirarnos.

_He tenido todo este tiempo para pensar qué fue mal, y fueron unas cuantas cosas. Quiero que veas por ti misma que tenías razón, que habían otras maneras.

_Y si sigues equivocado?

_Es perfecto. No puede fallar.

_Te veo demasiado seguro.

_Lo estoy.

Asiento. Poco más puedo hacer. Claro que por poder hacer podría hacer cientos de cosas. Golpearlo, desgañitarme de una vez por todas no construyendo a medias con preguntas que no sacian mis dudas. No siendo a medias. Por poder podría salir corriendo aunque vistos quienes lo acompañan, me darían caza en solo dos zancadas con estos tacones que llevo. Por poder, podría ponerme a llorar y montar el numerito, pero es estúpido pensar que nada de eso pueda devolverme a una realidad no anestesiada como la que me envuelve ahora. Como la que me ha envuelto todo este tiempo. Y ya no sé si quiero que todo esto ocurra para poder deshacerme de este traje cosido de sospechas en la que se ha convertido mi vida y que me viste por completo bajo la tela negra.

“Arbenita” empieza a sonar en cuanto el motor se pone en marcha. Y vuelvo a deshacerme por completo de cualquier pensamiento que no sea aquello en lo que me convierto cuando lo tengo cerca. Ni siquiera puedo ponerle nombre para poder así entenderme. Es frustrante. Tengo la sensación de que pierdo la noción de todo cuanto me rodea, de mi cuerpo incluso, como si no me perteneciera, como si no fuera su dueña. Es extraño. Como si pudiera ordenarme y dirigirme solo con pensarlo. Y me hago pequeña, nimia, creyendo necesitar de ese control del que se vale para poder llegar a ser… Intento buscarme en el reducido espacio de la racionalidad y la frialdad, y encontrarme allí para poder así tomar el mando, otro de los pendientes… Me emborracha y lo sabe. Colándose por mis fosas nasales, mis ojos, la boca y la piel hasta llenarlo todo. Y lo noto correr por mi cuerpo como si estuviera inyectándose en mis venas. Siento no poder sentir otra cosa. No haber aprendido a hacerlo. No cortarle el paso. No impedirle…

Estoy a punto de pedirle que apague la música porque me recuerda cada uno de los golpes que recibí al abrir el buzón y encontrar cada uno de los cedés, pero eso implica silencio… y como apenas ocupa espacio, creo que acabaría por inundarlo todo, y ya no sé qué me da más miedo. Pienso en dejar el tiempo pasar. Que ocurra cuanto tenga que ocurrir, y en el momento final encontrar la racionalidad esa de la que voy escasa, y valerme de ella, si es que soy capaz de verla. Lanzársela como una daga y desbaratarle el castillo de naipes. Si el silencio no se hace conmigo, aun puedo escucharme. Desvarío, lo sé, pero aun así me tengo. Y por macabro que parezca, pensar en la locura no me asusta tanto como creía. Volver a caer en esa espiral no puede ser más doloroso de lo que pueda serlo esto.

El Estigian no me da la bienvenida. Eso o que realmente no quiero ser recibida. Todo me parece oscuro y tétrico, y aunque la decoración está cuidada al detalle, me molestan las luces desperdigadas aquí y allí en pequeñas cortinas o puntos de luz que parecen levitar por encima de nuestras cabezas. Sobriedad y diseño que no agradezco. Baldosas negras que como en un charco reflejan las luces que se suspenden…los tonos oscuros de las paredes se ven solo rotos por las mesas dispuestas que se cubren de pequeños centros de cristal llenos de agua donde algunas velas flotan. En las bases, centros de flores que resaltan en el oscuro. Peonias tal vez. No quiero acercarme a comprobarlo. La barra en uno de los extremos invita a quienes allí van a facilitar el trabajo bajo el alcohol. No dudo que hay otras sustancias que corren de un lado al otro. Quienes quieran pueden tomarlas. Conversaciones aquí y allá. Superfluas. Vacías. Contratos no exentos de alguna palabra o algún gesto que invite, condicione, anime o incluso abra o cierre puertas. Tranquilidad velada tras la que se esconden los deseos de quienes buscan sin saber, o tal vez por conocer demasiado. Música, solo a piano. Lenta…

Hombres que se mueven entre las mesas con bandejas. Todo hombres. Accionistas de lo macabro y la crueldad. Un escalofrío me recorre hasta hacer que la piel se duela bajo la ropa o debido a la falta de ella.

Descanso el peso de mi cuerpo en un pie hasta que duele por el tacón.

_Incómoda?

_No te imaginas cuánto._ Lo miro. Sonríe. Sabe a qué me refiero. Sé que lo sabe.

Sabemos demasiado del otro lo mismo que nos desconocemos. Estoy hasta los cojones de mis contradicciones, de las suyas y de todo a lo que me llevan, está claro que él lo lleva de puta madre, y eso me jode el doble.

_Pasaremos en breve a la primera sala. Estaremos solos durante todo el proceso, a no ser que quieras lo contrario.

_En serio andas planteándome eso? Tú? El que lo tiene todo estudiado y atado hasta el punto de pensar que nada va a salir mal y va a conseguir de nuevo mediante estúpidas pruebas no sé qué narices! En serio, Alejo? _ Lo miro. Cabreada y a punto de echar espumarajos por la boca y salir de allí por patas. Acaba de darse cuenta de que esas palabras sobraban. Se lo recuerdo. _ No hables si no es estrictamente necesario y menos para decir chorradas. Te restan poder y te convierten en humano.

_Antes…

_Antes nada! Ahora! Aquí! Se acabó todo lo demás. No es eso lo que quieres? Pues adelante, pero no pretendas que seamos amigos. Aquello acabó, y si necesitas esto para demostrártelo, adelante, soy toda tuya. Esta noche.

Asiente serio. Me observa unos segundos. Nos retamos con la mirada. Trata de hacerse a la idea de lo que hay en mis ojos. No obvia mi boca, esa que me muerdo por dentro más para aplacar nervios que para demostrarle odios. No lo sabe. Sé que no lo sabe. Y contemplo como en una película que pasa lenta, cómo la historia que lo ha llevado allí, la que nos lleva a estar de nuevo jugándonoslo todo, pasa por sus ojos de manera clara hasta estancarse en una imagen que me devuelven sus ojos. La del hombre. El cazador. El ser deshumanizado. El animal. El vil soldado que da rienda a su naturaleza estando en el campo de batalla. El perro que es capaz de olisquear el miedo y no teniendo suficiente con ello para atacar, lo lleva al límite. Eso hizo que me alejara de él.

_Algunas cosas han cambiado. Puede que nos lleve algo más de una noche._ Habla desde la autoridad que él mismo se confiere. Amo y Señor de cuanto lo rodea y de lo que se le antoja. No hay discusión. No se admite. Y si algún resquicio de duda o interrogante aparece, es solo eso, un resquicio. Tuyo. No suyo. Nunca suyo.

 

No hay invitación en su movimiento, hay una voz de mando recobrada y me aprieta el brazo con fuerza mientras andamos hacia una de las esquinas de la sala. Tras una pesada cortina una puerta que había pasado desapercibida. No recuerdo demasiado bien el lugar, pero juraría no haberla visto antes. Introduce un código en el panel. Oigo los pitidos y el chasquido de la puerta que se vence. No se me escapa comprobar que es una fecha. Los malditos números indican una fecha. Una de esas que uno no cambia porque tiene la certeza de que no olvidará nunca el día que nació.

Tras la puerta oscura un estrecho pasillo con luces en las esquinas superiores. Rojas…

Me sobresalto al ver el reflejo en un espejo demasiado largo que queda medio oculto tras las sombras del largo pasillo. Al final de este, una puerta. No necesita código.

No hago preguntas, solo me escucho. Escucho mi silencio, ese que por llenar, lo llena todo de gritos que no escapan de mi boca. Ese que me recorre por completo manteniéndome alerta, no porque conozca cuanto me espera, es solo otro de esos avisos que da el cuerpo antes de que pueda ser consciente, erizando el bello de todo el cuerpo y serpenteando por la columna, y trato de asirme con fuerza a la racionalidad y la practicidad, y empiezo a hacerme con un valor que reconozco que poseo aunque haya hecho servir poco. O lo mismo solo intento infundirme el valor pensando que lo tengo...

 

 


_Cocito, Flegetonte, Aqueronte, Estigian y Lete. He cambiado el orden, creo que es mejor en tu caso. Las variaciones son buenas si nos devuelven aquello que es nuestro…_ Habla con una arrogancia pasmosa, de esa que hacen sentir vergüenza ajena en ocasiones, y a medida que se acerca a una cómoda y se deshace de la chaqueta de la americana, noto el desplante enmarcando sus movimientos.

No hay paredes en toda esa sala. Todo queda a la vista. Algo que parece una jaula preside en el centro. Muy por encima de ella algo brilla. No atino a ver qué es. Al otro lado una cama. No hay ventanas, o no puedo verlas. La luz en el centro es tibia dando calidez y bienestar y restando las formas que en los extremos más alejados se mantienen en penumbra.

 

_Acércate._ Y eso hago. Caminar con pasos lentos y cortos, reconociendo la incertidumbre y el miedo en ellos. Lo nota. Sé que lo nota. Llego a su altura solo para detenerme y ser consciente de mi respiración agitada. Pierdo contacto visual en el momento en que sus manos me reconfortan fregando mis brazos arriba y abajo. Tras seguir mentalmente sus pasos, echo en falta una, un leve ruido me hace mover la cabeza en busca de la procedencia. Viene de arriba. No tarda en empezar a sonar música. Sus manos vuelven a la par y las deja apoyadas en mis hombros. Vuelvo a mirarlo cuando baja los tirantes del vestido. Permanezco inmóvil. Desabrocha el sujetador y lo deja caer encima del vestido que yace a mis pies. Las bragas corren la misma suerte. Respirar, uno, dos tres, cuatro…Observo cómo se arrodilla hasta correr las cintas y pasarlas por las diminutas hebillas de los zapatos. Exhalar, unos, dos, tres…

Se incorpora y creo percibir que es entonces cuando abre los ojos. No quiero preguntarme por qué ha debido cerrarlos. No quiero preguntarle. No es necesario conocer su respuesta…respirar, dos, tres… Con delicadeza y paciencia deshace el moño y retira una a una todas las horquillas. Noto el frío cuando me descubro descalza caminando sobre el suelo. Me acompaña a la jaula. Tras observarlo tratando de anticiparme a algo, llevo la vista al suelo y no la levanto de allí en un buen rato. La puerta se cierra. Solo un chasquido. Él permanece tras ella. Me siento completamente desnuda…respirar, uno, dos, tres…

Permanezco en el centro, no me paro a pensar si los brazos a los lados me dan un aire derrotado. O ya lo he hecho? Lo estoy haciendo? … solo la música que parece recorrerlo todo y envolver los barrotes de frío hierro, serpentearlos, lamerlos y escabullirse entre ellos hasta chocar contra mi cuerpo…

…“Infra”, creo que ese es el tema. No tarda en seguirlo otro, más amable tal vez…Al principio pensé que habría solo cuatro como las Estaciones de Vivaldi, e idiota de mí traté de buscar similitudes, descubrir de qué hablaban…ando pensando en cualquier cosa que me evite percatarme del frío que empieza a recorrerme…

No puedo saber qué piezas son y tampoco ando segura, creo que empiezo a estar más atenta a mi incomodidad que a cuanto me rodea, pero si afino recuerdo… juraría que no me pareció demasiado diferente de los que vinieron después, o sí, y tal vez eso me llevara a sorprenderme… no sé…exhalar, dos, tres…me recrimino al reconocer que probablemente anduviera buscando la parte amable de esos temas…

_Quiero que entiendas…

_No quiero entender nada!_ Lo busco con la mirada como si fuera él el que pudiera confirmarme que esas palabras han salido de mi boca atropelladas y faltas de aire por las prisas._ Asiente, no demasiado convencido. Tiene el mismo gesto que un adulto sin paciencia que trata de hacer entrar en razón a un niño… He podido contar hasta el momento de entrar en esta sala más cambios de humor en este solo hombre, de las que podría tener una sola mujer a lo largo de un mes...cómo coño esperaba que pudiera entenderlo entonces y cómo espera que pueda hacerlo ahora si ni yo me entiendo o entiendo de toda esta mierda nada en absoluto?

Me sobresalto al notar que algo ha caído sobre mi cabeza. Miro hacia arriba y en ese momento una fina lluvia que llega a todos los rincones de la jaula empieza a caerme encima. El agua está tibia, de manera natural me aparto hacia un lado. Pronto entiendo que me mueva hacia donde me mueva, voy a acabar calada. Miro entonces al suelo y el agua empieza a filtrarse por unas grietas, entre baldosa y baldosa. Pronto los mechones de mi pelo me cubren por completo los hombros. Me agarro a los barrotes…Cocito… río al que van a parar los traidores, el río del llanto… ese que de forma ridícula, estúpida y poética le dibujé como el primer paso para lograr salir del infierno propio cuando hacer poesía de la vida resultaba fácil. El lugar en el que vaciar de llanto al cuerpo y al alma. Volviéndolos más livianos a base de purgar los pecados…la temperatura cambia. Gradualmente el agua va enfriándose. Me concentro en respirar. Haberme percatado del cambio en la temperatura del agua me ha puesto nerviosa. Hiperventilo…trato de serenarme mientras me concentro en la respiración. No tardo en comprobar que por encima de ese conteo mental se suma otro para tratar de averiguar en qué momento los grados del agua van bajando… Sigo escuchándome cuando empiezo a notar que miles de alfileres empiezan a recorrerme desde la planta de los pies hasta las muñecas. Aprieto entonces las manos y trato de encoger los dedos de los pies…dos, cuatro, cinco…Zapatos. Alrededor de la jaula y en las zonas sombrías. No sé cuántos hombres deben estar observando. Me recorre un escalofrío que no altera en absoluto mi piel…exhalar, dos, tres, cinco…dieciocho, diecinueve, veinte…los hombros empiezan a temblar en el mismo momento en que pequeños espasmos me llevan a mover la cabeza abarcando con la vista a Alejo. Cierro los ojos. Sigo escuchándome cuando instintivamente el pensamiento corre raudo por mi mente y me hago un ovillo en el suelo acercando todo lo que puedo las rodillas a mi pecho. Me balanceo adelante y atrás sobre los pies para que el agua no caiga siempre en el mismo sitio, y me cubro la cabeza con los brazos para que dejen de clavárseme los cristales…veinte segundos…creo que es ese el tiempo que tarda en cambiar…desconecto por completo de la racionalidad en el momento en que con horror reconozco a mi empeño tratando de llevar mis manos hacia mis orejas y las descubro completamente amoratadas y rígidas.  Mis pies ya no me aguantan. No los siento. Por un momento la falta del aire se ve reemplazada por las ganas de vomitar. Me dejo caer hacia un lado. Ni siquiera noto cómo los barrotes tocan mi espalda. No hay dolor. Veo el suelo…uno… el pecho duele al tratar de coger aire como si mis pulmones hubieran dejado de ser dos para darse calor solapándose el uno sobre el otro… observo el agua llenarlo todo…cuentos siete veintes…siete…sé que no es el tiempo fuera de esta jaula lo que se ralentiza, observo las gotas caer, desparramarse a lo largo del pedazo de suelo que abarcan mis ojos, algo se ralentiza, sí, pero es piel adentro, como si a la sangre le costara circular, como si la presión a la que es impelida desde el corazón al resto del cuerpo hubiera perdido fuerza…cinco veintes después la carita de Leo llena por completo mi mente antes de cerrar los ojos…ya no la escucho golpetear contra el suelo. Se acabó la lluvia…llega el silencio…
 
Cuídense.
 
Sean Felices.
 
 Ciao

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