PUÑETERA UNA Y MIL VECES VIDA.





No dejo de verlas, a diario, corriendo, tratando de llegar a donde sea que creen que deben llegar, quedándose a mitad de camino entre las obligaciones, las adquiridas y las impuestas.

Tratando de aprovechar al máximo hasta el último minuto de la noche, y ni con esas tranquilas… comidas, cenas, ropa, luchas…

Heroínas etéreas que pasan tan desapercibidas como lo hacemos todos a ojos ajenos. Desconocedores de batallas y llantos, de olvidos y echar de menos, de hambres de abrazos que no van a volver nunca, de calores, colores y palabras que solo son capaces de encontrar en la retina de sus ojos y su memoria.

No dejo de ver mujeres encarándose al tiempo y al hambre, tratando de llevar calor a los suyos, huecas de amor propio y llenas de todo el amor para darle a otros.

No dejo de verlas izar las velas de los barcos de quienes a tientas sostienen su cuerpo sobre el agua, mientras esa misma agua zozobra miedo y madera adentro ahogándolas a ratos tontos.

Ratos para tratar de sacarse de encima esa manta de preguntas sin respuestas, y tras eso, solo mirarse al espejo para secar todo rastro de miedo y continuar adelante.

No dejo de ver a mujeres rotas, por algún descosido del alma el dolor llega a flotar en sus ojos, y tras ese rato y ese roto, en esos mismos ojos, observo toda la dulzura con la que reprender la ardua tarea de ser para dejar de ser, por obligaciones impuestas, adquiridas, necesitadas, pedidas a gritos. Una noche más, solo una, solo una…

No dejo de ver a mujeres dolerse y romperse por otros a quienes han amado hasta lo indecible, con quienes aprendieron a vivir, a luchar, a coser y a temer.

No dejo de ver surcos en la comisura de los labios de esas mujeres, incontables surcos dibujan sus ojos, y los unos, pocas veces fueron acompañados de los otros. Llanto. Siempre demasiado llanto.

Pieles ajadas por el tiempo, la vida y demasiadas pocas risas. Pieles secas de dar al otro, de mantener al otro, de sustentar, alimentar, curar, coser, mostrar, dibujar al carboncillo, acariciar y mimar al otro.

No dejo de verlas a diario, radiantes, plenas y preñadas de ese amor que solo a algunas les desborda brillo afuera y surco al lado de la boca. Corazón adentro, y cajones del alma guardados solo para atesorar esos recuerdos.

Las veo alegrándose con los suyos al lado.

Las veo temblar del frío cuando encima solo la manta de las preguntas sin respuestas las acechan. Haciéndose pequeñas debajo, enroscándose sobre si mismas porque así el relámpago duele menos al recorrerlas.

Hay dolores que parten en dos dejando inservibles por un tiempo uno u otro lado. Veo a mujeres a diario luchar sin pararse a pensar que la mitad que no las acompaña es de la ser mujeres, porque saben bien que hay batallas que solo luchadoras que subyacen bajo la heroína pueden afrentar.

Veo a mujeres que hacen servir sus manos pero no para acariciar, si no para mantenerse a flote, veo a diario a mujeres que toman aire para dárselo a otros, que corren para otros, por otros, nunca para ellas mismas. Mujeres que no entenderán a tiempo que solo es necesario dar a esos otros, para llenarse de ellos cuando falte el aire y les golpee esta puñetera una y mil veces vida. Luego, solo el caer de la fina arena se encargará de que ambas partes vuelvan a quedar unidas. Nunca para mitad alguna la arena fue la misma…

Veo a mujeres tratar de arañarle segundos al aire, a la tierra, al amor, a las costuras de más, las noches en blanco de menos, y las palabras que se olvidan cuando la sola presencia les recuerda que solo son uno, siempre, solo, han sido siempre solo uno.

Veo a diario a mujeres que suplican sin pronunciar palabra, mujeres que esperan cuando la esperanza apenas se sostiene de un solo hilo verde. Las he visto hacer malabarismos sobre ese hilo.

Veo a mujeres tratar de aprender las lecciones a diario, sin previo aviso, sin saber hacia dónde.

Ensayar para que no duela, no queme, no ahogue, y no llegue el llanto, ni el miedo, ni las respuestas, ni el vacío.

Veo a diario a mujeres tratando de vivir lo poquito que se puede hacia adentro. Tratando de ensayar también cómo darle esquinazo a todo lo que no pueden, no quieren, no merecen…

Mujeres a las que encorva la vida quieran ellas o no, mujeres aun repletas de vida, amor y luz en los ojos. No todo iba a poderlo. 
Las veo dar paz con su último aliento del día.
Cuando el invierno se ha hecho con ellas.
Cuando encienden lumbres para calentar al otro.


Veo a mujeres, grandes, fuertes, valientes, maestras de vidas, brazos en los que acurrucarse aun cuando dentro no les queda nada. Mujeres.

A diario veo a Mujeres poderlo todo.


TQTA



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