CRISTALES QUE SE ESTRELLAN...
Me aposto en la ventana nada más empieza a llover, con una taza de café en la mano.
La abro y es poco el tiempo que puedo mantenerla así. El viento empuja el agua contra la ventana, y me decido a observarla levantando por completo la cortina. No tarda en tornar granizo, y el golpeteo se vuelve cada vez más rítmico…
Apenas unas horas antes.
No. No vengo a hablarte de vasos medio vacios o medio llenos.
No vengo a hablarte de puntos de vista. Ni tan siquiera vengo a hablarte de actitudes, aunque estas últimas tengan mucho que ver en el trasfondo de las palabras envenenadas de hoy.
Vengo a hablarte de cristales rotos.
Ya sabes…
…No sé si fue casualidad. Tal vez entendiera que cualquier otro tipo podía denotar demasía en un sentimiento de cristal roto. Y decidiendo sin decidir, se decantó por liliums…
Una bonita docena de orientales. La mitad blancos, la otra con el corazón fucsia…
De manera casi que mecánica la boca del estómago me sube hasta las sienes en cuanto aparco el coche y reconozco tras el retrovisor su silueta.
Espera a que haya bajado a peque y en ese momento sale del vehículo y se encamina hacia nosotros.
Guardo silencio mientras le pido a peque que vaya bajando e intenta darme explicaciones.
Que no he pedido. No quiero. No espero. No me apetecen, y llegan tarde.
_Me das un segundo?
Minutos después, sigue plantado delante de la puerta de casa.
Shakespeare lo huele en cuanto salimos y hace ademán de saludarlo en un intento estúpido por el pobre animal. El otro lo evita.
Peque toma los mandos y se encamina con su amigo por la acera hasta llegar a la zona donde este empezará a olisquear…
_Me colapsé. Lo siento...
Me mantengo en silencio. Los cristales no hablan.
Busca las palabras que se adecúen a una respuesta silenciosa que muy probablemente no esperaba. Noto el nerviosismo creciente en su voz.
_Siento de veras haberme comportado como lo he hecho. Debía haberte devuelto las llamadas. No sé qué estaba pensando. ..Llevo unos días pensando, y… No sé…Ya sé que la he jodido bien ( vuelve a dar en el clavo aunque conociéndolo de nada, sus palabras me saben huecas).
No vas a decirme nada?
Te he traído unas flores y ni siquiera las has mirado.
…Me detengo en seco. Miro sus flores. Me las ofrece. Las tomo. Las huelo. Miro sus ojos. Esperanzados. Como lo estuvieron los míos apenas unos días antes.
Tras aquello silencio. Tras esto también.
Peque y Shakes esperan en la esquina. Junto a los contenedores.
Nos encaminamos hacia ellos. En silencio. Con una ramo de cristales estrellados que me corta las manos.
Aun sonríe cuando lo miro por última vez, acciono el pedal y dejo caer el ramo dentro…
Sigo mi paseo junto a mi hijo y nuestro fiel animal. Y es que siempre resultará temerario seguir jugando con un cristal roto al que has obligado a guardar silencio…
Sean Felices. Ya saben...
Ciao.
;-P
Lo mejor que se puede hacer cuando algo se hace añicos es desecharlo, aunque duela como cortes en el corazón, pero no hay nada que el tiempo no cure. Un saludo Heidi.
ResponderEliminar¿Cómo que los cristales no hablan? ¿Qué falacia es esa? Que tú no te hayas parado a escucharlos, o que no comprendas el lenguaje de los cristales, no significa que estos sean mudos o retrasados.
ResponderEliminarLos cristales, si se les presta atención, hablan de mujeres que se quedaron agazapadas, la cabeza en la ventana, esperando a un hombre que nunca estuvo enamorado de ellas. También hablan del daño que puede llegar a hacer la lluvia. La lluvia limpia los cadáveres y los convierte en hermosos, elimina la pátina de dolor que queda después de cada suceso, y ennoblece a los corazones más feos, los que no quieren darse un baño.
Estoy criando tulipanes en una maceta. Los traje de Amsterdam sin preguntar si querían vivir conmigo, y luego los mandé a vivir con mi madre, por si decidían rebelarse.
Me parezco muy simpático.