UNA MAÑANA DE LUNES CUALQUIERA...




...La mañana había transcurrido lenta.

 Como siempre que recibía su llamada, el trabajo se convertía en lento y monótono.

El mundo se paraba por un instante hasta que era capaz de reaccionar. Y entonces de golpe, el tiempo empezaba a correr a destiempo.

Y le faltaba el tiempo.

Se enredaba en su recuerdo…


…Sonríe.

El semáforo se pone en rojo.

Ha esperado la hora del desayuno para cruzar la acera e ir a esos grandes almacenes.

El sandwich de pavo se ha quedado en la pequeña nevera que comparte con su compañera de sección que con una sonrisa pícara le da a entender que sabe quién la ha llamado…
Pasan horas entre facturación y cuadrantes. Contándose lo justo para ponerse en situación sin dar demasiados detalles que puedan descubrirlas…


…Repasa de una ojeada las sedas y los encajes.

Va directa a las medias.

Esta vez se decanta por unas negras.


El bullicio en el semáforo la hace detenerse a pensar en cuántos hombres con traje esperan al otro lado.

Pasa entre ellos una vez los coches han parado.

No se detiene.

No se gira.

Sabe que la falda de tubo negra que lleva por encima de las rodillas y que se ciñe por debajo de su pecho y la camisa beige con mangas de murciélago la hacen parecer más delgada. Y que los zapatos de tacón negro que eligió esta mañana la hacen parecer mucho más alta.

Un botón abrochado de menos…

Observa el reflejo en las grandes puertas acristaladas del edificio en el que trabaja.

Para haberse levantado tarde tras una noche en blanco y haberse puesto solo el brillo de labios, no está nada mal.


Martina vuelve a observarla divertida cuando se sienta en su mesa.

_No te ibas?

_No.

_Has comido?

_No.

_Y bien?

_Bien.

_No tienes una cita?

_Si.


No levanta la cabeza del ordenador. Y siente que empieza a sonrojarse sin que pueda controlar ese calor que ha empezado a recorrerla desde el pecho y que amenaza con hacerle estallar las mejillas.

_Y?

_Tengo que acabar estos informes. Esta mañana llamó Carlos y los quiere en su mesa mañana por la mañana.


Cuenta los segundos mientras interiormente recuerda una de esas plegarias que su abuela le enseñara de niña. Y que repite en su cabeza, sin orden, ni ton, ni son…

_Dios te salve María y a ti niño Jesús. Si no salgo ahora no llego a casa en dos horas y tengo que hacer trasbordo en Cataluña. Juro no dormirme en un mes…

_Martina?...

_Si?

_Esto…Te iría muy mal …Vamos que si pudieras…Prometo hacer todos los balances …Tú…

_Que sí tonta. Vete o no llegas.

Se desinfla en la silla y suelta todo el aire que lleva dentro.

_Oh Dios mío. Gracias. Eres un cielo de mujer.


Y tras decir eso, se levanta le da un beso en la mejilla, coge la chaqueta que se encuentra en el respaldo de su silla y sale como un rayo hacia el ascensor.


Vamos, vamos, vamos!

Dichoso ascensor de los cojones!

Oh no. Y ahora Daniel.


Las puertas se cierran tras ella.

La incomodidad es palpable entre ellos.

Daniel es un chico lejano a su tempo. Demasiado vergonzoso y que siempre se lleva la mano al nudo de la corbata antes de hablarle…Cuándo entenderá que no es ese nudo el que lo deja mudo?

_Ya te vas?

_Mmm. Sí. Hoy no me encuentro demasiado bien.

_Pareces cansada. Sí…


Asiente sin mirarlo y dirige su mirada al suelo.


Jodido ascensor que para en todas las plantas!

En la quinta entran tres mujeres algo mayores que ella y respira tranquila sabiendo que el carácter de Daniel lo mantendrá mudo hasta llegar a la planta baja.

Cuando las puertas se abren le sonríe y lo deja con la palabra en la boca.

Sale con paso rápido.

Oh mierda! Carlos está entrando. Intenta pasar desapercibida pero la ve.


_Carlota ya te vas?

_Mm… Sí… Carlos… No me encuentro bien... Martina acabará los informes y mañana los tendrás sobre la mesa de tu despacho.

_Va todo bien?

_Sí…Sí. Es solo que no me encuentro bien.


Carlos la observa de arriba abajo y frunce el ceño. Finalmente asiente.

_Está bien. Nos vemos mañana.

Mejórate.

_Gracias. Hasta mañana.


Trescientos metros hasta la boca del metro. Jodidos zapatos! Son perfectos para caminar como una mujer normal o estar sentada, no para correr una maratón…

Debería meter un calzado más cómodo para los días que le toca salir corriendo. Unas bailarinas estarían bien…


Entra ladeando su cuerpo en el vagón segundos antes de que las puertas se cierren.

Como de costumbre no hay asientos libres. Se queda apoyada en la mampara de cristal y se descalza.

Una señora mayor la mira y le sonríe.

Dos pijas la observan como si acabara de cometer sacrilegio a las formas, el buen gusto y el o sea…

Toma los zapatos en la mano y las observa.

Si las molesta que no pillen el transporte público.

Seguro que en su coche de pijas ponen reglas estúpidas de no descalzarse. En el metro no está prohibido…

Sonríe para sus adentros. Empieza y acaba así una guerra que no ha necesitado de palabras, que apenas ha durado tres coma dos, y de la que se siente vencedora…

Tras el trasbordo y de nuevo en el metro puede sentarse.

A través del cristal de la ventana observa a quienes la acompañan.

Una mujer le limpia la boca a un peque que hay sentado a su lado y que se entretiene entre un zumo y una pieza de bollería. Más allá una chica lee apuntes de la universidad…

Un hombre que le resulta familiar la mira desde la puerta del vagón.

Gira su cabeza para observarlo y ahí está.

La mira escrutándola. Tras unos ojos que esconden un torbellino de emociones que ella conoce bien.

Se mantiene serio. Apenas pestañea. No parece tenso.

El corazón empieza a tamborilearle tan fuerte que  por un momento cree que el resto de los pasajeros del vagón van a darse cuenta.

Ambos se quedan inmóviles…

Observa la pulsera de cuero y acero que le comprara apenas dos semanas antes.

La noche tras la cena en la playa.

De camino al coche…

Al hotel…

Instintivamente ella se lleva la mano a su muñeca.

Él sonríe...


Lo observa y las imágenes aparecen solas…

Todas.

Las que le permitió grabar la luz en sus retinas y las que inventó por la falta de esta…


…Sus manos recorriendo las costillas por encima de la camiseta.

Las suyas tras su nuca acercándola a su boca.

Su cuerpo aprisionándola contra el marco de la puerta de la habitación.

La erección creciente bajo sus pantalones que se clava en su cadera.

La humedad en su ropa interior.

Tratar de desabrochar los botones de su pantalón.

Dos botones de su camisa y levantar sus brazos para sacarla por su cabeza.

Maldita impaciencia.

El pelo que se enreda en un botón.

Su boca entre sus pechos.

Sus manos que apartan las copas del sujetador.

La lengua en sus pezones.

Su mano que libera su miembro caliente.

Jadeos.

Falta de aire que roban los otros labios.

Deseo que nace y absorben de la boca del otro…


Completamente desnuda.

Arrodillada ante él…

Sus manos en su cabeza.

Gemido y aire que se debaten por ser.

Mientras con la lengua recorre su sexo.

Con sus manos su vientre…


_Para.


Las sábanas blancas.

Su cuerpo sobre ellas.

El suyo sobre ella…

Su mano apoyada sobre su cabeza mientras le introduce los dedos…

Gemido que arropa al aire.


Sin saber dónde empieza el deseo del uno y acaba el del otro.




El vagón se detiene.

Se encuentran en el andén.

La mira divertido.

_Me pregunto qué andabas pensando.

_Nada. No pensaba en nada.

...

_Te parece si vamos a comer?

_Mmm… Claro…

Sonríe. Arquea una ceja y lo mira empezando una guerra que no va a necesitar más palabras que las ya dichas y de la que probablemente los dos salgan vencidos…
Cuídense.
Buen fin de semana y...
Sean felices.
Ciao.
;-P

Comentarios

  1. Esa imaginación calenturienta que tenemos todas las mujeres, TODAS, nos juega malas pasadas, a veces.
    Aunque quien saabe, tras una comida se puede disfrutar de un buen postre ¿no?
    Besos de gofio.

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