A ESTAS ALTURAS Y DESCONOCIENDO EL JUEGO...
Encuentro
en el segundo cajón, bajo el de los calcetines, una sonrisa que colocarme en la
boca y me dirijo a despertar a mi hijo.
Estas
últimas mañanas los movimientos son mecánicos.
Me
dirijo como una autómata al colegio. Luego al trabajo. Al colegio de nuevo y
después de nuevo a casa.
Entre
los zumos y las galletas encuentro otra…
(No son
del todo buenas y a media mañana rodó mejilla abajo alguna que otra despistada aunque intenté mantenerlas dentro).
…Y
vuelvo a colocármela a sabiendas que el cambio de horario favorece el sueño.
O al
menos al intento…
No sé
si es el miedo el que me empuja a no saber.
O es lo
ya sabido lo que me niega al abismo de un silencio que preferiría perpetuo.
El sol
no calienta y parece que dentro de casa hace más frío que fuera.
Los
cristales amanecen empañados y convierten el poco calor que aun nos queda en
gotas que surcan de arriba a abajo los espejos y las paredes.
A estas
alturas ya sabrás que hemos dejado de creer.
Que
hemos dejado de bracear y que únicamente nos dejamos llevar por una corriente
que nos separa.
No
trates de hablar.
Mis
oídos se han vuelto cemento.
Dejamos
de creer...
Intenta
mantenerte a flote.
Cierra
los ojos.
No
hables.
No trates
de alcanzar orilla alguna.
Y deja
que esto acabe en el lugar donde van a parar todas y cada una de las luchas sin
sentido.
De las
palabras rotas.
De los
segundos sin pilares.
De las
marionetas sin hilos.
Las
sombras.
Las
cárceles…
A estas alturas ya hemos comprendido que no hay lucha en la que podamos salir vencedores.
Que no habrá ninguna en la que podamos tomar aliento para empezar de nuevo otra. Sea la que sea, aunque todas acaben siendo la misma...
Que no hay esperanza.
Que la maldita esperanza nos dejó huérfanos.
Hambrientos de caricias y sedientos de palabras que corren río abajo mientras nos empujan al abismo de un silencio que ya nunca volverá a ser pronunciado y que la propia vida se encargó de pisotear...
Otro suicidio.
Esta vez el último...
Cuídense.
Ciao.
Bien vacío tenía que estar ese cajón para llegar a ese desenlace.
ResponderEliminarQuizás siempre esperemos respuesta desde fuera, de los otros y somos nosotros mismos los que debemos darlas y saber llenar esos cajones de sonrisas,aunque sean ladeadas, menos es nada.
Besos de gofio.