AGUA, TIERRA, TREGUA, ELLA. ( 10 )
A veces nos llena tanto miedo, que desconocemos que haya
otros caminos. En medio de cualquier batalla entre la locura y el olvido,
nunca hay remanso de paz. En ocasiones confundimos guerras, y para entonces
solo el odio que nos atemoriza y que sigue ahí convertido en aire. Solo sus
ojos verdes me devuelven a una realidad
en la que quiero estar, como el que decide sin ápice de culpa quedarse en la cama un rato más, porque esa
sea la mejor opción. La única. Algunas mañanas. Tras apagar el despertador y
sentirla dormir a mi lado, aun. Tan en paz con un mundo que le concede algunos
minutos. Ogro que la tomará como el mayor de los festines y la degustará a cada
paso, insegura, en cada uno de sus pensamientos, siempre pequeños, en todos y
cada uno de los reflejos que le devuelven algunos espejos, el sucio cristal del
26, atestado como todas las mañanas…
…nuestros reflejos son tan diferentes. Vuelvo a pensarlo
tras entrar en la ducha. El mismo recuerdo que me ha hecho saltar de la cama
maldiciendo segundos antes y falto de otro aire que no ande envenenándome. Ese
que me devuelve el cristal del coche bajo las luces naranjas que me devuelven a
casa, tras haber guardado los guantes, el silenciador y la pistola. Hay
monstruos que no deben morir así, pero son las órdenes. Sé que en el fondo
encuentro algo de una paz macabra, al saber que se van tras haber probado algo de
su propia medicina, aunque solo sea el miedo, la indefensión…implorarían como
debieron hacerlo todas y cada una de sus víctimas si pudieran. Es entonces cuando reconozco
que ha llegado el momento. Nunca lo he alargado más de unos segundos. Me siento
como el monstruo grande, el que mantiene a su lado el poder, y las súplicas
solo acrecentan el asco, así que no les doy tiempo.
Esta noche vuelvo a casa con la sensación agridulce de haber
hecho bien mi trabajo…miro por el retrovisor. Nadie. No son horas y apenas
algunos taxis y camiones llevan mi misma dirección. Nada de peajes. El reflejo
en el cristal donde aparecen también reflejadas las esferas del salpicadero.
Tres noches fuera con la mente completamente en blanco…puedo pasar horas bajo
el chorro de agua y ni con esas consigo que este olor putrefacto desaparezca.
Tras desprenderse del camisón y las bragas la veo acercarse
al tirador de la mampara de la ducha.
_Me haces un hueco? Te he echado de menos, ha ido todo bien?
Por qué llevas tanto rato bajo el agua?
No puedo más que mirarla mientras el pelo va mojándosele.
Alguna de sus carantoñas, y enseguida entiendo que el agua está dos grados por
encima de lo que a ella le gusta. Trato de deshacerme de la imagen que tengo de
mí mismo, y a veces con el olor de su
cuerpo me basta. Así permanecemos, bajo el agua, esperando que sea lo que sea
que nos consuma a diario, a ratos, a recuerdos, a mentiras, a actos, a ojos y a
muertes, nos encuentre siempre de la misma manera, y acabe por colarse
sumidero abajo.
Las espadas con las que nos enfrentamos a este mundo son
las que nos estocan a diario. No queremos entender de la furia con la que se
nos recibe, la misma con la que nos presentamos ante cualquier otro, que el
veneno sale de dentro, sin duda el peor lugar desde el que puede nacer. Así es
como nos follamos, sedientos de locuras ajenas que nos alejen de las nuestras,
tratando de envolvernos en otros llantos y cristales rotos, otros callejones y
besos con los que nos devoramos hasta herir al contrario. No creo que sienta el
dolor en sus manos bajo las mías, cuando a cada envite trato de atarme a ella,
tabla de salvación, muelle, tierra a la que llego para sentirme a salvo.
De la misma manera en la que lo hacemos todos, bajo el mismo silencio, diferentes locuras,
y con la sola esperanza de solo una tregua. Una sola, que nos permita imaginar
segundos bajo las sábanas cualquier mañana, cuando hayamos decidido de nuevo
deshacernos de nuestros miedos, cuando la reconozco convertida en mi tregua.
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