...QUE LA TINTA ES CAPAZ DE DESCRIBIRLO TODO...(II)
…Cuando tras más de dos meses
todo parecía acabar por fin, eché la vista atrás para darme cuenta de que todo
el asunto de la muerte propia y la ajena me había mantenido en silencio.
Incapaz de dejarme sacar una sola palabra.
Las noches habían pasado entre la
lectura compulsiva para evadirme de mi propia vida, y los estúpidos intentos de
sacar fuera algo que estaba claro que había ardido tan dentro y de manera tan
devastadora, que había acabado con todo. De nuevo. Con la única diferencia de
que esta vez el barbecho había imposibilitado la tierra algunos metros por
debajo de lo que hubiera sido aconsejable. Esto lo supe dos meses después,
cuando tras hacer el gilipollas y tratar de no dejarme caer en unas redes que
yo misma me había molestado en preparar, me senté noche tras noche durante más
de una semana esperando que el cursor sobre la pantalla en blanco viniera a
inspirarme por arte de magia. No ocurrió. Seguí leyendo. De manera compulsiva. Empecé
a salir a correr para no pensar que era incapaz de escribir o empezar nada
nuevo. Unas solas líneas que me ahogaran en la desesperanza de seguir aún en
trance. Tras un esguince de caballo por ponerme pesas en los tobillos la
maldita realidad vino a golpearme de nuevo, aunque esta vez llevé de manera
estoica la bronca. Ya no tengo edad para hacer gilipolleces, o sí, pero está
claro que mi cuerpo no va a tolerarlas igual. Va a quejarse y voy a estar
jodida. Así que tonterías las menos. El estudio pasó a ser la habitación en la
que menos cómoda estaba. Ni las velas ni el incienso ni la maldita música…
Ni el cambio en la alimentación
ni el feng shui me permitieron descansar en condiciones. Las orquídeas acabaron
muriéndose, y aunque muy probablemente se debiera a las malas energías que
reinaban en la habitación, lo mismo la falta de riego fue la causante de que se
secaran las tres en menos de una semana. No me importó demasiado. Había
olvidado cómo eran sus flores y sabía que ahora mismo el color de estas me
molestaría.
Antes de que septiembre volviera
con la fuerza de su rutina a ponerlo todo en orden, me encontré envuelta de
botellas de alcohol desparramadas por todas partes. Dos días antes de volver al
trabajo decidí desintoxicarme dejando la bebida. Mi nariz también lo agradeció.
De todas maneras ya me lo había esnifado todo.
Te reconozco que fueron días en
los que mi cuerpo me planteó que necesitaba sexo de manera urgente, y que tras
salir algunas noches sola, y tras un par de intentos en el coche del tipo al
que conocí en la discoteca, volví a casa sin haber pasado de los preliminares
por miedo a que algo no saliera bien. No quería empezar a tener paranoias raras
pero con aquella cantidad de droga en el
cuerpo, estaba claro que iba a meter la pata en algún momento.
Aun recuerdo la cara de aquel
tipo cuando le dije que parara…
_ Se puede saber qué mosca te ha
picado, tía?
_Se me han pasado las ganas. _
Traté de zafarme de una de sus manos que me apretaba un pecho mientras con la
otra hacía intentos en vano por apartarme las bragas. Me agobiaban su lengua y
su cuidado inexperto, la falta de este y saber que tenía todos los diques
habidos y por haber repletos de mierda hasta arriba. Y sin saber de qué manera
explotaría, cuándo lo haría o a quién desconocería luego tras mirarme al
espejo, me bajé la camiseta y salí del coche. No tardó en salir detrás de mí,
con la respiración agitada y parte de la camisa aún por fuera de los
pantalones.
_Eres una puta calienta
braguetas.
_ Y tú un romántico mediocre.
_Qué coño te pasa? _Me giré en
plena en calle y lo fulminé con la mirada. No tenía más que un segundo para
resumirle mis últimos treinta y seis años, y nunca se me ha dado bien el
contacto apresurado, dar explicaciones, mucho menos excusas y además estaba
cansada, mucho, de seguir mintiendo para evitar lastimar a nadie si eso hacía
que la que saliera jodida era yo.
Me planteé no decirle nada, y
traté de volver sobre mis pasos a la discoteca.
_Ni de coña putita. _Cuando
quise darme cuenta lo tenía agarrándome con fuerza por el codo y su cara
crispada acentuaba la idea de que por la noche todos los gatos son pardos, la
de que a cuanto más alcohol más atractivos son los tíos, y la de que algunos no
llevan nada bien que les jodan el polvo del sábado noche.
_Mira tío, con lo que tienes
entre las piernas sería incapaz de llegar al orgasmo, eso si supieras
proporcionármelo, y créeme, he llegado al cupo de los fingidos.
_Serás zorra!
_Y tú un picha corta.
Un segundo después y cuando la
ira ya había cruzado su cara, solo pude contestarle haciéndole una peineta y
salir de allí, meterme en el coche y volver a casa.
Para entonces me esperaban en el
cajón de la mesita de noche junto a un paquete de pilas nuevas, un repertorio
enorme de actores de cine que iban a hacer las delicias de mis orgasmos
manuales, sin arrumacos de por medio, sin mal aliento al despertar y sin
obligarme a preparar desayunos cuando mi intención era no salir de la cama al
menos en las próximas veinte cuatro horas. Y eso hubiera sido estupendo si la última
ralla de coca antes de acabar la fiesta no hubiera hecho acto de presencia nada
más relajarme tras mi segundo orgasmo, así que tras buscar algunos cd´s e introducirlos en el aparato de música, me vi saqueando el armario para deshacerme de la ropa que
no iba a volver a ponerme y aprovechando así para hacer el cambio de temporada
aunque tuviera la sensación de que un invierno polar se había adueñado ya y por
completo de mis entrañas. A las seis y cuarto de la mañana y tras mezclar un
par de diazepan y un tranxilium por eso de dejar de lado síndromes varios,
desde los que me tenían completamente confusa y ansiosa, a aquellos otros que
era incapaz de dilucidar debido a toda la mierda que lleva encima, me metí en
la cama, desconecté el móvil y dormí hasta que mis riñones dijeron basta…
…No tardé demasiado en encontrar
lo que quería tatuarme. No quería que ocupara mucho espacio, y me llevó más
tiempo del que pensaba decidir en qué parte iba a marcar mi cuerpo de por vida
con algunas palabras que me recordarían a diario quién era y qué caminos no
estaba dispuesta a volver a tomar. Me lo debía. Se lo debía a ellas. Tras
algunas pruebas en mi ordenador, y encontrar el tipo de letra y el tamaño, me
dejé aconsejar y un martes por la tarde me dirigí al centro del amigo del
hermano de la hija de una amiga que puso a prueba mi paciencia y mis nervios
nada más entré en su estudio de tatuajes. Tras ver algunos de sus trabajos,
pude relajarme mientras me colocaban sobre la zona elegida la plantilla y me
pasaban un espejo para que viera si era lo que quería. La paz se acabó en el
momento en que las pistolas con tinta empezaron a zumbar a mi alrededor
recordándome lo muy mucho demasiado que asociaba ese ruido al de los malditos
dentistas.
Lo muy mucho demasiado que los odiaba y lo muy mucho demasiado que
le temo a que me hagan daño. A sufrir dolor. El tipo debió darse cuenta de que
algo no funcionaba en cuanto se me erizó la piel, y una de dos, o me daba
charla o acabaría poniéndole un huevo y cacareándole. Era lo único que me
faltaba...
Cuídense.
Sean Felices.
Ciao.
;-)
Me ha gustado eso de llamarle "romántico mediocre" en plena discusión. A mí me dicen eso y me quedo sin palabras durante un mes (más o menos).
ResponderEliminarMe gusta leerte de nuevo.
;-)
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