PUTA UNA Y MIL VECES LOCURA...( XX )
...
Frágil. Si hubiera tenido que buscar una palabra que lo
definieran a él, a su aspecto, a su aire melancólico y de filósofo, y a su
ambigüedad, hubiera sido frágil.
Enfermizo incluso. Algo desaliñado entre el grupo de jóvenes
sobre excitados que a esa edad se movía arriba y abajo en los pasillos de la
siempre gris universidad.
De esos que pasan desapercibido para todos.
Supongo que por aquel entonces él lo conseguía sin proponérselo
y yo buscaba descubrir su secreto para dejar de tener que encontrarme
fingiendo.
Ambos escurridizos, supongo también que eso fue lo que hizo
que al poco nos atrajéramos, sin más necesidad que la de conocernos,
descubrirnos, y poder entender aquello que nos llamaba la atención del otro. Sentirnos
cómodos sin tener que luchar contra nadie por seguir modas o estilos, fueran
de lo que fueran.
Su flequillo ocultaba en ocasiones sus ojos, y aunque no era
la moda, él parecía encontrarse cómodo, así que las primeras charlas no
resultaron difíciles, él se ocultaba tras su flequillo, y yo evitaba mirarlo a
la cara porque sabía que no iba a verlo. Resultaba cómodo. Simplemente era así.
Yo pensé que no quería que lo mirara, él que yo era tímida, y ambos nos
acomodamos en aquellas ideas que nunca sacamos de la marmita de las dudas.
En ocasiones también solo el silencio roto por alguna de sus preguntas.
Por aquel entonces creía que me hacía pasar por estúpidas pruebas para saber si
realmente merecía la pena perder el tiempo conmigo. Tras meses pensando que si
hubiera querido examinarme me hubiera suspendido a la primera de cambio, acabé
convenciéndome de que era así. Simplemente. Que aquella necesidad de estudiar a
los demás era algo intrínseco en él. Que lo hacía sin maldad, y solo para que
te convencieras de que nada estaba establecido si así lo querías…
Fuera de lugar. También de aquellas clases con las que
empecé a practicar mis primeras pellas.
De esa manera nos protegíamos del sistema.
Nada que entendiera, pero me calmaba estar a su lado, así
que nada más que silencio roto por alguna de sus preguntas entre las paredes de
aquel bar regentado por el señor Antonio en cuanto empezamos a aparecer
asiduamente por allí, mientras leíamos algunos libros o filosofábamos como
adultos ya entendidos de vida.
Malabarista de interrogantes que pronto me hicieron sentir
que no era solo un presentimiento, realmente desencajaba en todo aquello que no
fuera él. Las malas notas me apartaron por completo del mundo académico solo
unos meses después, en el tercer curso. Todo daba igual si tenía al faro al que
agarrarme y que me guiaba en la búsqueda de no sé aun demasiado bien qué.
Malhumorada ya con gran parte de todo mi mundo, dejé pronto de seguir guiones
escritos por otros, vividos por otros, y pensados para otros, para dejarme
llevar por aquellos que él escribiera para ambos. Ocultándonos de lo conocido
para hacer nuestro todo lo desconocido.
Así conocí su particular Estigian. Desconocedora de Dante y las
que me parecieron entonces sus locas palabras, pronto empezó a gustarme
discutir por el simple hecho de hacerlo, sobre las culpas, los llantos, las
heridas, el odio que crecía dentro sin que nada en absoluto lo hubiera hecho
nacer, simplemente conociéndolo a través de sus palabras… Así es como anidaron
dentro las lamentaciones, algunos olvidos, la desolación, el quebranto y
algunas de las torturas.
Aquel juego me convertiría en poco tiempo en débil y
dependiente. De sus normas, su cuerpo, el sexo, aquel ambiente y todas las
drogas que me permitían permanecer y mantenerme en un estado creciente de locura.
Ciega a otras realidades que había apartado creyendo, esperando, depositando en
aquella toda la esperanza. Atada a ella y a él. Fui poco inteligente. Siempre
lo he sido. Y la vergüenza vuelve ahora cuando un solo recuerdo se muestra
mientras me creía sabia. Dando sentido a todo lo que no lo tuvo nunca.
Pequé para recibir el castigo y el perdón, solo porque nadie
en aquel juego estaba libre de ellos, y porque para seguir en él, era necesario
hacerlo así.
Me sumergí en todos los lagos, solo para que mi Cerbero me
permitiera volver a su lado, fuese el que fuese.
Aprendí a base de latigazos a aguantar la respiración bajo
las ciénagas de mi voluntad y mi torpeza. Siempre bajo su atenta mirada y la
aceptación de aquellos actos. Sin saber que nada de aquello era necesario. Sin querer
conocer que hubieran otros. Locura lo llaman algunos.
Llegué a creer que había dejado de ser yo cuando la completa
sumisión me llevó a actuar como jamás pensé que lo haría. Y pasé por cada una
de las fases solo en busca de una aprobación ajena que comprendí tarde que me
había despojado de la mía una vez desperté de todo aquello. Tarde. Siempre
tarde.
Tras todo aquello, solo sentimientos de segunda mano.
Comprados en la tienda de los chinos de la esquina, donde solo productos de
pésima calidad, sabedora de lo que eran, y del valor real. Disfrazándolos de
buenos solo porque no había nada que cupiera dentro, ni espacio para que se alojara nada en absoluto…Asco. Que empezó
a inundarlo todo…
Conocí el frío. El que nace dentro y se hace espacio a
golpes certeros de hacha. Amputando, escarbando, haciendo mayor el horror porque
ya por aquel entonces presentí que era la forma que había tomado mi cuerpo, pudriendo
el asqueroso mundo en el que habitaba…
Aun hoy sigo sintiendo que nada a excepción de mi hijo
pueden darme algo de calor…
Y sigo buscándome sin saber demasiado bien qué me llevó a
perderme.
Cuando “Z” se erigió como Amo ante todos, perdimos todo
referente y aquello se convirtió en el peor de los infiernos que cualquier mente
enferma pudiera adoptar. Aquel macabro juego empezó a ser tremendamente
peligroso para nosotros, o nos lo pareció solo entonces, entre delirios de
cordura y agujeros de sensatez que intentaban abrirse paso entre las afiladas
guadañas, y tras la negativa a disolver
aquello, fuese lo que fuese, algunos se marcharon. Le supliqué a Alejo que
saliéramos de allí, que lo olvidáramos todo, que empezáramos de nuevo. Siendo
dos, solo dos, nosotros dos… de aquello hace más de media vida. La otra media
tengo la impresión de haberla vivido como una fantasma.
Preguntándome si los recuerdos son retazos de aquella
realidad. Qué no enmascara la locura actual, y qué no enmascaró entonces la que
vistiéramos…
Creyendo hacerme ahora esas preguntas que tanto tiempo atrás
me hiciera plantearme entre café, cigarrillos, y algunos libros…
Hubiera sido posible vivir todo aquello de otra manera, sin
estar aquí y ahora? Porque tras todo aquello, solo me quedó la sensación de
haber perdido y fracasado. Un día tras otro, y otro. Siempre.
Cuánto no se llevó consigo. Y ahora que ya no queda
nada…vuelve. Vuelven los fantasmas. Cuando creía haberme hecho con una vida de
segundas comprada en la tienda de los chinos de la esquina…
Qué va a quedar cuando todo esto acabe? Qué va a quedar de
mí?...
…
_Señorita, ya hemos llegado.
Asiento agarrando la pistola que llevo dentro del bolso, intentando
saber si debo avisar a este hombre y decirle que llame a la policía, pero el
miedo se me ha bebido por completo, y tras la luz roja del semáforo que se
cuela por la luna delantera del coche, me parece apreciar a un hombre tan
cansado de vida como yo o más... no puedo…no debo…
Puta locura...una y mil veces locura...
JE SUIS CHARLIE!
Cuídense.
Sean felices.
Ciao.
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