Y LA VIDA, MÁS CHULA QUE TÚ, TE SORPRENDE. EL PROBLEMA ES QUE NUNCA VAS A SABER DE QUÉ MANERA...( V )
…Morimos a ratos. Un poquito cada día. A pedacitos. Mueren la infancia, la
niñez, la juventud y la vejez a sorbos pequeños. Cuando dejamos de creer,
cuando dejamos que dejen de importarnos cosas. Lo hacemos por miedo. Morimos
por miedo. Por desesperación, por melancolía, por odio, por desamor, por falta
de esperanza, por sobras que hemos ido haciendo nuestras. Y lo hacemos a
diario, sin que podamos percatarnos de ello. Haciendo del conjunto total de
muerte, la total y completa muerte de nosotros mismos y de todo aquello que nos
rodea.
De piel hacia dentro, el sabio organismo nos manda todo tipo de señales que
acostumbramos a confundir o que incluso pasan desapercibidas. De piel hacia
fuera, acostumbramos a achacarlo a la vida, esa que va haciéndonos morir a cada
poco sin que podamos siquiera entender lo que ocurre con nosotros mismos o con
cuanto nos rodea…
Me hubiera gustado que las palabras de Clara hubieran pasado a formar parte
de la nada, esa en la que se convierten y desaparecen las que no tienen
importancia alguna. No porque lo que anduviera contándome no tuviera su parte
de dureza, si no porque hubiera preferido no escucharlas nunca.
Una caja mal cerrada a cal y canto vuelve a abrirse ante mí más de una
década y media después, y el solo recuerdo me eriza el bello y posiciona el
pulso en mis sienes.
Desconecto del mundo en el momento en que el zumbido puebla mis oídos, y
dejo de estar en el aquí y el ahora para volver atrás. Mucho tiempo atrás…
_Neni, estás bien?
La veo mover los labios a cámara lenta, abrir sus ojos imperceptiblemente
en busca de una respuesta que soy incapaz de darle. He vuelto al momento exacto
en el que me reencuentro con la adolescente que fui, y como entonces, mi vida
anda rodeada de la gente que compartió entonces aquellos momentos conmigo.
_Quieres un vaso de agua? Estás poniéndote ceniza y me estás asustando…
Un leve zarandeo me saca de allí y me devuelve al presente.
La cara de Clara delata angustia. Algunos clientes se han acercado y entre consejos varios me estiran en el suelo
colocando mis pies sobre una de las sillas. Alguien me da aire. Oigo a Clara
hablar por teléfono.
Cierro los ojos. La angustia y la ansiedad se han apoderado por completo de
mi pecho imposibilitándome respirar. Un regusto agrio que sube desde lo más
profundo de mi estómago me niega a tragar saliva. Oigo voces pero no puedo saber qué dicen o a
quién se dirigen. Tengo mucho calor.
Estoy aquí. Lejos. Y el temor a reencontrarme con lo que pueda haber tras
una puerta cerrada hace ya dos pares y medio de vidas, me aterra.
Como antes de que cualquier guerra empiece, uno saca el valor de
dondequiera que ande, lo hace suyo, y finge que todo va bien. Me dispongo a
hacer eso mismo.
Trato de incorporarme pero entonces me doy cuenta de que unos sanitarios
entran por la puerta de la cafetería y como si de Flautistas de Hamelín se
trataran, traen tras ellos a toda una corte de curiosos a los que un grupo de
camareros no deja pasar de la puerta.
Oh, Joder! Qué vergüenza más grande.
_Estoy bien, es solo una bajada de tensión.
Busco a Clara con la mirada que sigue al teléfono.
Tras que una de las chicas me tome la tensión y me haga algunas preguntas, me
incorporan lentamente hasta devolverme a una de las sillas. De allí a casa en
tres coma acompañada de Quique que ha venido avisado por Clara.
Una vez en el piso que dentro de muy poco no voy a poder pagar, me estiro
en la cama.
No trato de dormir. Sé que sería incapaz de hacerlo. Me decido a esperar, a
tratar de entender qué es lo que mi cuerpo trata de decirme. Qué me depara ahora,
tras tantos años y de nuevo, el nombre del Estigian…
Cuídense.
Sean Felices.
Ciao.
Comentarios
Publicar un comentario