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Antes me parecía curioso, ahora me resulta algo repulsivo
saber que todos, todos, guardan dentro esa parte de la niñez a la que uno
vuelve cuando lo tiene todo perdido. Volvemos al buen recaudo, a la desconexión
del mundo, mientras abrazando las rodillas, tratamos de hacernos pequeños para
que el dolor disminuya.
A la voz la ahoga por completo el miedo. Debe ser algo así
como un globo que se llena de ella, de la voz, y no la deja escapar en forma
solida cuerda vocal arriba.
Creo haber observado que algunos son conscientes de ello, y
notan ese plástico golpear una y otra vez contra todo lo que encuentra en su
camino de huída.
No creo que sea tan necesario ese grito para calmar nada en
absoluto, así que me alegro de que a muchos se les ahogue dentro.
Ando seguro de que las preguntas más estúpidas vendrían para
no ser contestadas.
La sangre puede tomar su forma, y es cierto que a veces,
mientras observo parapetado en el silencio de todo el ruido que hay fuera, me
ha parecido poder leer entre las líneas de la sangre que manchan una camisa
blanca o alguna alfombra beige que de buen seguro van a tener que reemplazar, algunas
de esas preguntas estúpidas.
Volver a la niñez es un acto involuntario, fuera de toda
cordura. Se llena solo de la embriaguez de la muerte segura a la que seguimos
tratando de disfrazar de pesadilla, como cuando hacíamos siempre que éramos
pequeños y algo nos descuadraba hasta el punto de atribuirlo solo al mundo de
los mayores, ese que está ahí, tan lejano, tan alto y lleno de sabiduría.
Esa huella de identidad tan de cada uno, nos ahoga dentro y
nos impide ser al final. Supongo que es entonces cuando te das cuenta de que
algunas de las peores pesadillas, pueden tomar cualquier forma y cualquier
cuerpo, incluso el tuyo, cuando no eres capaz de dominarla bajo las heridas y
la oscuridad.
Supongo que no soy el único que piensa en estas cosas
mientras ando preparando la cena o tendiendo una lavadora. Algunas obligaciones
toman algunos momentos de algunos días. Trato de vivir a pesar de todo ello, y
la vida conlleva esas estúpidas manías de orden y limpieza.
_Vas a contarme qué te pasa? _La miro como si acabara de recordar que no
ando en mi piso. Miro la lavadora para asegurarme y le sonrío. Solo le sonrío. Y
entonces salto de una locura a otra, y me centro en esa vida inventada a medias
que la mitad de nosotros tiene, donde buscamos y no encontramos porque sea lo
que sea que necesitamos, lleva perdido desde el principio de todo, aunque nos
empeñamos en llevarnos siempre la contraria. Tan humanos y cobardes que todos
guardamos siempre un pedazo de esa niñez para volver a ella cuando las cosas se
ponen feas.
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