DE GUERRAS ABSURDAS...






He contado a tres en este último silencio.
Resultó raro que lo hiciera a gritos y manotazos..
Me pregunto cómo puedes mantener la calma cuando por dentro todo son llamas que van a menos con cada una de esas palabras que no van nunca a más.

Otro naufragio. Uno de esos piel adentro y huesos marcados a la altura de las costillas.
Te alejo de las tempestades que llevas dentro, y no entiendes que a mis orillas no llega agua...

...la mayor de las guerras empieza tras un esquivo nada, un imperceptible reflejo de uno de esos silencios, lleno de miedos, uno cobarde.

Número incontable de guerras mayores... tan grandes que empiezan y acaban entre un sándwich, unas almendras, una pincelada de rímel o un café.
Tan infinitas que algunas noches ocupan toda la cama.
Tan ociosas que solo resultan cuando otro silencio viene a despertarlas...

...silencios que necesitan tomar aire para permanecer de apnea en apnea.
Continuos hasta tres noches.
Llenos del pánico que da una sola risa. Faltos del humor o la bondad necesarios para reconocer unos ojos que sonríen, tan camicaces como esquivos, dolidos o avergonzados...

...la mayor de las guerras empieza siempre tras un estúpido y torpe silencio, o justo por esa palabra vacía con la que tratamos de llenarlo todo. Tarde. Siempre tarde.

Hay silencios, y guerras también, a los que les damos la bienvenida nada más llegan.
Y aun así, lo peor de todo, es que hemos aprendido a reconocerlos y ya apenas les abrimos la puerta sabemos si tenemos que apartarnos y quedarnos tras ella, vamos a ser capaces de convivir sin ahogarnos entre un exigente y respingón no hacer ruido, o la guerra que desencadena tras la caída de un alfiler.

Hay guerras que empiezan cuando tratamos de entender que no vamos a permitirnos quedarnos.
Que no estamos dispuestos a abrirnos puerta alguna, y que luego, a toda esta guerra, vendrá todo este silencio que solo ocurre cuando tratamos de reemplazarnos para que dejemos de ser silencios en guerra en busca de unos ojos. Solo unos ojos...

Nos follamos con tantos silencios, que nos paseamos tras los cuerpos desparramados en el suelo esperando no encontrarnos de pie.. tampoco heridos sobre el barro.

¿Cuántos silencios de más se necesitan para no parecer estúpido? ¿Cuántos de menos para buscar la excusa y empezar otra guerra contigo?...una pequeña, no necesitamos a estas alturas que parezca grande. De eso ya se encargarán luego cada uno de los golpes de voz que se quedarán dentro...

Tú, a martes impares yo.

Yo, tan gris y días contados después...

Resulta curioso, yendo a tientas y ya notamos que es menos. Sin mirarnos a los ojos siempre va a menos. Llámalo adultez, prepubescencia tardía de cojones, o no estar nada cuerdos. Nada nuevo por otra parte.

Hay guerras que empiezan por compartir las sábanas de más, o porque decidas compartirlas de menos, en el más absoluto de los silencios, esos que nunca corren a la par, y donde llevaré un segundo más allá el mío, aunque tal vez recortes uno de los tuyos sólo una centésima de miedo para no acabar coincidiendo en la trinchera maldita del abandono, y que estará quieta, inmóvil, y silenciosa, esperando bajo la camisa que te pondrás arrugada cuando todo acabe.

Al miedo lo alimentan los nada, y los visten los golpes, el raso, el encaje, y el frío. Por tenerte dentro, a martes pares, o durmiendo al lado a horas intempestivas.

Tantos silencios y guerras... estas son las nuestras, las mías, esas que deseo con toda el alma que te abracen y que espero que no lleguen a rozarte nunca. Hay silencios que son locura. A martes impares, ya sabes de qué va esto...

Hemos aprendido a servirnos el silencio en copa fría, blanca, entonces la guerra duerme.
Silencios. 
Tú, yo. Guerras que solo libra uno. Trata de salir lo más indemne posible.

¿Por dónde andas?
¿Te hace un café?


Cuídense.
Ciao.
Le gané la apuesta a Rita! Wep! Wep! Wep! (Mogollones de flamencas, o no!!!)


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