UNA VEZ ABRIÓ LA PUERTA...




Una vez abrió la puerta, contempló como apenas unos pocos clientes discurrían en la barra.

No acertó a oírlos y se dispuso en la mesa de siempre. Acomodado en aquel lujoso escabel tapizado en blanco, a juego con la decoración de las paredes y las mesas.

Unas mesas más allá un par de hombres de negocios parecían calcular las pérdidas de proyectos varios, que los habían hecho envejecer en el último semestre, más que los últimos diez años.

Tras la fugaz visita del camarero experimentado que reconoció en él al hombre que deseaba sentirse solo esa tarde, se dispuso a otear tras las ventanas.

Apenas reconoció la copa de vino blanco como suya.

La observó mudo. Depositada sobre una servilleta roja.

Tan sola en aquel espacio límpido, que por un momento llegó a plantearse si no era demasiado arriesgado pensar en una copa inanimada como única compañía.

La tarde tras los cristales parecía entender de la misma manera en que lo hiciera segundos antes el servicial camarero, y como él, se apresuró a esconderse calle abajo.

Incapaz de escuchar música alguna por más que apenas hubiera clientes; por más que el ruido de la calle pareciera esconderse bajo los adoquines o puertas adentro en algunos edificios, y por más su copa se empeñara en permanecer inmóvil sobre aquella marea blanca.

Abrió el portafolios de piel marrón y contempló cómo algunos de los ensayos sobre los que se disponía a trabajar, aparecían acabados de despertar y con necesidad una vez los hubo depositado sobre la mesa, de desperezarse aun.

Tomó el primer sorbo de silencio.

Aguantándolo en su boca hasta recorrerla por completo.

Lo saboreó hasta acabar mordiéndose el labio inferior.

Notándolo todavía en el paladar.

Consciente de esa nota de madera que aún lo envolvía, por más que la copa reposara de nuevo sobre la impoluta mancha roja.

Inspiró y miró cuanto lo envolvía.

Sintió pesados sus párpados.

Buscó sin saber a quién o qué. Depositó de nuevo la mirada cansada tras el gran ventanal que quedaba justo a su izquierda, y consciente del tiempo que poseía antes de saberse del todo solo, reparó en algunos de los árboles que se situaban a lado y lado de la calle. Desnudos. Vacios. Faltos de savia. Dormidos.

Cercano a los cincuenta creía que no había demasiado que lo diferenciara de ellos.

Y tal vez el único matiz, el único estúpido e imperceptible matiz, el único estúpido, imperceptible y nimio matiz, era que aquellos árboles volverían a la vida mucho antes que él.



Miró la copa. Volvió a guardar los ensayos que habían vuelto a quedarse dormidos unos sobre otros, dejó el billete junto aquel nuevo pedacito de soledad, y salió de allí saboreando lo poco que quedaba de invierno…

Cuídense.

Ciao.

;-P

Comentarios

  1. pues saboreando lo poco que queda de invierno he recalado en tu blog a través de otro, ya sabes como funciona esto,creo que seguiré visitando esta barra de bar a menudo. Un saludo desde Tenerife, te dejo el enlace de mi blog, estas invitada a una copa virtualjajaja...
    http://gofioconmiel.blogspot.com/

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

MERECES...

CONSTELACIONES... ( 3 DE MAYO DE 2009)

QUÉ TEXTURAS PINTAN LAS NUBES?...